sábado, 12 de mayo de 2007

El crimen del Padre Amaro ***1/2

(México 2002) Clasificación ‘B-15’
Por: Joel Meza

“Dejar los hábitos y convertirme en profesor de Civismo...” es una de las dudosas opciones que contempla el Padre Amaro al ser confrontado con su evidente falta de compromiso religioso y personal en una de las escenas de El crimen del Padre Amaro. Podemos, por un momento, considerar en otro contexto las consecuencias de su visión torcida del servicio a la comunidad, en la nueva cinta del director Carlos Carrera, protagonizada por Gael García Bernal y Ana Claudia Talancón.

Es difícil que uno se pueda desentender de este estreno, después de todo el escándalo que le precede; en fin. Afortunadamente las salas nuevamente se llenan con una película mexicana. Respecto a la trama, diré solamente que Carrera y su guionista Vicente Leñero cumplen lo anunciado en el título: en efecto, nos muestran a un sacerdote católico con un comportamiento criminal, basados en una novela portuguesa escrita en 1875. En la adaptación fílmica, la acción ocurre en nuestra época, en el pueblo mexicano de Los Reyes, donde Amaro y demás personajes, en mayor o menor grado, resultan modelos a escala de ciertos aspectos de nuestra vida nacional. En general Carrera y Leñero no han inventado el hilo negro: sabemos que en todo el mundo hay sacerdotes que rompen sus votos de castidad e incluso cuestionan la regla del celibato; en nuestro país los hay que apoyan movimientos guerrilleros; otros más solapan las acciones del “crimen organizado” a cambio de jugosos diezmos (¿“dinero malo que se hace bueno”?). Sabemos además de políticos corruptos y médicos criminales; el fanatismo tanto religioso como ateo también existe. En el microcosmos de Los Reyes reconocemos sin duda estos elementos y reímos nerviosamente en la oscuridad de la sala al ser testigos de acciones normalmente ocultas en la vida real. Carrera adereza una buena narración, con íconos tanto históricos como cinematográficos, que van de la pasión cristera y el exilio español enfrentados todavía en esta época, a la intolerancia mutua de extremos de un mismo espectro ideológico, pasando por logradas creaciones plásticas personales y los casi obligados guiños al maestro Buñuel, que hiciera toda una carrera de su lucha personal por amalgamar catolicismo y ateísmo, heredados respectivamente de su madre y padre.

El crimen del Padre Amaro me hizo recordar mi infancia, cuando viví en pueblos como Los Reyes. La intolerancia religiosa y, al igual que en la película, la ambigua consigna “te vas a condenar”, estaban a la orden del día. En uno de esos pueblos, la comunidad religiosa local, formada entre otros por Maristas y varias órdenes de sacerdotes y monjas, en la mayoría de los casos y hasta donde podía yo entender, buscaba la respetuosa convivencia de todos. Sin duda había los prietitos en el arroz, tanto a nivel religioso como social y político, justo como los personajes presentados tan efectivamente por Carlos Carrera. No sé cuál sea la opinión completa de Carrera sobre la iglesia Católica, ni creo que su película sea un tratado al respecto. Es, simplemente, una historia sobre la ausencia de amor y de compromiso. Por algo no se llama, ciertamente, Las virtudes del Padre Amaro.
(Publicada originalmente el 21 de Agosto de 2002, en La Voz de la Frontera.)

lunes, 7 de mayo de 2007

E.T. El Extraterrestre ****

(E.T. The Extraterrestrial, EUA 1982/2002) Clasificación ‘A’
Por: Joel Meza
A María, por no asustarse (demasiado) 20 años después.

Hace casi 20 años, quienes andábamos ya por ahí y teníamos la edad suficiente para ir al cine, nos topamos con una película que cautivó nuestra imaginación y nuestros corazones en una forma inédita; al menos en la generación a la que pertenezco. La historia de un niño que se hace amigo de un extraterrestre abandonado por accidente en nuestro planeta nos hizo reír, nos asustó a ratos; nos hizo llorar por la suerte del E.T. y su amigo, el pequeño Elliot y nos emocionó como nunca nos había ocurrido en una sala de cine. En pocas palabras, nos maravilló.

El éxito de E.T. realmente fue muy meritorio. He aquí una historia de aparente ciencia ficción, en la que los protagonistas son un niño y un feo extraterrestre, en un medio en el que los alienígenas tradicionalmente habían aparecido como elementos de terror y destrucción y, por lo mismo, para un público de gustos muy particulares. Por mencionar sólo uno entre incontables ejemplos, 3 años antes nos había puesto los pelos de punta Alien: El octavo pasajero, nada menos, con un horrible personaje creado por el mismo diseñador, Carlo Rambaldi (así que el adorable E.T. en cierta forma es hermanito del asesino Alien).

Si bien el joven Steven Spielberg, director de E.T., venía precedido de los éxitos de su terrorífica Tiburón (1975), la genial Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977) y apenas en 1981 la primera aventura fílmica de Indiana Jones: Los Cazadores del Arca Perdida, E.T. se instaló en la cima por derecho propio. Una película para toda la familia que estrujó el corazón de todas las edades, valiéndose de un lenguaje simple y narrada desde el punto de vista de un pequeño de 8 años. Más meritorio aún el hecho de que el E.T. no era otra cosa que un feo muñeco mecánico; aún no existía la tecnología de animación computarizada que ahora nos engaña tan bien y de uso tan común en casi todas las películas modernas.

La actuación de Henry Thomas, interpretando a Elliot, sin duda contribuyó en gran medida a hacer creíble el E.T. a nuestros ojos. La genuina interacción del niño con el muñeco es algo difícil de crear con efectos especiales. A este par se unieron otros dos pequeños, los hermanos de Elliot: Robert MacNaughton como Michael y Drew Barrymore como Gertie. Entre los tres convirtieron al E.T. en un ser vivo, real y amable. La película, bajo el mando de Spielberg, se toma el tiempo de mostrarnos quién es y qué siente cada uno de los niños, con un ritmo que difícilmente se utiliza ya. Pero más impresionante aún, nos muestra quién es, qué siente y cómo piensa el extraterrestre, de forma que hacia el final podemos adivinar, sin palabras de por medio, qué hay dentro de cada uno de los tres niños y en el brillante corazón del E.T.

Es posible que ahora, 20 años después, tanto quienes la vieron en su momento como el público nuevo, encuentren en E.T. El Extraterrestre una película lenta para los estándares actuales. Sin duda el cine ha cambiado desde entonces y Spielberg ha crecido como director. La mayoría de sus actores ha desaparecido casi por completo de las pantallas. Las bicicletas remontando el legendario y mágico vuelo probablemente ya no hagan brincar del asiento a las audiencias del nuevo siglo 21, acostumbradas a un espectáculo menos ingenuo.

E.T., producto de otra época, ha sido alterada levemente en su reestreno de vigésimo aniversario, víctima sin duda de la fiebre de corrección política que ha invadido a los Estados Unidos en la última década y que se ha acentuado por los acontecimientos de septiembre pasado. Spielberg explica que entonces no tenía la sensibilidad de la paternidad y la nueva edición refleja lo que a él le gustaría mostrar a sus hijos. Los cambios, en mi opinión, son mínimos e imperceptibles al gran público. Junto con el par de escenas agregadas, no afectan esta obra maestra y, en todo caso, el autor es el único que tiene el derecho a revisarla. Por otro lado y a nivel local, es una lástima que en esta ocasión nuestros exhibidores no hayan ofrecido, a la par de la nueva versión doblada al Español, la subtitulada. Sería muy agradable oír de nuevo las voces originales, pero tal vez no hay mercado suficiente para ambas en Mexicali. Al margen de ello, felicidades por tus primeros veinte años, E.T.
(Esta reseña se basa en la versión hablada en Inglés, vista en Caléxico. Ni hablar.
Publicada originalmente el 3 de Abril de 2002, en La Voz de la Frontera.)

Y arrancan...

Algo saldrá.