(Låt den rätte komma in, Suecia 2008) Clasificación 'B15'Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
La historia ya la conoce usted: una niña y un niño. Uno de los dos no crece nunca, el otro lidia todos los días con la ansiedad propia de su edad, fantaseando por las noches en su habitación, espada en mano, peleando en su imaginación con invisibles villanos. El que no crece oye estos cuentos a escondidas, del otro lado de la ventana, hasta que un día el que sí crecerá lo descubre y lo deja entrar en su vida, dejándose llevar a esa tierra de Nunca Jamás donde es posible enfrentar de verdad a esos monstruos internos y externos, donde es posible nunca crecer.
Morir tal vez sería una gran aventura para ese eterno púber, pero su instinto de supervivencia no se lo permitirá. Este púber no es Peter Pan, sino Eli, una vampira permanentemente condenada a tener 12 años. Y el otro púber no es Wendy, sino Oskar, un niño, también de 12, con todas las ganas de divertirse como debiera ser a su edad, pero con demasiados monstruos a su alrededor para hacerlo libremente. Lo admirable en
Déjame Entrar, del director sueco
Tomas Alfredson, es que la vampira no es uno de ellos, sino todo lo contrario. Aquí, compañeros de clase y sus propios padres separados hacen infeliz a Oskar, pero al igual que Peter con Wendy, el Nunca Jamás de Eli representa para Oskar una salida completamente válida a esa realidad a la que tiene que acudir día a día, cuando sale de su habitación.
Y, por supuesto, Oskar es para Eli, como Wendy para Peter, su contacto con el mundo real, con el mundo de día y, muy posiblemente, su garantía de supervivencia. Al menos, mientras el mortal Oskar viva. ¿Buscaría Eli hacer de Oskar un nuevo vampiro, para tener compañía eterna, como Peter Pan trata de convencer a Wendy para que sea su cuentista oficial en Nunca Jamás? Buena pregunta, aunque, en vista de lo difícil que parece ser para Eli conseguir sangre humana para alimentarse, uno no puede evitar pensar, en buen mexicano: entre menos burros, más olotes.
Déjame Entrar tiene el gran acierto de dejar preguntas importantes como ésta sin contestar. Hay otras. ¿Quién es ese hombre mayor que cuida de Eli? (¿Algún antiguo Niño Perdido?) ¿Qué interesa realmente a los padres de Oskar, cada uno por su lado? De seguro, Oskar no es ni por mucho uno de esos intereses. En uno de tantos momentos conmovedores, Oskar visita a su padre en el campo y ríe desenfrenadamente al pasear en un trineo por la nieve. Es un niño de doce años, hombre. ¿Qué tanto puede pedir ese niño a su padre, que sea menos importante que quien se presenta a la puerta del adulto, casi a escondidas? ¿Cómo puede Oskar soñar siquiera en enfrentar a los niños abusones del colegio si encima los tiene en los adultos de su propio
hogar?
Las extrañas muertes que empiezan a ocurrir en su ciudad despiertan la imaginación de Oskar y al descubrir a la niña inmortal, no se muestra sorprendido, más bien lo acepta como una consecuencia lógica. "¿Eres una vampira?" Por supuesto, igual que Wendy en Peter, Oskar busca el amor, la aceptación, en Eli. "No soy una niña, Oskar". "No importa", decide Oskar.
Wendy debe dejar a Peter al decidir crecer. Peter regresa a Nunca Jamás con la promesa (cumplida demasiado tarde) de volver la siguiente Primavera. En
Déjame Entrar, he insistido (
¿con calzador?), Oskar muy bien podría ser Wendy y Eli podría ser Peter, pero en un momento dado los papeles también podrían intercambiarse perfectamente. Oskar ya ha visto Nunca Jamás y sabe que sí puede contra las sirenas, contra los monstruos, contra los piratas (esos niños que decidieron crecer y convertirse en adultos abusivos). ¿Quién protegerá a quién? Vivir, Oskar y Eli: ésa sí sería una gran aventura.