Guillermo del Toro ha llegado a su décima película, feliz y justamente aclamado por la industria cinematográfica, crítica y, sobre todo, público alrededor del mundo.
Cómo no celebrar las fantásticas películas de este muchacho tapatío y su fascinación por los monstruos. Dejaría yo de ser... Joel vs. Los Monstruos.
De esas 10, van mis 10 favoritas (pos sí... pero podrían ser menos) en orden de preferencia.
El
Laberinto del Fauno (2006). Un regreso a temas antibélicos y a
la guerra civil española, que antes sirvió de marco para El Espinazo del
Diablo. Y nuevamente la fantasía y lo sobrenatural sirven de escape a la niña
protagonista, que descubre que en todos lados hay monstruos (el militar de
Sergi López, el peor de todos) y sólo la determinación de enfrentarlos nos
lleva a la victoria. La riqueza visual del mundo de fantasía contrasta con los
horrores de la realidad, por lo que entendemos perfectamente la decisión de la
niña.
El Espinazo del Diablo (2001). Guillermo del
Toro emigra a España e inicia sus propias producciones, de la mano de los
Almodóvar, con esta historia de fantasmas, lealtades y traiciones, nuevamente
visto todo a través de los ojos de los niños. Es su primera película antibélica
y lo sobrenatural funciona como una metáfora escapista al absurdo horror de la
guerra.
Cronos (1993). Su triunfal debut en cine, después
de su exitoso paso por la serie televisiva de terror, Hora Marcada (1986-1989).
Cronos cuenta la historia de un hombre que se vuelve inmortal, a costa de
convertirse, además, en vampiro. Desde esta primera cinta Del Toro muestra su
fascinación por un estilo visual rebuscado para crear un terror atmosférico,
así como mostrar en detalle mecanismos en movimiento e insectos que
sorpresivamente atacan a los personajes. El humor negro está presente a todo lo
largo, sin dejar de lado la visión a través de los ojos de un niño.
La Forma del Agua (2017). El mundo fantástico de Guillermo del
Toro vuelve a servir como escape, ahora, de personajes solitarios que sólo se
entienden entre ellos. Una hermosa película que sintetiza la verde visión de un
mundo que suena a romance francés.
Hellboy
II: El Ejército Dorado (2008). Guillermo del Toro se suelta en el
escapismo por el escapismo puro (con un subtexto ecologista, eso sí), de la
mano de Ron Perlman y su extraordinario Hellboy, en un mundo tan lleno de
fantásticas imágenes y personajes, que una sola visita resulta insuficiente
para captar todo lo que hay en la pantalla.
La Cumbre Escarlata (2015). “Los fantasmas son reales, porque los
he visto”, nos avisa al inicio la protagonista de la novena cinta de Guillermo
del Toro. Y con esta paráfrasis del inicio (y final) de otra película suya (El
Espinazo del Diablo), que planteaba la pregunta “¿qué es un fantasma?”, el
director tapatío nos lleva una vez más a su mundo de oscura fantasía, donde los
fantasmas cohabitan con los vivos y, aunque asustan, también dan mensajes a los
justos y los previenen de los males que los acechan.
Hellboy
(2004). El amor de del Toro por las revistas
de historietas (o cómics), adivinado en sus películas anteriores, pasa a primer
plano con esta adaptación de Hellboy, escrita y dibujada en EUA por Mike
Mignola. El perdido hijo del diablo, adoptado y criado por un sacerdote para,
ya adulto, luchar contra el mal y lo sobrenatural, a las órdenes del gobierno
gringo, es el pretexto perfecto para mostrar toda clase de criaturas
fantásticas en una historia donde la consigna es divertirse y el humor negro es
la constante. Ron Perlman, que diez años antes había trabajado con del Toro en
Cronos, parece haber nacido para encarnar a Hellboy.
Titanes del Pacífico (2013). Los enfrentamientos de los
gigantescos tanques de guerra con forma “humana”, y los kaijus, inmensos
monstruos salidos del mar, están despojados de toda lógica, en la mejor
tradición del cine japonés de monstruos, como Godzilla y anexas. Aunque cada
pelea inicia a “puño” limpio de una manera salvaje, rápidamente escala a duelos
con balas, rayos mortíferos y, ya entrados en gastos, hasta chicas espadotas.
Pero los monos en pantalla son tan impresionantes y las escenas de pelea, a
pesar de tanto trancazo, están tan salpicadas de detalles curiosos y emocionantes,
que, definitivamente, la película provoca emociones cinematográficas genuinas
en toda la chiquillada presente. Y en uno que otro cincuentón.
Blade
II (2002). Un regreso al tema de los vampiros,
tocado en Cronos, pero esta vez como parte de la franquicia del cazador de
vampiros interpretado por el actor de acción hollywoodense Wesley Snipes. En
esta ocasión y a diferencia de Mimic, del Toro se avienta de cabeza a la acción
desbordada y da rienda suelta a la presentación de monstruo tras monstruo en la
pantalla, todo salpicado de la moronga de rigor.
Mimic
(1997). Si de por sí mucha gente le teme a
las cucarachas, imagine usted cucarachas gigantes que imitan la figura humana
para conseguir a sus víctimas… Mimic, la primera película hollywoodense de del
Toro es en parte una reelaboración de Cronos, su ópera prima. Muchos elementos
se repiten: los personajes del niño y el viejo, los insectos que pican
inesperadamente, las imágenes religiosas empacadas en papel plástico, los
espacios cerrados para una atmósfera sobrenatural, los niños como testigos y
parte de la trama. Hacia el último tercio Mimic se convierte en una película de
acción y se adivina la mano de los productores haciendo a un lado a del Toro
para entregar un producto más adecuado a los estándares de Hollywood.