(México, 2014) Clasificación México ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
La semana pasada, al comprar mi boleto para entrar a ver Un Atrevido Don Juan (Don Jon, la sorprendentemente buena ópera prima del actor convertido en guionista y director, Joseph Gordon-Levitt, 2013), la jovencita de la taquilla me advirtió, muy seria: "La película es clasificación B-15, pero tiene muchas escenas de sexo."
Como es notorio que hace rato pasaron los años en que los boleteros me preguntaban la edad cuando quería ver algo mayor que clasificación A, no creo que esta jovencita estuviera tratando de protegerme de nada. Más bien, supongo que el gerente del cine ordenó a los boleteros avisar al público acerca del contenido, para no recibir quejas de incautos espectadores que prefieren no ver "muchas escenas de sexo". A mí, dicho sea de paso, las tales escenas no me molestan y hasta las agradezco, siempre y cuando aporten a la historia que se está contando, o de perdis que sean muy buenas y la historia salga sobrando...
Hombre, pero si ya en el cine van a tener la política de ahorrarle corajes a uno antes de entrar a la función, que de una vez lo hagan con todas. Por ejemplo: "Rocky es clasificación B, pero se dan muchos guamazos". O bien, con La Guerra de las Galaxias: "Le advierto que salen muchas naves espaciales". O, para centrarnos en la película de la semana: "Mire, tiene muchas canciones de Juan Gabriel pero las cantan a'i más o menos y las bailan peor..."
Lo cierto es que la idea es bastante atractiva. A poco no: Un musical con canciones de Juan Gabriel. Igual que la mayoría de los mexicanos que ya andábamos por aquí en los últimos cuarenta años, conozco y disfruto muchas de las casi dos mil canciones que Juan Gabriel ha compuesto en medio siglo de carrera. Y, fuera de algunas que él mismo protagonizó en los 1970s, es una lástima que el poco cine musical mexicano no haya aprovechado este popular acervo.
Por lo tanto, ¿Qué le dijiste a Dios? de la directora Teresa Suárez (Así del Precipicio, México 2006) intenta picar piedra en un terreno prácticamente virgen, anunciando un alegre musical durante los créditos iniciales, con “Buenos Días, Señor Sol”. Pero lamentablemente lo que sigue a esta esperanzadora canción es tan pobre que mejor ni se hubiera molestado, por el bien del cine, del espectador y del propio Juan Gabriel.
Dos sirvientas pueblerinas, empleadas en el D.F. por una familia millonaria, junto con todas las mucamas de la adinerada colonia barren la calle mientras cantan “Yo no nací para amar”, acompañadas de los guaruras de sus patrones. Y aquí, en esta primera canción es cuando se me empezó a caer el corazón. Las actrices que interpretan a las dos sirvientas (Gina Vargas y Olinka Velázquez) cantan bien pero la coreografía que ejecutan es tan imaginativa como cualquier tabla gimnástica de primaria y hasta vergüenza debería darle a Guillermo Téllez, quien usurpa el título de Coreógrafo en los créditos. Para colmo, la elección de fotografiar este y el resto de los números musicales desde una cámara fija que para colmo se desenfoca en los rostros de los bailarines y al nivel del piso, resulta en “bailables” planos que no provocan ninguna emoción favorable.
Lo que sigue es digno de cualquier telenovela nacional y sin quitarle ni ponerle, anoto los temas presentados: discriminación por clasismo y racismo; adulterios, robos, secuestros, enfrentamientos a mano armada, violencia y heridos por arma de fuego, incluyendo niños. Así, se va al caño la alegría prometida. A pesar de que más o menos cada cinco minutos se inserta una canción de Juanga, para un total de trece, solamente las tres cantadas por un energético Víctor García (“Vienes o Voy”, que no conocía; “No Tengo Dinero” y “El Noa Noa”) son propuestas felices. Todas las demás (“Me he quedado solo”, “Debo Hacerlo”, “No me vuelvo a enamorar”, “Todo”, “Inocente pobre amigo”, “La Farsante”, “Déjame vivir”) tienen a sus intérpretes en pantalla (Érika de la Rosa, Mar Contreras, Alejandro de la Madrid y Mark Tacher) sufriendo la historia que les tocó representar y los pésimos bailables que tienen que ejecutar.
Decía que sólo Víctor García sale mejor librado pero hay otra excepción: la genial Regina Orozco, que hace de mamá de las dos sirvientas; más o menos a la mitad de la cinta se avienta, virtuosamente, la canción “Insensible” con un gusto contagioso que la convierte en la mejor de ¿Qué le dijiste a Dios?, pero en la débil trama este número musical sobra.
Para acabarla, ninguno de los personajes está escrito (por la propia directora Suárez) para ganarse la simpatía del espectador. Todos son odiosos, insensibles, abusivos y sin ningún sentido del bien y del mal. Nuevamente, el único que se salva es el personaje de Víctor García, que ni se imagina la fichita a la que le propone matrimonio.
Ni modo, pobre Juan Gabriel, que al final se avienta un palomazo que no viene al caso, mientras le echa aire con su abanico a una parte del elenco, bailando sin ganas. ¿No tengo nada bueno que decir, entonces? ¿Nadanadanadanada? Que no, que no.
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