jueves, 1 de mayo de 2014

Río 2 ***

(Rio 2, EUA 2014) Clasificación México ‘AA’/EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ah, qué felicidad cuando la gente (léase las distribuidoras de cine) recapacita y corrige sus errores, para beneficio del público. Ya he comentado mi disgusto por el pésimo trabajo de traducción en el doblaje mexicano, de la primera película de Río que, por todo lo demás, era una divertida y sencilla carta de amor del director Carlos Saldanha a su natal Brasil. Y es que alguien decidió, en su estreno en 2011, hacer que los personajes hablaran con modismos de un Español típico del centro del país y encima, molestos e incomprensibles para niños pequeños, el público meta. Ahora, con Río 2, continúan las aventuras de Blu y Perla, la pareja de guacamayas azules y debo decir lo agradable que fue estar en un cine donde por fin se oían risas infantiles con cada diálogo chistoso. Nada de “no manches” ni amenazas de “partir mandarinas en gajos”.

Y a lo que vinimos, pues. Río 2 solamente toma prestado el nombre de la película original, ya que en esta ocasión la historia no ocurre en Río de Janeiro, sino en el corazón del Amazonas, a donde Blu y Perla vuelan, atravesando todo Brasil y acompañados de sus tres hijos guacamayos, azules como ellos. Las interacciones de Perla y Blu básicamente son recicladas de la película anterior, con Blu batallando para acoplarse a la vida brasileña, después de haberse mudado desde Minnesota. Sus tres hijos, como se podía esperar, son una mezcla de ambos padres en cuanto a carácter, con lo que tenemos algunos episodios de pajaritos aventureros y dispuestos a vivir en el reino salvaje, mezclados con situaciones de pez (o guacamaya) fuera del agua.

En cuanto a Blu, donde la película cobra genuina gracia es con el encuentro nada menos que con su suegro, el papá de Perla. Resulta que el suegro es el patriarca de una parvada de cientos de guacamayas azules de las que nadie en la civilización sabía su existencia. Como buen patriarca de película, el suegro es autoritario, inflexible y siente un gran desprecio inicial por su recién conocido yerno. Esta parte de la película, básicamente, nos remite a situaciones como las de La Familia de Mi Novia, esa popular comedia con Ben Stiller y Robert De Niro, así que Río 2 bien podría llamarse, en Inglés, “Meet The Parrots”...

Con todo y esa graciosa relación entre yerno y suegro, lo verdaderamente interesante y efectivo en Río 2 está en el villano. A decir verdad, no recordaba yo a Pepillo, esa amargada cacatúa que fue succionada por una turbina de avión en la primera película, pero regresarla a la vida ha sido un gran acierto. El personaje de Pepillo ha sido reinventado para convertirlo en un enigmático malo con una pasión por los escenarios y una extraña relación con una ranita rosa, que está incondicionalmente enamorada, sin ser correspondida, de la cacatúa. Y no es sólo que Pepillo desprecie a la rana por ser un anfibio: además, la rana está cubierta de una sustancia venenosa que le sirve como mecanismo de defensa y puede ser mortal para quien la toque. Así que Pepillo, temiendo su muerte al acercársele, siempre puede usar la disculpa de “no eres tú, soy yo…”

Al igual que en Río, nuevamente la producción musical está a cargo del legendario músico carioca Sergio Méndes y en esta ocasión, amén de que hay más canciones que en la anterior, particularmente tres brillan por derecho propio. La primera es una especie de tango interpretado por Gabi, la rana venenosa, en el mejor estilo de una seductora femme fatale, donde declara y sufre su amor imposible por Pepillo. La segunda es una reinterpretación teatral que el mismo Pepillo hace de I Will Survive, esa joya de la época disco y que sirve para enfatizar su anhelo por vivir, así sea para hacer maldades. Tanto en las voces cantadas como en las habladas en Español, luce de manera impresionante el trabajo de Romina Marroquín como Gabi y Humberto Solórzano como Pepillo.

El tercer número musical importante es una explosión de sonido y color en medio de la selva del Amazonas, en que cientos de aves cantan la Batucada de la Familia mientras vuelan en elaboradas coreografías. Aquí es donde creo que el director Carlos Saldanha y el productor musical Sergio Méndes realmente se sueltan con todo para mostrar al mundo por qué Brasil es un país con una alegría tan contagiosa que, bueno, hace que hasta el futbol se nos antoje a quienes normalmente no damos un peso por el deporte de las patadas. Ha de ser por eso que, después de esta batucada, disfruté tanto el juego de futbol aéreo que las guacamayas disputan en un momento crucial en la vida de Blu. O, tal vez, simplemente lo disfruté porque, cuando las cosas están bien hechas, no nos queda de otra.

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