domingo, 9 de septiembre de 2018

Los Siete Samurái ****

(Shichinin no Samurai, Japón, 1954)


En el cine, como en todo lo demás, siempre hay un origen. Y Los Siete Samurái, la película número 15 del director japonés Akira Kurosawa, es el origen de muchas cintas hollywoodenses que toman prestada su idea central: Unos campesinos pobres contratan a siete guerreros para defender su aldea de una banda de violentos ladrones, que en cada cosecha los dejan sin nada.

La película enlaza dos tramas que son desarrolladas de manera paralela: Por un lado, la desgracia de los campesinos que viven resignados a ser las eternas víctimas de los criminales, por un Estado sin autoridad (la acción ocurre a fines del siglo XVI, cuando el Emperador sólo era una figura ceremonial). Por otro, la vida de los ronin, es decir, samurái sin amo, que recorren ciudades y pueblos, vendiendo sus servicios al mejor postor. Los campesinos, desesperados, han ido a la ciudad a reclutar a estos guaruras profesionales, pero sus escasos recursos los convierten en la burla de todos, hasta de los indigentes. A punto de darse por vencidos, atestiguan, admirados, cómo un viejo samurái se disfraza de sacerdote para rescatar a un bebé que era mantenido rehén por un ladrón. Apelando al honor y el deber del maduro guerrero, los campesinos consiguen que los ayude a reclutar a otros seis samurái, y todos parten a preparar la defensa del pueblito y eventualmente a enfrentarse no sólo con los criminales sino también, de una forma u otra, con ellos mismos.

Kurosawa dedica 3 horas y 27 minutos para sumergirnos en este mundo medieval, mezclando exitosamente el drama, el suspenso, la comedia y la acción. La primera hora es dedicada a mostrar cómo se va ensamblando el grupo de siete, a través de viñetas que nos permiten conocer a cada personaje. En la segunda hora los samurái preparan a los campesinos y arman la estrategia para enfrentarse a la banda de ladrones y en la tercera ocurre el esperado choque, con batallas mostradas con gran dominio de la imagen en pantalla.

En ese último tercio abundan las peleas cuerpo a cuerpo, a pie y a caballo, desde distintos ángulos, sin perder nunca la dimensión humana y aunque el espectador es sumergido en la acción, en todo momento se entiende quién está pegándole a quién y las bajas de “los nuestros” son muy sentidas por la identificación lograda con los siete samurái, encabezados por un juguetón pero dedicado simulador (el famoso Toshiro Mifune) y el sabio líder (el maduro actor Takashi Shimura, protagonista de “Vivir”, la película anterior de Kurosawa). Hollywood aprendería rápido y replicaría la fórmula, a partir de 1960, con Los Siete Magníficos, y hasta nuestros días, con cualquier película de superhéroes que, medianamente, se respete.