martes, 30 de octubre de 2007

Una lista (Mis diez mejores pases)

Esta es la primera entrada completamente nueva desde que dejé de publicar en La Voz de la Frontera en 2005, inspirado por listas del Duende Callejero y Ernesto Diezmartínez. Van mis diez mejores pases en el cine:

1. Superman. Mi papá echó mentiras al maestro de Educación Física en la secundaria, en 1979, para que me dejara salir y poder llevarme, con mis hermanos, al Cinema Aguascalientes a presenciar el milagro de ver un hombre volar. La primera vez que oí a una sala entera aplaudir al terminar la película. Y la primera vez que puse atención a (y me aprendí) la partitura de una cinta en la primera vista.

2. El corto (en realidad un “teaser”) de Superman, en 1979, algunos meses antes en el mismo cine de Aguascalientes. No me acuerdo qué película fui a ver originalmente, pero esa toma de las nubes y al final el logo (la “S”) de Superman llenando la pantalla, me hicieron brincar del asiento y creo que hasta debo haber tenido mi primer orgasmo, a los 11 años.

3. El Imperio Contraataca. “Yo soy tu padre”. La sala entera se quedó sin aire... debo ser el único de mi generación que vio primero El Imperio Contraataca y después La Guerra de las Galaxias, por un maldito cambio de residencia de un pueblucho de Michoacán a otro de Guerrero, y la película nos agarró en tránsito a mis hermanos y a mí. Como dice El Duende acerca de la de Alien, no importó mucho, porque ya me sabía la primera de memoria, platicada por amigos y primos. Además, es la primera vez que fui solo al cine, en 1981, porque a mis amigos de la secundaria se les olvidó invitarme a una fiesta ese día y no encontré quién me hiciera jalón.

4. Tiburón. Sí, los sádicos de mis papás me llevaron a verla cuando tenía 8 años, en el Cinema Venecia de un pueblito michoacano. Mi papá se enojó porque me dieron ganas de hacer pipí a media película -antes no me oriné encima- y me dio las inmemoriales indicaciones de un padre a un hijo antes de mandarme solo al baño (“no tientes nada”)… Mi hermano de 9 aventó por los aires las palomitas la primera vez que aparece el tiburón. “We’re gonna need a bigger boat” y más palomitas, por favor.

5. Blade Runner. En la Lumiere de Culiacán, en estreno. Fui a verla dos días seguidos, demasiada película para mi mente pre-adolescente. Durante semanas rumié la partitura de Vangelis y las líneas de Rutger Hauer.

6. Infierno en la Torre. Otra muestra del sadismo de mis jefes, perpetrada en otra sala michoacana en 1975. A los 7 u 8 años, debo haberle dejado la mano como ciruela pasa a mi mamá, de tanto que sudó la mía en la suya. Y Steve McQueen se volvió mi ídolo.

7. El Exorcista. Gracias a PECIME, finalmente en la prepa, en 83 u 84, me quité el trauma infantil que trajo el no haberla visto, pero sí estar expuesto a toda la publicidad de esta película en los 70’s. En los Gemelos de Culiacán, el Diezmartínez (no sé si se acuerde) y yo alcanzamos la última función saliendo de la clase de trigonometría, y entre otras curiosidades el rollo con la escena del exorcismo no traía letritas. Cacaro’s Cut, seguramente.

8. Dos Superpolicías Fuera de Orden. 1978, en un cine de lámina en Iguala, donde pasaba entre las butacas el vendedor de sodas con la caja al hombro y susurrando: “fscos, fscos...”. No recuerdo haberme reído tanto (pero, de veras, TANTO) en mi niñez, como con esta película de Bud Spencer y Terence Hill. Qué nombres italianos tan chistosos, por cierto...

9. E.T. En el Cinema Reforma de Culiacán, con mi mamá, en el estreno de 1982. Uno de mis mejores recuerdos en el cine es ver de reojo a la autora de mis días completamente maravillada durante la escena en que las bicicletas levantan el vuelo, en la persecución final.

10. Forrest Gump. Gemelos Gigante en Mexicali, 1995. Mi mejor recuerdo con mi papá en el cine, son todas sus carcajadas al ir reconociendo cada referencia histórica. “¡Es Elvis, hijo!” Las cachó, todas, antes que yo.

Pilón 1. Zovek vs. Los Monstruos. Mi primer recuerdo en el cine, el Variedades o el Reforma de Mexicali, a los 4 o 5 años. Ahora sé que la película no se llama así, y seguramente es un churrazo, pero qué buen viaje en mi tierna infancia.

Pilón 2. Hombres de Honor, con De Niro y Cuba Gooding Jr., comentada en vivo y en directo por el Diezmartínez y el Sandoval, en los Gemelos (Multicinemas) de Culiacán. Tan mala, que la sala entera estaba en la chorcha colectiva, con el momento culminante en que un bebé (en el público, por supuesto) pegó un berrido y algún rústico culichi sugirió a voz en cuello: "¡dénle cerveza!" Carcajadas generales y De Niro terminó de perder la batalla.

martes, 23 de octubre de 2007

La Supremacía Bourne ***

(The Bourne Supremacy, EUA/Alemania 2004) Clasificación ‘B’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

¿En qué nos quedamos? Si usted no se acuerda o no vio Identidad desconocida en 2002, Matt Damon interpreta a un hombre sin memoria pero con habilidades extraordinarias para andar hecho la mocha por media Europa, hablando el idioma que quiera, con pasaporte intercambiable en una mano y en la otra una pistola, esquivando balazos, trepando paredes y manejando carros en medio de la ciudad como quien levanta polvadera en la Salada, mientras a su vez balacea, pero él sí atinándole, a quienes lo persiguen. El hombre cree llamarse Jason Bourne (eso dice uno de sus pasaportes) y tiene la sensación de que es un asesino profesional internacionalmente buscado.

El que Bourne apenas se detuviera para agarrar aire y voltear a ver a Marie (Franka Potente), su forzada compañera de carreras, dándonos así un poquito de historia en medio de toda la acción, era lo de menos en Identidad desconocida, del director Doug Liman con un guión de Tony Gilroy. Ahora, en la segunda parte, La Supremacía Bourne, escrita también por Gilroy, bajo la batuta de Paul Greengrass, la premisa es la misma. Jason Bourne sigue corriendo muy rápido, lo cual es muy bueno porque lo siguen persiguiendo. Y sigue siendo muy escurridizo, lo cual es mejor porque siguen queriéndolo matar. Ah, sí, y sigue sin saber quién es.

La Supremacía Bourne está basada en El Retorno de Bourne, el segundo libro de una exitosa trilogía ochentera, del autor de novelas de espías Robert Ludlum. Identidad desconocida, adaptada de El Caso Bourne, el primer libro, nos planteó la historia del asesino que busca su identidad, haciendo lo que mejor sabe hacer. En la cinta actual, Bourne sigue en lo suyo, pero esta vez con el agregado de un deseo de venganza, que resultaría muy efectivo si tan sólo pudiera recordar contra quién. Afortunadamente el director Greengrass sigue los pasos de Liman en esta segunda parte y simplemente toma como pretexto la intriga contra Bourne para montar, una tras otra, escenas de acción tan intensas, largas y entretenidas, que nos dejan sin respiración. Ya sea en un pueblo de la India, Berlín o Moscú, Jason Bourne y sus perseguidores arman tal ajetreo en las atestadas calles, plazas y estaciones del metro, que nos hacen pensar que muchas compañías aseguradoras tendrán deseos de unirse a quienes buscan acabar de una vez por todas con Bourne.

En esta ocasión y solamente para darle una pincelada de decencia a la intriga, dos jefes de la CIA por un lado (los respetables Brian Cox y Joan Allen), y por el otro un mafioso y un asesino rusos, son quienes quieren acabar con el olvidadizo fugitivo. Lo más sensato sería que Bourne se escondiera o ya de perdida se disfrazara y usara cualquier otro nombre. Precisamente aquí está otro de los atractivos de la película. El Bourne de Matt Damon le apuesta a que su única salida es atraer a sus perseguidores siendo él mismo, lo cual termina por ser muy útil, si se considera que no cualquier hijo de vecino se saca de la manga tantos trucos mortíferos con objetos de uso diario, como revistas, tostadores de pan, taxis destartalados, celulares de espionaje y pistolas automáticas.

El éxito de La Supremacía Bourne está, precisamente, en la logística tan casual para la estela de destrucción que deja Jason Bourne en su camino. Si recupera la memoria o no, si deja de ser una máquina de matar, si le perdonan las infracciones de tránsito, es lo de menos. Aún cuando el tercer libro se titula El Ultimátum de Bourne, jure usted que la siguiente película va a ser algo así como esas carreras de Ana Guevara contra su rival en turno. Por más que se llamen “finales”, todos sabemos que al rato se estarán correteando de nuevo.
(Publicado originalmente el 12 de Septiembre de 2004, en La Voz de la Frontera.)

Sentencia previa ****

(Minority report, EUA, 2002) Clasificación ‘B’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Tom Cruise produce y actúa el más reciente proyecto de Steven Spielberg, Sentencia previa, un filme excepcional de ciencia ficción, que muestra lo que ocurre cuando dos artistas unen sus respectivos talentos en el momento indicado.

Cruise interpreta a John Anderton, un policía de Washington en el año 2054, acusado de un crimen que no cometió, o, mejor dicho, que no va a cometer. No daré más detalles acerca de la trama, pero puedo intentar algunas consideraciones. ¿Es moral y legalmente aceptable que se sentencie a alguien por un crimen que se piensa puede cometer? No necesariamente fantasía, en vista de lo ocurrido recientemente en los Estados Unidos con el arresto del “bombardero sucio”, y las discusiones derivadas de la posibilidad de meter a prisión a posibles terroristas, antes de que se pueda probar que, en efecto, un ataque sería realizado.

Sentencia previa es una película bastante completa en todos los sentidos. Cruise realmente ayuda a definir el término estrella de cine, es decir, un actor con una presencia física muy fuerte en pantalla y que, al mismo tiempo, presenta un trabajo emocional y serio en cada proyecto en el que se va involucrando, así sea divertimento puro, como Misión Imposible I y II, o fuertes broncas sicológicas, como en Ojos bien cerrados. El diseño de producción deja con la boca abierta, al grado que uno tiene que dejar de ver cada detalle futurista para aceptar que la historia está situada cincuenta años adelante. Y sobre todo, la historia. Una excelente mezcla de suspenso y acción –el hombre equivocado en el lugar equivocado-, como en las mejores de Hitchcock. Escrita por Scott Frank a partir de un cuento del legendario Philip K. Dick, autor de la novela que diera origen a Blade Runner, tal vez la cinta futurista más influyente de los ‘80s, y que presenta dilemas morales similares a los de Sentencia previa. Generalmente el cine de ciencia ficción es visto como un festín de efectos visuales, donde los directores dan rienda suelta a su imaginación para mostrar mundos y artefactos que existen sólo en la imaginación de los diseñadores: carros voladores, robots pensantes, computadoras inteligentes, televisiones tridimiensionales, etc. Desde fines de los ‘40s, cuando el género se hizo muy popular, esa era más o menos la norma, intercalando, sobre todo, historias de marcianos y monstruos invasores.

Entonces, en 1968 Stanley Kubrick presentó lo que él llamó “la proverbial película de ciencia ficción”: 2001, Una Odisea Espacial, y este tipo de cine tomó un nuevo rumbo, tanto en temas como en imágenes. Aquí estaba, por primera vez quizá desde la película silente Metrópolis, de Fritz Lang, una cinta que utilizaba lo último en tecnología fotográfica para contar una enigmática historia acerca de la trascendencia de la humanidad. 2001 fue difícil de digerir para el gran público, pero sin duda colocó a la ciencia ficción en un lugar de primera línea en el mundo del cine. El joven Steven Spielberg se aventuró poco después en el género con Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y E.T. El extraterrestre, dos historias fantásticas acerca de visitantes de otros mundos. Desde entonces no había vuelto a tocar la fantasía científica, excepto por sus paseos menores por el Parque Jurásico. Tuvo que ser precisamente su relación profesional con Stanley Kubrick lo que lo llevara a tomar nuevamente el tema, al aceptar la dirección de A.I. Inteligencia Artificial, que en 2001 se convirtió en la cinta más controvertida a la fecha en su nutrida filmografía. Nunca el final de una de sus películas había causado tanta polémica entre el gran público. Es por ello que, en lo personal, Sentencia previa era esperada con emoción. Y no he salido defraudado. Como dije antes en este espacio, Spielberg es un maestro en servirse de la tecnología para crear grandes relatos, y no al revés.

¿Qué sigue en su carrera? No puedo imaginar algo como Parque Jurásico 4; claro, a menos que el dilema de la clonación sea abordado en serio, como apenas se sugirió en la historia original. Ya veremos.
(Publicado originalmente el 31 de Julio de 2002, en La Voz de la Frontera.)

La caída del Halcón Negro ****

(Black Hawk down, EUA 2001) Clasificación ‘C’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

La caída del Halcón Negro es una cinta largamente esperada por una buena parte del público cinéfilo, simplemente por su director, Ridley Scott. En su filme número 13, la cabalística parece jugar a su favor, con un resultado impresionante que le ha valido cuatro nominaciones al Oscar: Fotografía, Sonido, Edición y, por supuesto, Dirección. Ridley Scott ha logrado un crudo filme de guerra que provoca vértigo y ansiedad, sin heroísmos acartonados ni melodramas innecesarios. Sólo los hechos. Después de todo, quién dijo que la guerra era algo para sentirse bien.

Para ubicarnos en esta espera, permítaseme enlistar algunos de los títulos de Scott, no todos excelentes pero nunca desapercibidos: Alien, El octavo pasajero (1979), una seminal cinta de terror que aún hoy hace brincar al más pintado y que iniciara una dispareja pero interesante franquicia hollywoodense; Blade Runner (1982), enigmático cuento futurista en el que Harrison Ford persigue robots con forma humana, por el complicado crimen de querer vivir; Lluvia negra (1989) donde Michael Douglas no puede evitar que Andy García pierda la cabeza persiguiendo a la mafia japonesa; la extraordinaria Thelma y Louise (1991), que nos muestra el alto precio que las mujeres deben pagar por ser protagonistas en nuestra sociedad occidental; 1492: La conquista del Paraíso, para conmemorar, en 1992, 500 años de barbarie impuesta civilizadamente y/o viceversa; Gladiador (2000), que a pesar de todos sus clichés trajera exitosamente a la vida las vergüenzas de Cómodo, el malogrado emperador romano y finalmente Hannibal en 2001, el grotesco nuevo episodio en las continuas desventuras de Clarice Starling y Hannibal Lecter.

Con estos antecedentes y otros que no incluyo pero que he seguido –casi- religiosamente, confiando siempre en que la maestría de Scott se asome aunque sea por momentos en la pantalla, es como acudo al cine a ver La caída del Halcón Negro. Basada en un hecho real, nos relata un episodio bélico de 1993, cuando las fuerzas armadas estadounidenses se encontraban apoyando una campaña de la ONU para entregar alimentos a la población de Somalia, en medio de una guerra civil que asolaba a ese país. La misión parecía rutinaria: tomar por asalto una junta militar opresora, detener a los cabecillas y permitir el trabajo de las fuerzas multinacionales. Desgraciadamente la Ley de Murphy se vio demostrada una vez más y todo lo que podía salir mal efectivamente salió terriblemente mal. Un helicóptero Halcón Negro fue alcanzado por fuego enemigo en medio de Mogadiscio, la capital somalí, y el resultado fue una encarnizada batalla de más de doce horas de duración.

Scott, de una forma magistral, consigue contarnos las distintas historias que ocurren durante un increíble único enfrentamiento, sin glorificar la vida militar ni intentar mensajes moralistas de cajón. La narrativa es tan efectiva que el fin de la película es cumplido con creces: como espectadores somos informados de antemano de las condiciones en que se está llevando a cabo la misión; durante el asalto tenemos el punto de vista de los soldados que físicamente se encuentran en el campo de batalla y también el de los altos militares dirigiendo la acción, ayudados (ellos y nosotros) por monitores de video que muestran las distintas posiciones ocupadas por las fuerzas norteamericanas. También podemos ver, en los mismos monitores, cómo el ejército civil somalí va cerrándose sobre estas posiciones y de pronto somos transportados al lado de los combatientes, que intentan salir con vida de las caóticas calles de Mogadiscio, ahora convertidas en frente de guerra.

La caída del Halcón Negro no es fácil de ver. Realmente se necesita estómago para soportar la forma en que Scott nos sumerge en una sangrienta acción continua durante más de hora y media, mostrándonos cómo en medio de la batalla, lo importante no son los fines políticos que dan lugar al enfrentamiento en primer lugar. En la práctica, todo se reduce a los hombres que uno tiene cerca, aliados o enemigos. En esta película, lo mejor de Ridley Scott en muchos años, no existe un héroe solitario ni un protagonista único que nos entretiene con sus aventuras. Lo que vemos son los hechos: un grupo de personas intentando mantener su humanidad en medio de las atrocidades de la guerra.
(Publicado originalmente el 6 de Marzo de 2002, en La Voz de la Frontera.)

sábado, 13 de octubre de 2007

El Señor de los Anillos II: Las Dos Torres ****

(The Lord of the Rings: The Two Towers, EUA/Nueva Zelanda 2002) Clasificación ‘B’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Para Marcela, amiga, comadre y fiel seguidora de Bilbo, Frodo y compañía.
La tradición y experiencia hollywoodenses dictan que las continuaciones de una cinta exitosa deben estrenarse con unos dos o tres años de distancia entre sí, para dar tiempo a que el público mastique bien la película anterior y esté ansioso de ver el siguiente episodio, abarrotando en consecuencia las salas con cada nuevo estreno. Pues bien, Peter Jackson, con su visión y plan muy particulares para traer a la pantalla grande El Señor de los Anillos, le ha dado al traste a esta “confiable” idea de la industria, con dos extraordinarios espectáculos al hilo separados sólo por un año.

En Las Dos Torres, basada en el segundo tomo de la obra de J.R.R. Tolkien, Jackson continúa relatándonos las desventuras de La Comunidad del Anillo, ahora dividida en tres grupos, justo como los dejamos hace un año, causando gran revuelo y hasta protestas por parte de un público al que, siendo seguidor o no de la novela, pareció no importarle estar tres horas sentado en una sala. Definitivamente todos teníamos ganas de ver más y ahora Jackson ha respondido. Y con tres horas más, nada menos. En la tradición de toda serie fílmica a la antigüita que se respete, al nuevo episodio lo precede una brevísima introducción que hace las veces de un “en qué nos quedamos”, para inmediatamente después continuar con la aventura. Así, tenemos por un lado a los hobbits Frodo y Sam tratando de continuar su viaje a Mordor para destruir el anillo de Sauron; por otro, los demás sobrevivientes de la Comunidad, el noble Aragorn, el enano Gimli y el elfo Legolas siguen al ejército de orcos que ha capturado a los otros dos hobbits, Merry y Pippin. De acuerdo a la novela, en este episodio la Comunidad tendrá que vérselas con el Enemigo y sus esbirros por separado.

Por ejemplo, Merry y Pippin pasan de ser cargados por orcos a discutir con ancianos árboles parlantes y caminantes. Frodo y Sam tropiezan con Gollum, la criatura de quien apenas tuvimos un vistazo en el prólogo de La Comunidad del Anillo; y el tercio de historia en el que Jackson y su grupo de guionistas parecen haber puesto la mayoría de sus canicas, Aragorn y compañía, brilla por la presencia de muchos más humanos que en la cinta anterior. Uno podría pensar que el peso de esta elección puede deberse a las limitaciones que todavía presenta la tecnología de animación para mostrar de manera convincente personajes dibujados digitalmente, ya que Gollum y los árboles errantes son precisamente de esta naturaleza. Sin embargo, los movimientos de los árboles están muy bien calculados para no resultar aberrantes y, sobre todo, el Gollum y su interacción con los personajes vivos resultan tan creíbles que debo decir que, excepto por unas poquísimas tomas del rostro, es sin duda el personaje animado más real que se ha presentado en cine desde que se empezó a utilizar esta forma de dibujo. Además, en el tercio de película que sigue a Aragorn, las batallas de ejércitos multitudinarios de humanos, elfos y orcos creados virtualmente son la norma, haciendo gala de una impresionante combinación de efectos especiales que van desde la tradicional proyección trasera a las pantallas azules y las miniaturas, combinadas todas exitosamente por medio de tecnología digital.

Pero no quisiera dar la impresión de que Peter Jackson es sólo un virtuoso director de tecnología. Justo como lo mostró en Criaturas Celestiales, una de sus películas anteriores, y en La Comunidad del Anillo, Jackson ante todo es un buen narrador que, si opta por el despliegue de efectos visuales, es porque sabe cómo utilizarlos para enriquecer el medio que ha escogido para contar sus historias. Quien ha leído y comentado la obra de Tolkien se da cuenta de que no hay sustituto para los personajes y pasajes creados en la imaginación particular de cada fiel lector. Jackson evidentemente es uno de tantos; sólo que, afortunadamente, su talento alcanza para compartir esa visión con el resto de nosotros.
(Publicado originalmente el 25 de Diciembre de 2002, en La Voz de la Frontera.)

El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo ****

(The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, Nueva Zelanda/E.U. 2001) Clasificación ‘A’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

A quienes, contra todos los pronósticos, nos salvan al mostrarnos lo mejor de sí.
“Hace mucho tiempo, en una tierra muy, muy cercana...” así podría iniciar esta versión fílmica del primer volumen de la novela El Señor de los Anillos, La Comunidad del Anillo. Para el espectador común, no es más que continuar la moda –revivida con Episodio I, EU 1999- de las sagas al estilo de La Guerra de las Galaxias, con todos los adelantos tecnológicos a que ya estamos acostumbrados en los últimos años. Pero para una buena parte del público que acudirá a las salas cinematográficas este fin de año, La Comunidad del Anillo es, en realidad, “la madre de todas las sagas”. Al menos en el papel.

La largamente esperada cinta (La Comunidad del Anillo se publicó inicialmente en 1954 y desde entonces ha ido ganando admiradores que ahora se cuentan en millones alrededor del mundo) trae a la vida a los habitantes de la Tierra Media, creados por J.R.R. Tolkien (1892-1973), profesor de Anglo-Sajón en Oxford y autor de una de las obras literarias de ficción más imaginativas del siglo veinte. La historia es más conocida de lo que pudiera pensarse: el protagonista, un personaje aparentemente insignificante, descubre un buen día que está predestinado a una vida muy distinta a la que hasta el momento conoce, y se ve envuelto, casi contra su voluntad, en la aventura más grande de todos los tiempos. En el proceso, por supuesto, se descubre a sí mismo capaz de proezas y un heroísmo nunca antes imaginados. ¿Suena familiar?

Lo anterior bien podría ser la descripción de Luke Skywalker. Pero no: se trata de Frodo, un pequeño hobbit (una de las especies de la Tierra Media de Tolkien) que, acompañado por otros hobbits como él, así como por elfos, enanos y hombres –la Comunidad del Anillo-, se embarca en una valerosa lucha por la prevalencia del bien sobre el mal, iniciada 20 años antes de que George Lucas creara su ahora legendaria ópera espacial.

Precisamente por estar basada en una novela tan exitosa (y al igual que la reciente Harry Potter y la Piedra Filosofal), La Comunidad del Anillo (dirigida por el neozelandés Peter Jackson y adaptada por Frances Walsh, mismo equipo que hiciera, en 1994, la dramática Criaturas celestiales, con la pre-titánica Kate Winslet) ha recibido una acogida mixta: la del público en general, que la está favoreciendo como la gran película épica que es, y la de los lectores, que -mucho más que en el caso de Harry Potter- rápidamente están aprobando o rechazando los resultados.

En lo personal, puedo decir que ha sido muy emocionante el ver a los nerviosos hobbits Frodo y Bilbo Baggins (Bolsón en la versión en Español) cobrar vida en las personas de Elijah Wood e Ian Holm, así como a Ian McKellen ponerse el sombrero picudo del gran mago Gandalf, mientras recorren juntos los fantásticos lugares descritos por Tolkien en sus novelas, deteniéndose de vez en cuando para tomar una de sus siete u ocho comidas diarias (bienvenida también es la reaparición de Christopher Lee como el mago Saruman, haciéndonos recordar a uno de los mejores Dráculas del cine). Más que exigir apego al material original, he disfrutado la visión particular de Peter Jackson, que trae al gran público una historia que realmente vale la pena conocer, no sólo en la pantalla, sino, y sobre todo, en las páginas de donde sale.

Por otro lado, prepárese: La Comunidad del Anillo dura 178 minutos, así que puede esperar un largo relato épico bien contado y sin desperdicio, que, como se anuncia, es únicamente la primera de tres partes. El éxito de esta primera entrega, afortunadamente, es palpable cuando, al cabo de las casi tres horas, al correr los créditos finales, la sala en general protesta con sorpresa, pidiendo más aventuras. Es seguro que el año entrante, ese mismo público seguirá acompañando al pequeño Frodo y compañía en su travesía, donde, por supuesto, el bien seguirá triunfando.
Paz a los hombres de buena voluntad.
(Publicado originalmente el 26 de Diciembre de 2001, en La Voz de la Frontera.)

viernes, 5 de octubre de 2007

Identidad desconocida ***

(The Bourne identity, EUA 2002) Clasificación ‘B’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

A estas alturas del año ya no hay duda: las cintas de espías se han convertido en el leit motif del 2002 para los productores y distribuidores de cine comercial. Esta semana toca el turno a Identidad desconocida, con Matt Damon como el desmemoriado asesino internacional Jason Bourne, de la exitosa novela El caso Bourne, publicada en 1980 por el maestro de la intriga internacional Robert Ludlum, y adaptada en esta ocasión para la pantalla grande por Tony Gilroy para el director Doug Liman.

El caso Bourne, situado en medio de la Guerra Fría, presentaba la historia de un hombre que pierde la memoria durante un violento incidente en Europa. Tratando de recuperar su identidad, el tipo descubre que su nombre podría ser Jason Bourne, y también se da cuenta de que posee habilidades físicas e intelectuales fuera de lo ordinario. Básicamente piensa y actúa precisamente como un asesino sistemático. Encima, descubre que sus posibles acciones pasadas tienen mucho qué ver con las del terrorista Carlos, personaje real que durante las décadas de los 70s y 80s fuera buscado infructuosamente por las policías de todo el mundo... algo así como el Bin Laden de la época (menos mal que el mentado Carlos actualmente está embotellado, así que todavía tenemos esperanzas con el barbado talibán). Bourne está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias para saber quién es, cueste lo que cueste y, como dicen, caiga quien caiga.

En esta versión fílmica, Identidad desconocida, actualizada al siglo XXI, ya sin Guerra Fría pero con las broncas que todos conocemos y que por supuesto es muy pronto –y arriesgado- tratar en el cine de entretenimiento, El caso Bourne se convierte en una intriga apenas dibujada que sirve de pretexto para hilar las excelentes escenas de correteos, balaceras y las infaltables persecuciones automovilísticas que, para variar gratamente, fueron montadas a la antigüita por el director, en el mejor estilo de Contacto en Francia (Friedkin, EUA 1971), sin grandes explosiones ni carros o motos voladores, como se ha vuelto costumbre últimamente, gracias al avance en la tecnología de efectos visuales. Precisamente el avance tecnológico brilla más cuando no tenemos qué pensar en “cómo le hicieron”, pero indudablemente está presente, especialmente en un par de realistas escenas peligrosas en que el personaje de Damon se vuelve émulo del Hombre-Araña, con resultados mucho más aceptables que los del lamentable dibujo animado presentado por Sam Raimi y compañía el verano pasado. Bien por el equipo de efectos especiales al servicio de Liman.

Actúa también la joven alemana del fantástico nombre Franka Potente (Corre Lola corre, Alemania 1998), como Marie, la fémina obligada cuyo único negocio en la historia es... correr junto a Bourne y darle un pretexto para hablar y permitirnos seguir sus pensamientos sin tener que recurrir a una voz sobrepuesta a la acción. Por cierto, no me había fijado cuánto se parecen Damon y Potente; hay escenas en que bien podrían pasar por la misma persona. El resto del reparto incluye a Chris Cooper como el jefe/dueño de Bourne, Brian Cox como el burócrata que le demanda resultados para el Congreso, la jovencita Julia Stiles como la secre malhumorada y respondona en los momentos clave, tal vez porque se la pasa encerrada en su cuartito de París pegada al teléfono, mientras Bourne huye de otros agentes, entre los que destaca (por nombre, más que por el inexistente personaje que le toca) el serio-aburrido Clive Owen, que aquí no hace más que apuntar desde la mirilla de su rifle.

Buena película de acción, Identidad desconocida no le hace mucha justicia al género de intriga en lo que hace a historia. Considerando que Ludlum escribió una aclamada trilogía sobre Jason Bourne, si Hollywood desea hacer lo mismo en la pantalla los productores tendrán que invertir un poquito más en un buen guionista. Total, ya nos dejaron picados con las corretizas.
(Publicada originalmente el 23 de octubre de 2002, en La Voz de la Frontera.)

Monsters, Inc. ***1/2

Clasificación ‘A’ (EU 2001)
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

¡Qué buena suerte tienen los chamacos hoy en día! Después de un estreno dedicado a ellos casi cada mes durante el 2001, con Shrek a la cabeza, seguida por Final Fantasy y Atlantis de Disney, sin olvidar Como Perros y Gatos y la recién estrenada Harry Potter y la Piedra Filosofal, o bien, la modesta Serafín de manufactura nacional, pasando por las más tradicionales, como Kirikou y la Hechicera, El cisne trompetista y hasta la veraniega llamarada de petatiux Atlético San Pancho. Y por si fuera poco, a dos semanas de terminar el año, todavía nos queda por estrenar la largamente anticipada El Señor de los Anillos... (repito y corrijo: ¡qué buena suerte tenemos los chamacos!)

Esta semana, mientras tanto, podemos deleitarnos con el nuevo juguete de Pixar y Disney, Monsters, Inc. Siguiendo los trancazos Toy Story, Toy Story II y Bichos, John Lasseter y compañía nos ofrecen esta nueva cinta animada llena de imaginación, emoción, acción y comedia donde el temible monstruo peludo Sully aterroriza a los niños humanos, ayudado por el eficiente y redondo cíclope verde Mike. Pero entendamos que no es nada personal: simplemente es su trabajo. Los dos simpáticos compañeros son ciudadanos de Monstruópolis y trabajan en Monsters, Inc., una especie de CFE (sin los terroríficos recibos, por cierto, aunque el símil nos resulte inevitable a los espectadores cachanillas) que se encarga de embotellar los gritos de los asustados niños, para proporcionar energía a la ciudad de los monstruos.

Sorprendentemente, la comedia en la versión en Español (con las voces de nada menos que Víctor Trujillo, el tenebroso payaso telero Brozo, como Sully y el Güiri-güiri Andrés Bustamante como el ojón Mike) corre por cuenta de la pequeñita que compone la tercia de esta aventura, con un graciosísimo doblaje que combina la versión en Inglés (por una niña de 4 años, Mary Gibbs) y la voz en Español de una bebita de apenas 2 años, Alicia Vélez. Desafortunadamente en esta ocasión no tenemos la oportunidad de disfrutar la versión subtitulada en las salas locales; de lo contrario, los seguidores de Billy Crystal podrían verificar que el redondo y verde Mike no es sino una caricatura del versátil y menudo comediante. En ese sentido, el trabajo de Trujillo resulta más efectivo, en la creación de su personaje, que el de Bustamante, quien a ratos parece intentar una imitación de Crystal, y a ratos parece adoptar su alter ego de Güiri-güiri.

Ingeniosa y efectiva, sorprende el grado de avance de la tecnología de animación, al hacernos dudar (como en Fantasía Final) sobre si lo que vemos no son en realidad fotografías de objetos reales en lugar de complejísimos dibujos. Baste ver las escenas del peludo Sully en movimiento para comprobar lo que se ha avanzado desde los pelos tiesos en los monos de Toy Story. De resaltar también es la partitura musical, a cargo de Randy Newman, que con su efectivo jazz complementa el ambiente retro-industrial (nuevamente, en las diferencias con la versión subtitulada, se encuentra la omisión de la canción “If I didn’t have you” en los créditos finales, interpretada por los actores originales John Goodman –Sully- y Crystal)

Sin llegar a los excelentes niveles cómicos de Toy Story I y II (o la delirante Shrek, incluso), Monsters, Inc. cautiva con buen humor de principio a fin, así como los efectivos momentos obligados de ternura y las excelentes escenas de acción que ya hubieran querido Schwarzenegger, Willis y Stallone juntos en sus mejores tiempos. O será que, como se anticipó en Final Fantasy, éste es el nuevo camino de Hollywood y los actores animados, ya sean atractivos humanos o peludos monstruos, terminarán por reemplazar a las actuales estrellas de carne y hueso. Para dar miedo.
(Publicada originalmente el 19 de diciembre de 2001, en La Voz de la Frontera.)

jueves, 4 de octubre de 2007

Otro día para morir ***

(Die another day, EUA/Reino Unido 2002) Clasificación ‘B’
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Por: Joel Meza

¿Qué es Bond? En palabras de mi señora madre, buscando disuadirme de ir al cine para ver mi primera película del agente 007, Moonraker Misión espacial, James Bond es un espía de caricatura en películas donde hay muchos balazos, muchos carros deportivos y muchas mujeres, no necesariamente en ese orden. Dos reflexiones: cuánta razón tenía mi mamá y cómo me divertí esa tarde de cine.

Veintitantos años y nueve películas después, además de la muy disfrutable retrospectiva, en video, de las cintas anteriores a Moonraker, esa primera definición de Bond sigue vigente. Pero, ¿qué es Bond, más allá de la apreciación de una madre preocupada en mostrar el buen camino a su retoño preadolescente? Bond es la serie cinematográfica más larga e importante en la historia: en 2002, año de estreno de Otro día para morir, cumplió cuarenta años. El agente 007, creado por el escritor inglés Ian Fleming en la serie de novelas de espionaje que lo hicieran famoso, ha sido interpretado ya por seis actores en veintidós películas (contando, por supuesto, a David Niven en Casino Royale y la “no oficial” Nunca digas Nunca Jamás con el retorno de Sean Connery). Sin duda, el concepto es la inspiración (y víctima) de incontables copias, parodias y referencias en cine y televisión alrededor del mundo.

Cualquiera que haya visto un par de películas de Bond (o sus imitaciones) puede identificar casi con los ojos cerrados los elementos de la exitosa fórmula: después de una breve aventura introductoria en algún lugar exótico, con las balaceras y explosiones de rigor, James Bond debe tener un encuentro con su jefe “M”, la cabeza de MI6, el servicio secreto de inteligencia británica, para que se le asigne su nueva misión. De ahí al laboratorio de “Q”, el genio que le muestra lo último en tecnología para destruir todo lo que se le atraviese. Esta secuencia siempre es muy cómica e incluye, invariablemente, la presentación de algún arma pequeñísima y muy efectiva, así como un automóvil deportivo cargado de un arsenal digno de ser inspeccionado por la ONU. Así, Bond está listo para enfrentar al megalómano del día que, independientemente de los métodos que elija, siempre desea apoderarse del mundo. Por supuesto que debe haber al menos un par de féminas de por medio, una buena y una mala y es tarea de Bond descubrir cuál es cuál, aunque por sus características físicas uno podría discutir que una de las dos es la buena y la otra lo es más. No puede faltar la escena en que el malo tiene la oportunidad de acabar con Bond de una vez por todas y para beneficio del gremio, sólo que todos los malos de estas películas sufren, ahora sí, del mismo mal: les encanta echarse un discurso explicando en qué consiste su desalmado plan y todavía más, sueltan el secreto de cómo detenerlo, mientras Bond está sujeto a algún portento de la tecnología cuyo único fin es matarlo de una forma por demás lenta, espectacular e ineficiente; lo suficiente como para que Bond escape y, en efecto, detenga los malévolos planes, salvando al mundo nuevamente, para obtener su merecida recompensa en los brazos de la dama ganadora del concurso de bondad mencionado antes, mientras “M” lo busca por cielo, mar y tierra para la siguiente misión. En resumen, simples y confiables caricaturas.

Otro día para morir, del director Lee Tamahori, nuevo en la franquicia, toca todos estos puntos religiosamente, aunque en esta ocasión se introducen algunas situaciones totalmente nuevas para la serie y para Bond mismo. Muy posiblemente por la competencia actual en pantalla, el guión de Neal Purvis y Robert Wade hace que las espectaculares secuencias de acción se sucedan una a la otra sin descanso, eso sí, haciendo avanzar la trama aún durante las corretizas. Pierce Brosnan perfectamente instalado en el papel del 007, en esta su cuarta intervención, dejándonos con ganas de una quinta y más. El joven Toby Stephens crea un villano digno de Bond y la hermosa y oscareada Halle Berry es una de las dos chicas Bond en turno, en una actuación divertida e inteligente. El ex Monty Python John Cleese debuta en forma muy digna como “Q”, a su vez homenajeando discretamente a su antecesor, el querido Desmond Lewellyn; y Dame Judi Dench, también en su cuarta oportunidad en el papel de “M”, cuida de los pasos del 007. O por lo menos lo intenta. Y no puede faltar Miss Moneypenny, nuevamente la bella Samantha Bond, como en todas las películas con Brosnan al frente, llevando en esta entrega su tradicional e “inofensivo” coqueteo con James a límites virtualmente insospechados. Además de las novedades en esta vigésima cinta “oficial”, hay que abrir bien los ojos y oídos a los homenajes a toda la serie, espolvoreados de principio a fin en imágenes, secuencias, nombres y hasta partitura musical. Si Otro día para morir no lo divierte, seguramente ninguna otra aventura jamesbondesca lo hará. Cuarenta años después, aún nadie lo hace mejor.

La Edición Especial en DVD contiene dos discos con la película en pantalla anamórfica (letterbox), varios documentales detrás de las cámaras más o menos entretenidos, el video del tema musical cantado por Madonna y su respectivo detrás de las cámaras, los cortos originales y galerías de fotos. Como alternativa, se incluyen dos bandas sonoras de comentarios, una con el director y el productor Michael G. Wilson y la otra con Pierce Brosnan y Rosamund Pike, la otra chica Bond del filme. Sólo para correligionarios, definitivamente.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Los excéntricos Tenenbaum ****

(The Royal Tenenbaums, EUA, 2001) Clasificación ‘B-15’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Para quienes sostienen que los valores familiares no son importantes en los estadounidenses, un botón de muestra, La familia Tenenbaum. Dirigida por Wes Anderson a partir de un guión escrito junto con el actor Owen Wilson (el genial compañero de Jackie Chan en Shanghai Kid), Los excéntricos Tenenbaum explora de manera episódica la vida de una familia como cualquier otra: la madre, Anjelica Huston, educa a sus hijos para ser niños prodigio; el padre, Gene Hackman, les dispara con rifles de postas.

Anderson y Wilson presentan a sus personajes por medio de una narración cortesía de Alec Baldwin, sobre escenas descriptivas y al grano. Ben Stiller es Chas, el hermano mayor y genio de las finanzas; Gwyneth Paltrow es Margot, dramaturga consumada y Luke Wilson es Richie, un prometedor tenista. El propio Owen Wilson interpreta a Eli, el vecino de enfrente, que más bien es el cuarto Tenenbaum y escribe literatura menor con gran éxito económico. Cosas terribles deben haber pasado en la vida de cada uno de los Tenenbaum, porque en su adultez todos parecen haber olvidado sonreír. Y quienes los rodean no son nada diferentes. Danny Glover, Bill Murray y Kumar Pallana completan el cuadro, aparentemente bajo la consigna de “chin chin el que se ría”.

La efectividad de la cinta radica en un excelente reparto, al servicio de un graciosísimo guión sin concesiones baratas y que nunca traiciona su premisa original. Muy meritorio el diseño de producción, con vestuario, colores y decorados impecables y consistentes con el tono de la película. Échele un ojo, por ejemplo, a las camisas y corbatas de Royal, el papá, mientras sube o baja las escaleras de su casa, o al abordar los omnipresentes taxis gitanos. O bien, note las páginas y portadas de los libros que desfilan por la pantalla. Una gran atención al detalle, sin duda, que refleja un cuidadoso balanceo entre una terrible seriedad y una tristeza crónica, utilizando el humor negro como barra de equilibrio. Sólo así puede provocarnos fuertes carcajadas el ver a un hombre fingir una enfermedad terminal para escapar de su desamparo. No le dé pena; ¿para qué, si no, es la familia?
(Publicada originalmente el 8 de Mayo de 2002, en La Voz de la Frontera.)

¿De qué lado estás? *1/2

(México/Alemania/España, 2002) Clasificación ‘B’
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Dirigida por Eva López Sánchez, ¿De qué lado estás? intenta presentar una o, si se puede, varias situaciones controversiales, supongo que para provocarnos y dar pie a su nombre. Y se queda en el intento.

Bruno Müller es un extranjero recién llegado a México, D.F. en 1971, cuando, según nos sugiere el prólogo, el ambiente nacional es tenso debido a las revueltas estudiantiles producto del conflicto del ’68. Dado que esta cinta recibió una clasificación ‘B’, me inclino a pensar que la mayoría de los adolescentes que acudan a verla tendrá problemas para identificar ese México de hace 31 años. Y es que por mucho que, independientemente del lado que tomemos, el 2 de octubre no pudiera ser olvidado por quienes ya vivíamos entonces, la realidad es que tales acontecimientos, aún en este 2002, no forman parte de las lecciones escolares de Historia y sabemos un poco de lo que ocurrió, más por libros como los de Elena Poniatowska, que por otras fuentes que deberían ser más confiables. El guión del argentino Jorge Goldenberg y la propia López Sánchez asume que el público conoce el conflicto y sus implicaciones, y se sirve de lugares comunes para representar tanto a las autoridades como a los activistas, mientras que inserta cabos sueltos aquí y allá. Como resultado, poco aprendemos de las motivaciones de ambos. ¿Por qué el gobierno mexicano habría de espiar y perseguir a comunistas? ¿Por qué corren los estudiantes después de repartir volantes o hacer pintas? ¿Por qué las hacen, en primer lugar? A los ojos del público adolescente o cualquiera con poco conocimiento sobre el tema, y que quisiera seguir la trama, las pintas, amén de su contenido, son el único delito que cometen los activistas.

Así que, en resumen, ¿De qué lado estás? se trata de cómo algún nivel de gobierno mexicano (nunca se especifica que en efecto lo sea) enrola espías extranjeros para acabar con el molesto graffiti. El resto es apelar a nuestra muy desarrollada capacidad para la desinformación. ¿De qué lado estoy? Del lado del buen cine, por supuesto.
(Publicada originalmente el 15 de Mayo de 2002, en La Voz de la Frontera.)

Superman ****

(Reino Unido, 1978)
Por: Joel Meza
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Un helicóptero sufre un desperfecto al despegar del techo de un rascacielos y queda atascado en la cornisa, a decenas de metros de altura. El piloto se ha desmayado. Su única pasajera sale disparada de la cabina y alcanza a sujetarse del cinturón de seguridad pero es claro que su desplome al vacío es inevitable. Abajo, la gente se arremolina en la calle, aterrada e impotente. Las manos de la mujer pierden fuerza y sueltan el cinturón. La caída es terrible. De pronto, lo increíble. Un hombre con una larga capa roja vuela desde la calle hasta la punta del edificio, ante los asombrados ojos de la muchedumbre y atrapa a la mujer en el aire, salvándola de una muerte segura. Pero el peligro no ha pasado. El helicóptero se suelta de la cornisa y también cae hacia la calle. El público, abajo, grita. Arriba, el hombre de la capa roja, con la mujer en brazos, sigue volando e intercepta al helicóptero. Nuevamente algo increíble sucede: el hombre atrapa con una sola mano la nave y detiene su caída. Acto seguido, mujer y helicóptero son depositados suavemente en el techo del rascacielos. Abajo, en la calle, la gente vitorea y aplaude a rabiar. Arriba, el hombre de la capa se identifica como "un amigo" y remonta el vuelo, para perderse en la oscuridad de la noche.

Por supuesto, esta es la emocionante primera hazaña de Superman en la película del mismo nombre, dirigida por Richard Donner (La Profecía, Reino Unido 1976) y estrenada en 1978. Así como la multitud de la escena, quienes vimos la cinta en su momento en las salas de cine quedamos boquiabiertos y aplaudimos eufóricos con algo que no habíamos visto antes en la pantalla: un hombre volando y realizando proezas sobrehumanas, con un realismo nunca antes logrado. Donner aprovechó nuestra familiaridad con el popular personaje de los cómics, la televisión y las viejas películas en blanco y negro, y consiguió que aceptáramos la fantasía al imprimir verosimilitud a cada escena, en principio gracias a los fabulosos efectos especiales, que nos convencieron de que un hombre podía volar, atrapar aviones y cohetes en el aire, doblar el acero con sus manos, detener el hundimiento de la Falla de San Andrés y hacer girar al mundo al revés. Pero el verdadero logro estuvo en la historia y el elemento humano en pantalla.

Muchas cosas podían haber salido mal. Donner era un director de series televisivas como Kojak y Las Calles de San Francisco, con sólo una exitosa película de terror bajo el brazo (en los ochentas dirigiría las Armas Mortales con Mel Gibson). Para el papel de Superman se eligió a un actor desconocido, el joven Christopher Reeve quien, para empezar, era igualito al Superman de los cómics y las caricaturas. Puesto sobre las calles de Manhattan, Reeve le dio al personaje un aire natural, si se me permite la expresión, vestido de mallas azules, botas rojas brillantes, larga capa... y los calzones rojos arriba de los pantalones. Claro que no tan ridículo como el hecho de que Superman se oculta tras una personalidad secreta, la del tímido reportero Clark Kent, que simplemente por usar traje de calle y lentes ya no es reconocido como el fortachón de dos metros que atrapa aviones en pleno vuelo. Precisamente. Véase cómo la postura y actitud de Reeve cambian, convirtiéndolo en un torpe mastodonte que estorba el paso. La aproximación de Reeve a los dos personajes los separa completamente y permite que la fantástica trama siga su curso, creando las relaciones correctas con los demás personajes en los distintos contextos: como Superman, con Jor-El, su padre extraterrestre interpretado por el en ese entonces ya legendario Marlon Brando, y con el criminal Lex Luthor, nada menos que Gene Hackman fresquecito de sus Contactos en Francia. Y como el sumiso Clark Kent, con su jefe Perry White, en esta ocasión el otrora actor infantil Jackie Cooper, y por supuesto su eterno amor imposible, la intrépida reportera Lois Lane, traída a la pantalla como una mujer profesional independiente de los setentas, por Margot Kidder. Pero a su vez Lois tiene a Superman por inalcanzable, y aquí la película encuentra su corazón, al entrelazarlos en una divertida entrevista privada, que la reportera y el héroe continúan con un ballet en las nubes, y llevándonos al clímax, en que Superman debe decidir entre salvar a Lois o a la humanidad.

La historia fue encargada a Mario Puzo (autor de El Padrino) quien siguió el mítico relato del héroe en un guión conjunto con Robert Benton (Kramer vs. Kramer) y David y Leslie Newman, logrando una divertida y emocionante comedia de aventuras con el justo toque sentimental del compromiso heróico. La excelente cinefotografía estuvo a cargo de Geoffrey Unsworth, de 2001: Una Odisea Espacial y a quien está dedicada la cinta, al fallecer poco después de su filmación. Junto con el equipo de efectos especiales, antes de la era digital, Unsworth nos convenció de que un hombre podía volar envuelto en el diseño de producción de John Barry y la increíble partitura de John Williams, los mismos de La Guerra de las Galaxias, estrenada un año antes.

Con todos estos elementos, puestos con mano segura en la pantalla por Donner, Superman sigue siendo tal vez la mejor película adaptada de un cómic. La edición en DVD, disponible en regiones 1 y 4, incluye la versión restaurada en pantalla ancha, con ocho minutos extras de escenas eliminadas de la versión de cine, tres documentales sobre la filmación, entrevistas actualizadas con los actores, el director y su equipo; dos bandas sonoras alternas, una con la música completa de Williams y otra con valiosos comentarios de Richard Donner y Tom Mankiewicz, el brazo derecho de Donner en esta cinta. Y como curiosidad, podemos ver las audiciones de Margot Kidder (entre otras actrices que se quedaron en el camino, como Mary McDonnell, por ejemplo) para Lois Lane y Christopher Reeve para Superman y Clark Kent. Una excelente opción para volver a creer.
(Publicado originalmente en La Voz de la Frontera, el 17 de Octubre, 2004.)