(G-Force, EUA 2009) Clasificación 'AA'Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Caí. Lo admito. En mi defensa, históricamente Disney no ha hecho malas películas de acción viva con animales. Y Jerry Bruckheimer, después de todo, hizo dos muy buenas con la serie de Los Piratas del Caribe. ¿No?
Bueno. Para empezar, Fuerza-G no es una película de acción viva con animales. Es una película de acción viva con animales dibujados y animados por computadora. Roedores, de hecho, lo que no la aleja mucho de Alvin y Las Ardillas y me debió haber servido de advertencia. Por otro lado, con el asunto de Bruckheimer y Los Piratas del Caribe... debería yo saber, a estas alturas, que el rayo no cae dos veces (bueno, tres veces, como se demostró con la larguísima y malísima tercera entrega sobre Jack Sparrow) en el mismo lugar. Malo.
Fuerza-G inicia con una misión de espionaje al estilo James Bond, con escenas al estilo Jerry Bruckheimer/Michael Bay: la cámara sigue a los personajes principales sin descanso girando, además, sobre sus ejes y atrayendo la atención a sí misma. Y si tomamos en cuenta que los personajes principales son unos cuyos (cobayas, conejillos de Indias o como les quiera llamar... no importa al final, porque son dibujados) y una mosca (dibujada también) que se infiltran en una fiesta corporativa entre humanos de tamaño normal, podrá imaginarse usted que la cámara se mueve rapidísimo y de un lado a otro incansablemente. Mientras tanto, los cuyos no paran de hablar entre sí acerca de su misión, con parlamentos que tienen como objetivo explicarnos, en este prólogo de 10 minutos, cuál será su objetivo, sus obstáculos y sus medios para resolver todo el asunto. El resultado es que no pude entender muy bien qué estaba pasando ni dónde estábamos parados. Por lo pronto pude ver en algunas de las inquietas y artísticas tomas giratorias a Bill Nighy. Desde adentro de su nariz.
De repente, los cuyos dijeron (y les tuve que creer) que habían cumplido su misión, salieron corriendo de la fiesta y fueron correteados por un doberman que no los alcanzó. Chin. Inmediatamente después les cerró el paso un camión que casi los atropella. Casi. Doble chin. Del camión salió un exterminador de plagas que los roció con algún polvo. Corte directo al interior del camión, donde se descubre que el exterminador de plagas es Alvin, digo, el entrenador de los cuyos (y la mosca) y los cuyos siguen vivos. Triple chin.
Lo que sigue es una película de Jerry Bruckheimer que imita el patrón de las películas de acción/películas de Bond, todo visto desde la prespectiva de los roedores (y la mosca), desperdiciando una y otra vez la oportunidad de detener por un momento la cámara y mostrarnos qué está explotando, dónde y para qué. Hay una secuencia que involucra unos pequeños vehículos esféricos de alta velocidad que manejan los cuyos, mientras son perseguidos por las calles de Los Angeles por agentes del FBI en camionetas negras, que culmina en un amplio estacionamiento de un centro comercial repleto de fuegos artificiales, que por supuesto harán explosión al pasar por ahí los cuyos y sus perseguidores. Y la mosca. ¿Creerá usted que todo eso lo tuve que adivinar, porque lo que eligen mostrarnos Bruckheimer y su director debutante, Hoyt Yeatman, son close-ups de los cuyos y de los federales humanos? Y de la mosca. Mientras son iluminados por las explosiones que ocurren fuera de cuadro. En cámara lenta.
Voces en Español de Jorge Arvizu como un topo que es un topo (en Inglés el chiste funciona, disculpe usted), Polo Ortín como un cuyo al que lamentablemente le tocó ser el personaje pedorro (ni modo, ante lo confuso y poco atractivo de todo el asunto, había que hacer reír a los menores de seis años de alguna manera y me consta, por mi pequeño acompañante), otras varias voces irreconocibles por mí y Humberto Vélez como un hámster que sí hace reir. En sus escenas la cámara siempre está fija, por cierto.
Ah, sí: Bruckheimer manda su carta de amor a Michael Bay y nos muestra un Transformer gigante hecho con electrodomésticos, que ataca a los cuyos. Y a la mosca. Por algo así como un minuto. Antes de explotar. En cámara lenta.