jueves, 27 de septiembre de 2012

Resident Evil 5:La Venganza *


(Resident Evil: Retribution, Alemania/Canadá 2012)  Clasificación México "B-15" / EUA "R"
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Resident Evil 5 dedica los primeros 5 minutos a una secuencia que muestra, en cámara lenta, una elaborada escena de batalla sobre un portaaviones, en la que las personas corren para atrás, las balas salen de sus cuerpos mientras que la sangre regresa al agujero por donde salió la bala, que finalmente vuelve a la pistola que la disparó. Las explosiones ocurren también en cámara lenta y en sentido inverso, primero con una gran bola de fuego que se va reduciendo hasta que vemos la chispa que la inició. Finalmente tenemos a Milla Jovovich, la protagonista de todas las películas de Resident Evil, moviéndose lentamente mientras saca (o mete, ya que vamos en reversa) pistola tras pistola de su entallado traje negro para recoger las balas que segundos antes había disparado contra los que, supongo, son sus enemigos. El asunto me pareció curioso y entretenido mientras duró, así que déjeme intentar lo mismo con la reseña, empezar por el final y luego regresarme. Aquí voy: En resumen, Resident Evil 5 es mala.

Novato en estas películas de Resident Evil, realmente no esperaba mucho. Todavía estoy por ver la proverbial película inspirada en un videojuego, que lleve al gran público en un viaje original, nuevo, inspirador o, al menos, culposamente divertido. Y no es como que no las ha habido buenas. Al menos la reciente Scott Pilgrim Contra Los Ex de La Chica de Sus Sueños (2010), a pesar de su elaborado título para México, mezcló de forma muy divertida la estructura de la comedia romántica con la de los niveles que tiene que avanzar un jugador en un videojuego tradicional. Su sátira de ese mundo llegó al grado de hacer del protagonista un ni-ni experto en videojuegos, que ni tiene pizca de encanto ni, al parecer, mayor interés en lo que lo rodea, que acumular puntos al enfrentar a sus contrincantes. Pero al final obtuvo a la... chica de sus sueños, como lo canta el título. El ni-ni desea lo que él mismo no puede ser: una persona con intereses más allá de la videopantalla.

Posiblemente ahí la clave del éxito de esta longeva serie de interminables "escenas" de disparos y patadas voladoras en cámara lenta, disfrazadas de películas de zombis: Milla Jovovich, esa extraordinaria belleza, tal vez sea el avatar soñado de todo videojugador. Todos quisiéramos ser hermosos, atléticos, excelentes peleadores y expertos en armas, sin mayor consecuencia que la acumulación de puntos. La Srita. Jovovich acepta disparar a cada nuevo lote de zombis, o bien patearlos y luego dispararles, para salir corriendo al siguiente nivel, digo, la siguiente escena, sin ningún riesgo, consecuencia o siquiera una pausa para tomar agua o ir al baño (me pregunto cómo hace para no ensuciar los blancos pisos de la celda en la que parece estar encerrada por días), con una seriedad que raya en el aburrimiento. Sólo así, por aburrimiento, me explico que decida echar a perder la misión de su rescate en el último minuto, para salvar a un personaje del que ella misma se ha enterado que solamente es una de miles de creaciones iguales, fabricadas sólo para ser convertidas en zombis y, por lo tanto, en tiros al blanco de la propia Jovovich. Qué manera de autosabotearse, oiga.

Al menos la película tiene la decencia de hacer un breve resumen de las cuatro anteriores, en beneficio de quienes no las hemos visto o quienes no las recuerdan o no las entendieron. La propia Milla nos muestra cómo se ha dedicado a matar zombis en fábricas, en ciudades, en el desierto (nuestro desierto cachanilla, por cierto), en ciudades destruidas, etc. Me alegro que pusieran eso al principio, después de la secuencia en reversa, de modo que no tuve problemas en entender que lo que hace Milla es disparar a hordas de zombis.

Y siguiendo en mi ejercicio de reversa, devuelvo el boleto a la muchacha de la taquilla, me regresa mi dinero, lo meto en mi cartera y salgo feliz del cine, mirando el cartel. Una película sobre un videojuego... me pregunto si es tan emocionante como el Tele-Pong.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Ted ***1/2


(Ted, EUA 2012) Clasificación ‘B-15’ / EUA ‘R’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Johnny es un bostoniano que, a sus 35 años, vive la máxima fantasía masculina: tiene un trabajo sin responsabilidades, una novia hermosísima que lo adora y un departamento de soltero donde pasa las horas viendo sus películas favoritas de la infancia (la ochentera Flash Gordon, principalmente), bebiendo cerveza y fumando yerba con su mejor amigo, Ted. Ted también bebe, fuma e intercambia guarradas y básicamente es un bolsón de primera, igualito a Johnny. Excepto que Ted es un osito de peluche.
Lo que podría haber sido una película regular de un solo chiste (“mi osito de peluche pistea y dice albures, jo jo…”), resulta ser la mayor sorpresa cómica en lo que va del año. Escrita y dirigida por Seth MacFarlane, quien lleva ya una década de éxito en la tele estadounidense con la serie animada “Family Guy” (que no he visto), Ted, la película, con su duración de poco más de hora y media, logra hilar, uno tras otro, algo así como un chiste por minuto. Y, en mi opinión y a juzgar por la reacción del público en la función a la que asistí, todos los chistes cuajan.
El tono del humor, aunque bastante negro, queda claro desde la entrada de la película. Mientras vemos una toma aérea del Boston de los años 1970s, y oímos la sobria voz del narrador (el actor británico Patrick Stewart, famoso por ser el Capitán Picard en Viaje a las Estrellas) contarnos la historia de cómo Johnny, de niño, recibió en una Navidad (“esa fiesta en que los demás niños le pegan a los niños judíos”), un osito de peluche, como consuelo por no ser aceptado por la palomilla de la cuadra. Johnny, de unos 8 años, con toda inocencia pide el deseo de que su osito pueda hablar y sea su mejor amigo toda la vida. El deseo se cumple y, en una secuencia de créditos donde se intercalan fotos y videos de la infancia y adolescencia de Johnny, vemos cómo Ted se convierte, efectivamente, en su compañero incondicional, para sorpresa inicial y luego aceptación de todo mundo.
Y así es como encontramos a Johnny y a Ted, a los 35 años, tirados en el sofá, fumando mariguana y viendo una y otra vez Flash Gordon. Johnny (ya adulto, actuado por Mark Wahlberg) no parece aspirar a nada más en la vida, pero su inexplicablemente despampanante novia Lori (Mila Kunis), cansada de la falta de compromiso después de cuatro años, trata de hacerlo entrar al redil. Ted, que físicamente no ha cambiado nada (sigue siendo un osito de peluche, pues) pero mentalmente ha “crecido” igual que Johnny y ahora habla con la voz de Seth MacFarlane, tampoco entiende la exigencia de Lori: “llevamos juntos veintitantos años y a mí nunca me has dado un anillo…” Bueno, para un oso de peluche y para un adulto treintañero es difícil entender cualquier cosa que signifique compromiso. Supongo.
El director MacFarlane debe haberse dado cuenta de que la idea del osito de peluche parlante y vicioso no daría más que para un par de chistes, ya que sabiamente opta por escribir un guión más o menos convencional, en el que los personajes intercambian líneas graciosas, una tras otra y no necesariamente en torno a la existencia de Ted. Incluso, las referencias a la cultura pop de los años ‘80s son más que los chistes en torno al osito, complementando muy bien con los cameos o actuaciones especiales. El truco está en convertir a Ted en un personaje real dentro de la historia, de modo que los demás dejen de lado el hecho de que es un muñeco. Y la constante, por supuesto, es el humor negro, irreverente y vulgar, pero bien utilizado.
MacFarlane sale bien librado, además, al combinar la comedia de la relación eminentemente masculina entre Johnny y Ted (hay que ver esa violenta pelea en donde se dicen sus verdades), con la comedia romántica entre Johnny y Lori, con todo y los obstáculos de cajón que los separan y luego servirán para reunirlos. No debe ser fácil tener a Mila Kunis y a Mark Wahlberg como protagonistas y hacerlos competir con la atracción principal, ese osito parlante. Y sin embargo, el resultado es sorprendentemente efectivo. Baste ver el poster de la película, donde Wahlberg, sentado en el sofá, viendo la tele con cerveza en mano, tiene la sonrisa más desenfadada y encantadora que puede dar. Es decir, junto a un oso de peluche.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El Gran Robo **1/2

(Flypaper, EUA 2011) Clasificación México ‘B’ / EUA ‘NR’

Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala


Hay una tradición en el cine estadounidense de hacer películas de grandes robos, generalmente en tono de comedia o de aventura, sirviéndose de un reparto más o menos extenso encabezado por una o dos estrellas hollywoodenses (por ejemplo, los “once” de Ocean, en La Gran Estafa, con George Clooney, Brad Pitt y compañía). El Gran Robo es una de esas películas, extrañamente publicitada como una comedia romántica protagonizada por la bella reaparecida Ashley Judd y Patrick Dempsey, favorito de las damas en los últimos años por su personaje en la televisiva Grey’s Anatomy. Pero no se vaya usted con la finta: El Gran Robo es una comedia de grandes robos con todas las de la ley.


Desde la primera escena, una tarde en el interior de un gran y lujoso banco, se nos va mostrando, uno por uno, la galería de personajes que se involucrarán en la historia. Saque la cuenta: por el lado del banco, las dos cajeras (Ashley Judd una de ellas), el gerente, el subgerente, el guardia de seguridad y el programador de Informática; por el lado de los clientes, un sospechoso tipo de cachucha, una hermosa dama rubia en vestido rojo y Patrick Dempsey, también de aspecto sospechoso por sus lentes oscuros; por el lado de los ladrones, vemos a tres tipos entrar furtivamente por la puerta de servicio, disfrazados de personal de mantenimiento, con armamento y equipo especializado. También vemos entrar por la puerta principal a dos hombres cuarentones con un aspecto nada decente: tatuados, vestidos con mezclilla y camisetas de bandas de rock, uno rapado y barba de candado, el otro con terrible corte de pelo, que inmediatamente sacan escopetas y anuncian el clásico “esto es un asalto”, para sorpresa de los otros tres ladrones de apariencia mucho más “profesional”. Efectivamente, hay dos asaltos independientes ocurriendo en el mismo banco, al mismo tiempo.


El director Rob Minkoff (que nos diera El Rey León, Stuart Little 1 y 2) escoge, en su primera película fuera del sistema hollywoodense, irse por la fórmula y, una vez presentados estos personajes, dedica la siguiente hora y media a desarrollar los dos robos al banco, sirviéndose de comedia desbordada en la que los tres bandos (rateros A, rateros B y rehenes) toman turnos para enfrentarse unos a otros o aliarse intermitentemente, rehenes con rateros A, o bien, con rateros B, o rateros con rateros, de modo que las cosas eventualmente se salen de control para todos. Un elemento de las películas de robos es el personaje que va explicando lo que va a ocurrir o lo que ha ocurrido. Así, la diversión es constatar cómo se va concretando el plan o bien, cómo va fallando. Este papel le toca a Patrick Dempsey, un hombre que sufre de desorden obsesivo compulsivo y no puede dejar de notar todo lo que sucede a su alrededor.


La película logra exitosamente crear simpatía por ambos bandos de ladrones, unos por su ingenuidad desesperante y los otros por su excesiva fijación por el “profesionalismo rateril”. Curiosamente, no sucede lo mismo con el grupo de rehenes, que son presentados más bien como gente molesta, latosa, indeseable y poco empática. Con tantos personajes es difícil mantener un ritmo narrativo que consiga el interés por todas las historias y el director Minkoff sale mejor librado cuando nos muestra lo que está pasando con los dos grupos de ladrones, así como con las hilarantes interrupciones ocasionales del personaje de Dempsey. Sin embargo, el supuesto (y anunciado en el poster) romance entre su personaje y el de la cajera Ashley Judd, no es más que un accesorio para el personaje de Dempsey, ya que se le dedica muy poco tiempo de pantalla.


Lamentablemente, en el último tercio de película, las explicaciones para que todas las historias encajen se van volviendo demasiadas y la genial comedia de la primera hora se empieza a diluir, hasta que ya sólo nos queda el recuerdo y la simpatía por los personajes que nos hicieron reír tanto unos minutos antes. El final anuda todo de manera forzada y predecible, lo que me hace pensar que Minkoff no supo o no quiso aprovechar la libertad que le podía dar el trabajar sin la presión de un gran estudio de Hollywood por hacer brillar a sus estrellas. Supongo que, finalmente, los propios actores Dempsey y Judd habrán bastado para hacer esta presión. Sin ser su historia lo más importante en la película, sus rostros son los únicos que aparecen en el cartel. ¿Injusto para los demás actores? Más injusto para nosotros, que vemos cómo la comedia va de más a menos, hasta desaparecer.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Posesión Satánica *1/2

(The Possesion, EUA 2012) Clasificación México ‘B-15’ / EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Ya entrados en gastos por los títulos atrayentes, claro que ningún admirador de El Exorcista se puede perder la oportunidad de ir al cine a ver una película sobre posesiones satánicas. Oh, el engaño.


Efectivamente, en esta cinta del director danés Ole Bornedal hay una posesión demoniaca pero el chamuco en cuestión resulta ser un espíritu chocarrero que ha estado encerrado en una caja de madera por casi dos siglos. Cuando una niña de unos 10 años encuentra la caja, la abre y el canijo espíritu se le mete en el cuerpo y se apodera de su voluntad, al atribulado papá de la niña no le queda otra que buscar ayuda profesional… con un aprendiz de rabino/cantante rappero de Nueva York. El papá también se da tiempo de tratar de recuperar el amor de su ex esposa, quien a su vez tiene un nuevo novio ortodoncista que, por supuesto, es odioso sólo porque este tipo de divorcios de película hollywoodense así lo requiere. Y por si fuera poco, el papá de la niña poseída se parte en tres para llegar temprano a la función de baile escolar, donde su otra hija, la bonita, actuará.


Sí, adivinó usted: a Posesión Satánica le sobran muchas cosas. Tan sencillo que hubiera sido contar la historia de la niña poseída; un poco acerca del demonio infractor; otro poco del papá y otro poquito de los rabinos exorcistas. Seamos honestos: todos vamos a estas películas para ver qué tantos estragos causa el demonio y luego ver cómo lo obligan a dejar el cuerpo de la persona poseída. No voy a decir más, excepto que, entre lo que a Posesión Satánica le sobra, está todo el tiempo que nos muestran al chinche espíritu chocarrero. Parece que no han aprendido que lo que más nos atrae es, precisamente, lo que no nos dejan ver.

Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros ***

(Abraham Lincoln, Vampire Hunter, EUA 2012) Clasificación México ‘B-15’ / EUA ‘PG-13’

Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala


Hacia el último tercio de película, con los héroes peleando a trancazo limpio contra una parvada de vampiros humanos, en un veloz tren cargado de balas de plata y a punto de descarrilar sobre un elevado puente en llamas, me asaltó la idea de que el espectáculo ya estaba empezando a ser demasiado. En eso, me cayó el veinte… estoy viendo una película titulada nada menos que Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. ¿Pues qué esperaba?


No hay engaño: la película trata sobre la vida de Lincoln, tanto antes como después de llegar a la presidencia. En el camino, conocemos cómo se le sembró el germen libertador, cómo conoció a su futura esposa y a su socio y consejero de toda la vida. También vemos cómo el veinteañero Lincoln (Benjamin Walker, igualito a Liam Neeson hace treinta años) se enrola en una cruzada para matar a los vampiros humanos que plagan a la nación y que básicamente se concentran en los estados del sureste. ¿Adivina usted a dónde va el asunto? Ecole: la Guerra Civil de los Estados Unidos no fue entre Yanquis y Confederados, sino entre Yanquis y… ¡vampiros!


El reto del director ruso Timur Bekmanbetov es, por supuesto, amalgamar exitosamente un cuento de vampiros con la historia de uno de los presidentes más admirados e influyentes de la Unión Americana. ¿Lo consigue? Mire, si el personaje central se hubiera llamado Perico de los Palotes, la película habría sido igual de entretenida, con todas sus maromas, patadas voladoras, balazos, acuchillamientos y decapitaciones, todo en un tono fantasioso que se acentúa gracias a los efectos especiales y los movimientos de cámara que permiten seguir los brincos por arriba, por abajo, por un lado y por el otro. Creo que el hecho de que no se trata de Perico sino de Lincoln, al principio da risa y por el resto de la película distrae, pero no al grado de desecharla.


Hay cierto ingenio para acercar la historia de vampiros con la historia real, aunque su narrativa episódica terminó por darme la sensación de estar viendo una serie de cortometrajes que anuncian la película por venir. Afortunadamente, llega esa magnífica y divertidísima escena del tren y uno no puede más que decir: “¡Chin, se me acabaron las palomitas!” Garantizado que nadie se mueve de su asiento hasta que termine.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La Simetría de Stanley Kubrick

Vale la pena seguir la liga a este collage de películas del genial Stanley Kubrick, para darse cuenta del valor que daba el director al encuadre simétrico:


Gracias a Miguel Fimbres, de Amigos de la Vid, por compartirlo.