jueves, 15 de mayo de 2014

Sin Escalas ***

(Non-Stop, EUA/GB/Francia 2014) Clasificación México ‘B’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Cuando yo era niño, a fines de los 1970s, me tocó oír a mi papá platicar con su cuñado yucateco, mi tío Gilberto, sobre películas. Aún hoy puedo oír en mi memoria a mi tío comentar, emocionado y con su acento de Mérida, una de Charles Bronson, El Vengador Anónimo: “es un arquitecto al que le matan a la familia y se dedica a encontrar y matar a los asesinos; muy bonita película, Compadre…” Yo creo que cada generación merece tener su propio Charles Bronson y puedo afirmar, con evidencia en mano, que Liam Neeson es, en este siglo XXI, nuestro actual vengador anónimo, con quien nos emocionamos cuando lo vemos impartir justicia, casi siempre al margen de la ley.

En Sin Escalas, Liam Neeson es Bill Marks, uno de los Marshalls federales que viajan de incógnito en los vuelos comerciales de los Estados Unidos, como respuesta a los secuestros de aviones que dieron lugar a la tragedia de las torres gemelas en 2001. Ya con los años a cuestas, Bill se nota cansado de viajar todo el tiempo, de un avión a otro, mezclado entre los pasajeros a quienes escudriña desde las salas de espera y durante todo el vuelo en turno. Sus relaciones más significativas parecen ser bastante superficiales: la tripulación del vuelo de Nueva York a Londres al que ahora ha sido asignado sabe su nombre y han volado antes con él, pero no mucho más. Y Bill parece cómodo con que así sea, de modo que no tiene que dar explicaciones cuando se esconde en el baño del avión para librarse del tedio, bebiendo un trago de whisky y fumando un cigarro sin ser descubierto.

Apenas iniciado el vuelo, Bill recibe un mensaje de texto en su celular, informándole que si no se depositan 150 millones de dólares en una cuenta suiza, un pasajero morirá cada veinte minutos. Lo que sigue es una muy entretenida versión de la clásica historia en la que un grupo de personas está encerrada en algún lugar con un asesino anónimo, que debe ser descubierto antes de que se despache a los presentes. La variante aquí, en todo caso, es que durante una buena parte de la película los pasajeros del avión son mantenidos al margen de la existencia del asesino y el peligro inminente en el que están todos.

La historia dirigida por el catalán Jaume Collet-Serra (quien dirigió ya a Liam Neeson en Desconocido, 2011), con un guión entregado por tres primerizos escritores, no arriesga elaboradas escenas de acción la mayor parte del tiempo, sino que va haciendo crecer el suspenso al hilar una serie de episodios en que el marshall trabaja con alguno de los pasajeros o con algún miembro de la tripulación, dependiendo de cómo se va desarrollando la situación, para encontrar al asesino, usando como límite de cada episodio la marca de los veinte minutos impuesta por el criminal. Es un acierto de Collet-Serra y su equipo el no proporcionar al espectador más información que la que tiene el propio Bill Marks, de modo que estamos ante un genuino acertijo de suspenso que tratamos de resolver junto con el protagonista. Hacia el final, Collet-Serra no resiste la tentación de soltar el relajo usual de las películas de acción, pero nada que eche a perder lo bueno logrado hasta ese momento.

El que no dudemos ni por un momento que Bill encontrará al asesino viene con la fórmula a la que Hollywood nos tiene acostumbrados, pero la pura fórmula no sería efectiva sin alguien como Liam Neeson al frente. Neeson se ha ganado a pulso su lugar como el confiable justiciero con quien podemos simpatizar, ya que aunque es un tipo bastante alto que llama la atención en donde se pare, su apariencia no es la de un superhombre indestructible. Al contrario: con los años, cada vez más aparece como un viejo camarada a quien animamos y aplaudimos cuando descubre y se escabecha a uno de los malos. Como dijera mi tío Gilberto, casi casi como cantando una bomba yucateca: ¡Qué bonita película!