jueves, 28 de abril de 2016

Enemigo invisible ***

(Eye in the sky, Reino Unido 2015) Clasificación México ´B-15´/ EUA ´R´
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Nada como una buena película de suspenso para mantener al espectador al borde del asiento por la hora y media reglamentaria que, por cierto, deberían observar más seguido los cineastas. Enemigo invisible, del director sudafricano Gavin Hood, es un muy buen ejemplo de cómo hacerlo.

La historia es relativamente sencilla: Una coronel del ejército británico debe bombardear una casa “de seguridad” en Nairobi (Kenia), donde está reunido un grupo de terroristas. El problema para los superiores de la coronel es que la mentada casa se encuentra en medio de un barrio popular, rodeada de familias inocentes, junto a un mercado sobre ruedas y, pa’cabarla, a un lado de la casa hay una niña jugando al hula hula. Entonces las grandes preguntas que nos mantienen en expectativa a lo largo de la película son: En qué momento va a ocurrir la explosión y si, cuando suceda, la niña se salvará.

Ahora, ¿cómo saben la coronel y sus superiores todos estos detalles? Y, más importante aún, ¿cómo lo sabemos nosotros? Aquí está la gracia de la narración del director Gavin. Resulta que ninguno está en Nairobi; ni siquiera en Kenia o en África. La coronel y su equipo de analistas se encuentran en una base militar en Londres; el general al que reporta está al otro lado de la ciudad, en reunión con miembros del gabinete de seguridad del Primer Ministro. Y el piloto del avión norteamericano de reconocimiento y ataque que sobrevuela Nairobi, dirige su aparato desde una base en Las Vegas.

Así, gran parte de lo que vemos no es a la niña jugando junto a la casa a punto de ser bombardeada, sino a estos militares y políticos al otro lado del mundo, discutiendo la legalidad y moralidad de lo que están a punto de hacer, mientras ven (y vemos) en pantallas de video las imágenes que les envía el avión manejado a distancia.

Enemigo invisible funciona no sólo por la simpleza del suspenso manejado, sino por la honestidad con que utiliza a sus personajes: ninguno tiene una agenda escondida y todos están convencidos de que tienen un trabajo y un deber que cumplir. En corcondancia, el reparto a su vez nos convence de ello, a través de las conocidas y veteranas caras británicas de Helen Mirren, en el papel de la coronel al mando, y Alan Rickman (recién fallecido y a quien está dedicada esta, que fue su última cinta) como el seco y preciso general; el joven Aaron Paul (“Jesse” en Breaking Bad) es el piloto y artillero a distancia y, en el papel del único operativo de espionaje en el sitio en Nairobi, el joven Barkhad Abdi, a quien recordamos como el infame líder pirata que secuestra a Tom Hanks en Capitán Phillips. Todos ellos y nosotros, cada quien literalmente en su silla, sudando la gota gorda.

sábado, 23 de abril de 2016

Avenida Cloverfield 10 ***

(10 Cloverfield Lane, EUA 2016)
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Ah, qué bonito ejercicio de intriga y suspenso nos da en su ópera prima el director Dan Trachtenberg. Desde el principio solamente sabemos lo que sabe la protagonista, la citadina veinteañera Michelle: despierta encerrada en un búnker bajo tierra, habiéndose volcado en un accidente carretero, justo después de abandonar a su novio. Comparte su encierro con Emmett, un joven pueblerino, aparentemente bueno para nada que confía ciegamente en Howard, el viejo y gordo granjero dueño del búnker en que los tres deben sobrevivir un supuesto ataque masivo que, a decir de Howard, ha destruido todo en la superficie.

Es fácil para Michelle (Mary Elizabeth Winstead) y para nosotros dudar de todo lo que dice el viejo Howard (John Goodman) y pensar, más bien, que no se trata de otra cosa que de un enfermizo secuestro, donde el granjero eventualmente aprovechará su dominio de la muchacha para satisfacer quién sabe qué bajos instintos. Sin embargo, la presencia voluntaria del inocentón Emmett (John Gallagher Jr.) nos hace dudar, si no a Michelle, sí a los espectadores (Emmett asegura que ha sido testigo de los primeros bombardeos).

El director Trachtenberg rápidamente nos enrola en la cercana convivencia del trío, que eventualmente parece acostumbrarse al claustro: comen, cantan, juegan Monopoly y ven películas juntos. Sin embargo, Michelle nunca termina de aceptar la situación y eso basta para que busque la forma de escapar. El que todo el tiempo estemos del lado de la muchacha y no del lado del granjero es natural, dado lo disparatada que suena su historia y dadas algunas situaciones nuevas que poco a poco va descubriendo ella.

Y aunque todo se acomoda para que nuestros deseos sean los mismos de la protagonista, hay algunas cosas que no encajan… o que tal vez encajan demasiado bien. Sí: Howard parece estar tumbado del burro y sí: parece tener encerrada a la fuerza a Michelle. Pero han pasado y se han escuchado algunas cosas, tanto en la superficie como en el búnker, que a ratos nos hacen dudar. ¿Quién tiene la razón? ¿Howard y Emmett, o Michelle y Emmett? No hay un momento de la película en que no queramos saber la verdad. Claro, hasta que el director nos revela la verdad. Ah, pero queríamos saber…

Desierto **1/2

(Desierto, México, 2015)
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Una efectiva historia de suspenso al estilo “el gato y el ratón”, donde el escenario es el desierto fronterizo entre México y los Estados Unidos; el gato es un gringo fundamentalista, de esos que se toman por su cuenta la “protección” de su frontera; y el ratón, o ratones, mejor dicho, son un grupo de migrantes de los que cruzan todos los días ilegalmente, buscando el sueño americano.

El director Jonás Cuarón escribe (junto con Mateo García) y dirige Desierto de una forma muy compacta, usando con economía su corta duración (poco más de hora y veinte), mostrando sólo los elementos necesarios para iniciar y mantener el suspenso: en los primeros minutos de película, el grupo de migrantes, encabezado por un asoleado Gael García, se ve forzado a cruzar a pie por una extensa zona desértica, desconocida para los dos ineptos polleros que los llevan al otro lado (Marco Pérez, a quien vimos en 2015 como Sergio Andrade, en Gloria, y Diego Cataño, que en 2004 fue uno de los dos niños en Temporada de Patos). Por otra parte, el gringo fundamentalista se prepara para el día: carga en un pick up su rifle de alto poder, su perro cazador y su botella de whisky.

Unos minutos después, el gringo (Jeffrey Dean Morgan) se cruza en su camino con un agente de la border patrol, que a todas luces está harto de su trabajo y de lidiar con gente como estos autoproclamados protectores de la frontera. No hay más advertencia del agente al cazador que “mantente en el camino estatal”, seguido de gestos que implican que ambos saben que eso no va a suceder.

En contraste, para los polleros y los migrantes no hay ningún tipo de encuentro ni advertencia. Solamente el desierto que se extiende hasta donde el sol alcanza a quemar. Y en ese gran territorio desolado, mostrado sin adornos por la cámara de Damián García (El Infierno, 2010), eventualmente coincidirán cazador y migrantes. Apenas ocurra el primer disparo, la película se convertirá en una continua y frenética persecución, donde los cazados tratarán de escabullirse de las balas del gringo y de su temible e incansable perro.

El joven Cuarón sabe su negocio de contar historias cortas con una premisa que nos atrapa desde el principio. Recordará usted Gravedad, escrita por él para su director (y papá) Alfonso, donde el cuento también era sencillo: una astronauta abandonada en el espacio, tratando de regresar a la Tierra. En Desierto, los migrantes atrapados en esa vastedad ya no buscan vivir el sueño americano. Más bien, solamente vivir.

viernes, 15 de abril de 2016

Las aventuras de Mowgli ***

(Mowgli, Rusia, 1967)
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Al parecer, la competencia entre la Unión Soviética y los Estados Unidos no se limitó a la carrera armamentista y a la espacial: En 1967, el mismo año en que Disney presentó el exitoso y ahora legendario musical animado El Libro de la Selva, también se estrenó esta valiosa adaptación rusa de cinco cuentos sobre Mowgli, el niño criado por lobos en la selva de la India y que fueron publicados en 1894 y 1895, en las colecciones de El Libro de la Selva, del escritor británico Rudyard Kipling, nacido y criado en la India a mediados del siglo XIX y luego avecindado en los Estados Unidos, que es donde escribió estos libros.

Presentada como largometraje, en realidad se trata de cinco cortos de alrededor de 20 minutos cada uno, donde conocemos cómo llegó el cachorro humano a la selva y, rescatado por lobos, se libró de una muerte segura en las garras del malvado tigre Shere Khan. Los lobos son quienes bautizan al saltarín cachorro humano como Mowgli (“ranita” en Hindi) y convencen al resto de los animales de aceptar a este pequeño niño como uno de los suyos. Así, Mowgli se une a los lobos cachorros para aprender sobre la Ley de la Selva, bajo la tutela del paciente oso Baloo (“oso” en Hindi), cuidado por la noble pantera Bagheera (“pantera” en Hindi) y Kaa, una anciana y enorme serpiente pitón.

Cada cortometraje funciona como un cuento individual, a manera de fábulas sobre la amistad, la nobleza, la lealtad; en general, el balance de la vida en la selva ("buena caza", se desean unos a otros como saludo habitual). El tema recurrente es la insistencia de Shere Khan en tener el derecho a matar a Mowgli, dado que no pertenece a la selva y él lo vio primero, cuando era un bebé perdido. Mientras tanto, Mowgli crece en destreza y sabiduría, siempre ayudado por Baloo, Bagheera y Kaa. Otros personajes importantes son la familia de lobos con quienes crece Mowgli y los molestos Bandar-log, una tribu de monos que admiran a Mowgli y quieren convertirlo en su rey.

El estilo de dibujo y animación escogido por el director ruso Roman Davydov es muy distinto al de Disney, con imágenes más expresionistas que naturalistas, tanto en los personajes como en los fondos. La escasa fluidez de los movimientos, igualmente, contrasta con la naturalidad general de Disney, aunque me gustó cómo los personajes están animados de maneras distintas, que van de acuerdo a su personalidad, destacando los estilizados movimientos felinos de Bagheera y los del propio Mowgli al correr y nadar.

Finalmente, esta versión de El Libro de la Selva resulta más contemplativa, menos cómica y más violenta que la de Disney. Aquí, los animales no cantan pero sus reflexiones sobre la vida no dejan de ser poéticas y necesarias.

(Disponible en youtube, en Ruso con subtítulos en Inglés.)

viernes, 8 de abril de 2016

Compadres **

(México, 2016) Clasificación ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

La mayor virtud de Compadres es que nunca aburre. La historia es sencilla pero por alguna razón desconocida, el director Enrique Begné decidió contarla en una trama enredosa y enredada, que, en el mejor de los casos, ayuda al suspenso y, en el peor, al menos mantiene al espectador entretenido, tratando de entender, primero, quién le robó qué a quién y, segundo, por qué los personajes dan tantas vueltas por ciudades, garitas, pueblos y desiertos para salir de y regresar a Mexicali.

Garza, un teniente de la policía cachanilla (Omar Chaparro en plan de antihéroe de acción) debe recuperar dinero de la mafia para rescatar a su secuestrada novia (Aislinn Derbez). Así, se ve forzado a hacer pareja dispareja con un genio de las computadoras, un adolescente gringo, güero y botijón (Joey Morgan). La fórmula obliga a que Garza y el chamaco al principio se odien, agarren camino (en un convertible, por supuesto), se hagan amigos y en algún punto hasta se salven mutuamente, de modo que al final no puedan vivir el uno sin el otro.

Para variarle un poco, el director Begné y sus coguionistas Gabriel Ripstein y Ted Perkins hacen que el dinero en cuestión pertenezca a más de un mafioso, de modo que detrás de Garza y el gringo andan dos sicarios de aspecto y métodos muy peculiares (los actores Héctor Jiménez y Mauricio Barrientos (a) El Diablito), que por sí mismos son la contraparte de los protagonistas y hacen la mitad cómica de la película, dado que, aunque Chaparro y Morgan tienen algunos intercambios graciosos, sus escenas son más bien serias en una trama que se beneficiaría de más humor de todos los personajes.

Varias elecciones de Begné distraen: las muchas peleas cuerpo a cuerpo en que se enfrasca Garza son mostradas de una forma en que no se aprovecha la aparente habilidad de Chaparro para las artes marciales y no se entiende quién le pica los ojos a quién.

Otra complicación es la cantidad de policías, narcos (hasta Joaquín Cossío sale un ratito) y “hackers” a su servicio. El resultado es que todos se conocen entre sí, de ciudad a ciudad; todos saben del dinero y, a pesar de los “hackers”, que mueven el dinero electrónicamente, también aparecen fajos y fajos de billetes, de la nada.

Y, ni modo, la más importante distracción es completamente cachanilla: filmada en parte en Mexicali y sus alrededores, uno no puede evitar sustraerse a la historia cuando hay cosas que nos hacen conscientes de que estamos viendo una película: cómo que para llegar a la esquina del Perico Ladino tienen los policías que manejar por la Madero si acababan de pasar frente al Cine Reforma; cómo que al cruzar del otro lado a México se llega a la Salada; cómo que Virreyes está en Tijuana… Qué quiere usted: aquí vivo y aquí voy al cine. Supongo (porque no me acuerdo) que así pasó cuando todos fueron a ver El Moro de Cumpas…

viernes, 1 de abril de 2016

Batman vs. Superman: El origen de la justicia *

(Batman v. Superman: The dawn of justice, EUA 2016) Clasificación México 'B'/EUA 'PG-13'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

La premisa de Batman vs. Superman es sencilla. O, al menos, debería serlo. ¿Por qué Batman querría pelearse con Superman? Sus intenciones son buenas: Superman es un peligro para la humanidad, causando destrucción y muertes masivas en sus peleas con supervillanos. Además de hacer un resumen de la anterior (El Hombre de Acero), en los primeros minutos de esta nueva película, Superman lastima a un maleante de tal forma que, aunque no se muestran las consecuencias, es imposible que haya sobrevivido. Alguien tendría que meter en cintura al extraterrestre volador.

Por otro lado, ¿por qué Superman querría pelearse con Batman? Sus intenciones también son buenas: Al hombre murciélago no le importa romper la ley para detener criminales llegando, incluso y como se ve en esta película, a matar a los “malos”. Alguien tendría que pararlo en seco. Dos posturas contrarias, enfrentadas. Sencillo.

Pero el director Zack Snyder en esta ocasión hizo todo menos una película coherente con la premisa. La primera hora se desperdicia en una narrativa propia de los cortos/avances de cine, con mini diálogos que no lo son y mini escenas que no permiten acumular tensión. Solamente se remacha el punto de que Batman (Ben Affleck intentando protagonizar este amasijo) debe detener a Superman y viceversa, pero la película quiere que los dos superhéroes sean buenos, cada uno por su cuenta y para sus amigos (Superman para Luisa, Batman para Alfred) en una trama enredosa, como cierto discurso inútil que en algún punto se avienta el villano, Lex Luthor (Jesse Eisenberg, imitando al Guasón de El Caballero de la Noche) que, por cierto, también quiere matar a Superman (Henry Cavill simplemente haciendo acto de presencia, con su imagen igualita al Superman de las historietas).

A la desordenada y desconectada narrativa se agrega la insistencia en contar una historia de superhéroes de manera “seria”. Un hombre que vuela pero sufre por saberse superior a los demás; un millonario con un fantástico arsenal privado, motivado por vengar el asesinato de sus padres, cuando era niño. Un villano de caricatura sin ninguna motivación, pero que dice y hace cosas como cualquier terrorista actual. ¿Cuál es el punto de toda esta “seriedad”, si sólo es para llevarnos a una última hora de trancazo tras trancazo de los personajes titulares (que no entre ellos, por cierto)? ¿Ya nadie cree en rescatar gatos de los árboles?