(X-Men: Days of Future Past, EUA 2014) Clasificación México 'B'/EUA 'PG-13'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Mis lectores probablemente no sepan que yo tengo superpoderes. Al menos, tengo el súper poder de olvidar las películas que me aburrieron. Por ejemplo, casi todas las anteriores de los Hombres-X (¿cuántas son ya? ¿cinco? ¿siete?), así que para mí, afortunadamente, X-Men: Días del Futuro Pasado es una historia autocontenida sin ninguna referencia a películas anteriores. O futuras, espero, ya que muy probablemente esta también la olvidaré.
El director Bryan Singer regresa a la franquicia fílmica que él mismo iniciara en 2000, con X-Men y continuara en 2003, con X-2, acerca de humanos mutantes con extraños poderes y su continua lucha por ser parte de la sociedad. Así, algunos son telépatas, otros pueden mover objetos con la mente, unos pueden cambiar de forma, o lanzar llamas por los ojos, o convertir el aire en hielo. En el caso del Hombre-X más conocido o al menos con más películas, Wolverine, sus poderes son, hasta donde entiendo, ser indestructible, prácticamente inmortal y hacer salir de sus puños unas filosas garras que usa para atacar a quien se le ponga enfrente. La característica que distingue a estos de otros personajes cinematográficos con poderes extraordinarios, como Supermán o el Hombre-Araña, es que los Hombres-X no son superhéroes que andan salvando al mundo en cada respiro. Tampoco son amenazados por supervillanos como Lex Luthor o el Duende Verde. Su mayor anhelo es ser aceptados como son y su principal amenaza es la sociedad que les teme y no los acepta por ser diferentes.
En X-Men: Días del Futuro Pasado, encontramos a los Hombres-X en el año 2023, siendo exterminados por una especie de robots llamados Centinelas, creados en 1973 por el gobierno de los Estados Unidos, gracias al científico Bolívar Trask, cuya obsesión por acabar con los Hombres-X es igual a la de los otros enemigos humanos que el grupo ha enfrentado en sus películas anteriores. La solución que encuentran el Profesor Xavier y Magneto, los viejos líderes mutantes, es enviar a Wolverine cincuenta años en el pasado, a 1973, para cambiar los hechos que dan lugar al invento de Bolívar Trask. Así, Wolverine, que convenientemente nunca envejece, es interpretado nuevamente por el australiano Hugh Jackman y se convierte en el protagonista de esta historia que requiere que Xavier y Magneto sean encarnados, respectivamente, por dos actores viejos en 2023 (Sir Patrick Stewart y Sir Ian McKellen) y dos jóvenes en 1973 (James MacAvoy y Michael Fassbender).
Estas historias de viajar al pasado para arreglar el presente y cambiar el futuro ya se han contado antes en el cine y, en particular, de una manera más compacta y divertida en la trilogía Volver al Futuro, en su segunda película (Robert Zemeckis, 1989). La originalidad no es el problema, como ya lo he dicho antes en este espacio, sino la forma como el director Singer escoge exponernos su versión. El resultado es una película entretenida de principio a fin, con algunas buenas secuencias pero en general con una premisa floja (la motivación de los Hombres-X, “nadie me quiere” contra la paranoia a lo diferente de Bolívar Trask) y una trama repetitiva, en donde se remacha una y otra vez que hay que detener a la mutante azul (Jennifer Lawrence dando patadas voladoras a diestra y siniestra) antes de que interactúe con el científico loco que es Trask (Peter Dinklage, haciendo lo que puede con sus melodramáticos diálogos y su exagerada peluca).
Hablando de originalidad, para que vea usted que no tengo bronca con ello, lo mejor de la película está en la escena donde un mutante adolescente súper veloz previene una tragedia mientras todo a su alrededor parece congelarse, por lo rápido que se mueve el muchacho. Esta escena es exactamente igual a la que vimos en la cinta animada Vecinos Invasores (2006), con una ardilla hiperkinética en lugar de un adolescente mutante. La divertida puesta en escena de Singer y la cómica actitud del personaje mientras va acomodando las cosas a súper velocidad, mientras escuchamos la suave balada “Time in a bottle” con la dulce voz de Jim Croce, para mí ponen el rasero muy alto para el resto de Días del Futuro Pasado. Todo lo que está antes de esta escena y todo lo que le sigue después, francamente es olvidable. Benditos superpoderes.
P.S. Resulta que tengo otro superpoder que no había tomado en cuenta: pensar como otros cinéfilos y críticos de cine. Si no, vea usted lo que escribe Diezmartínez de esta película en su blog. Haga de cuenta lo que dije yo aquí, pero bien dicho.