lunes, 25 de febrero de 2013

Mi canción favorita del 007: "Nobody Does It Better"

La canción que me hubiera gustado oír en vivo, en el tributo a James Bond en la entrega de los Oscares 2013.
Compuesta, por cierto, por Marvin Hamlisch, homenajeado también en esta ceremonia y que en este video acompaña al piano a la fantástica Carly Simon.

viernes, 22 de febrero de 2013

Lo Imposible ***1/2

(The Impossible, España/EUA 2012) Clasificación México ‘B’ / EUA ‘PG-13’

Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Lo Imposible cuenta lo que le ocurrió a una familia en Tailandia, cuando un tsunami destruyó las costas de varios países de la zona en la Navidad de 2004. Contar una historia que sucede durante un evento de tales proporciones puede ser difícil, ya que el propio evento toma precedencia en nuestra imaginación y minimiza cualquier otra cosa que pueda estar pasando al mismo tiempo o incluso después. El director español Juan Antonio Bayona logra exitosamente contar su historia al escoger mantener, siempre, el punto de vista de los protagonistas, aún cuando sabemos que el tsunami arrasó con todo de una forma descomunal y tenemos la tentación de ver en pantalla las olas gigantescas. Bayona, igual que otros cineastas antes, aprovecha el hecho de que lo que no podemos ver pero sabemos que está ahí captura más nuestra imaginación que una escena de efectos visuales dibujados por computadora.

Para empezar, precisamente, Bayona escoge colocar la escena del tsunami en los primeros minutos de la película. Apenas nos da tiempo de saber por quiénes está formada la familia, María, Henry y sus tres hijos, Lucas de 12 y los pequeños Thomas y Simon, de 7 y 5 años. Igual que cientos de turistas, a media mañana disfrutan de la alberca del hotel de playa, cuando de pronto todo se inunda de agua revuelta que golpea con fuerza las palmeras y los edificios, llevándose todo a su paso. De la oscuridad del lodo, María aparece en la superficie del agua, apenas pudiendo sostenerse de algún tronco. Lucas, su hijo, asoma desesperadamente la cabeza entre las revueltas aguas, a unos metros. No sabemos nada de Henry, Thomas y Simon. A partir de ese momento seguimos a Lucas y María, que ha recibido terribles heridas, primero en su lucha por sobrevivir esos primeros minutos de la inundación y después, mantenerse a salvo en espera de ser rescatados.

 Eventualmente Lucas y María son llevados al hospital de una ciudad cercana, que evidentemente se ve rebasada, a su vez, por un tsunami humano de heridos y gente buscando refugio de las zonas costeras. Las heridas de María son graves y la mantienen casi todo el tiempo inconsciente, por lo que nos toca seguir a Lucas ayudando como voluntario en el hospital. Las imágenes son tan inquietas como el propio Lucas, a sus doce años corriendo a todos lados, ofreciéndose a buscar por pasillos y salas a familiares de otros heridos. La confusión es total para todo mundo, incluidos nosotros y podemos imaginar, junto con Lucas, cómo los empleados del hospital desesperan en el intento de darse abasto para atender a esa marea de sobrevivientes.

Por otro lado, los esfuerzos de Henry, el esposo, también nos son mostrados, en otro punto de la costa tailandesa, buscando infructuosamente a su familia entre los escombros y el lodo. No sabemos qué tan lejos está Henry de María y Lucas, como él tampoco lo sabe. De hecho, por lo que vemos, María y Lucas ya han dado por muertos al resto de su familia. Henry, aparentemente, también pero no deja de buscar. La esperanza muere al último, ciertamente.

El director Bayona crea escenas muy efectivas de la resistencia de la naturaleza humana, echando mano de las habilidades de su grupo de actores, que realmente no tienen personajes muy elaborados para trabajar. Después de todo, lo único que tenemos sobre ellos es que son una familia de turistas en una alberca junto al mar. Ahora vea usted a Henry (Ewan McGregor) deshacerse en llanto tratando de hacer una llamada telefónica. O a Lucas (el joven Tom Holland, en un excelente debut cinematográfico) mirando con ojos devastados el caos a su alrededor y la inutilidad de intentar coherencia. Incluso, vea a los dos pequeños actores que interpretan a Thomas y Simon, discutiendo sus posibilidades de ser encontrados por sus padres.

Nos queda María, la mamá, con el cuerpo prestado de Naomi Watts. Como decía, el desastre y lo que ocurre en los siguientes minutos, lo vemos junto con María y su hijo. Vemos a María gritar en medio de la inundación y la vemos cojear, herida, entre el lodo. La vemos dar órdenes a su hijo para ayudar a los demás. Y luego la vemos caer en cama, inconsciente. Naomi Watts es una actriz con una gran capacidad para transmitir alegría y dolor en su rostro y en su voz, como hemos visto ya en películas como 21 Gramos o King Kong. En esta ocasión, que me perdonen los miembros de la Academia pero no entiendo la nominación al Oscar como mejor actriz. María, su personaje, tiene un inicio que la lleva a mostrar un dolor impresionante pero después desaparece, el resto de la cinta, en una cama de hospital. Eso y unas breves escenas entre María y Lucas, que me recuerdan la relación madre/hijo mostrada por Bayona en su película anterior, la también sobresaliente El Orfanato, no me cuadran para hacer una nominación de actriz protagónica. En todo caso, el personaje de Lucas toma una importancia mayor en la historia y, como dije, el joven actor Tom Holland capta toda nuestra atención en cada escena. Lo siento, pero en este caso, la señorita Watts hace una buena comparsa y ya.

Lo Imposible inicia, como usualmente ocurre en este tipo de películas, con la advertencia “Basada en una historia real”. Inmediatamente después, aparece en pantalla otra breve frase que insiste: “Una historia real”. Creo que el impacto del tsunami de 2004 en el ánimo colectivo del planeta, así como el de Japón hace dos años, nos puede hacer pensar que cualquier película sobre tsunamis nos mostrará una destrucción que hemos visto hasta el cansancio en los noticieros, por televisión, en los últimos 8 años. Pero esos son sólo hechos. Bayona y su equipo nos dicen, pues, que la historia verdadera no está en el desastre, sino en lo que las personas hacen ante esas desgracias. Ahí está la historia real.

viernes, 15 de febrero de 2013

Mamá ***


(España/Canadá 2013) Clasificación México ´B´/ EUA ´PG-13´
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Concedido: uno va a ver películas de terror para sudar frío, pegar brincos en el asiento, soltar uno que otro grito y, como después de todo es sólo una película, uno termina riéndose nerviosamente del susto recién pasado, hasta que viene la siguiente escena en que volvemos a sudar frío, brincar y gritar. Casi casi como subirse a una montaña rusa, donde nos asustamos al ver venir la caída frente a nosotros, luego nos reímos apenas el tiempo suficiente para tomar la siguiente curva o caída a toda velocidad. Mamá es justo esa clase de película, en que la historia de fantasmas apenas interesa lo suficiente como para que aguantemos entre susto y susto, que es a lo que vamos. Y cuando uno piensa que el paseo está por terminar sin mayor consecuencia, Mamá sorprende con un excelente final que construye sobre la historia contada hasta el momento y supera o compensa, trasciende, más bien, todos los espantos y espantajos anteriores.

Escrita y dirigida por el argentino Andrés Muschietti en su primer largometraje, Mamá claramente se beneficia de ser producida por Guillermo Del Toro, al presentar varios de los elementos comunes en el cine del director tapatío, principalmente los niños en peligro al entrar (o salir, según sea el caso) en un mundo de fantasía y los fantasmas que buscan algo más que jalarle las patas a sus víctimas y al público.

En este caso, Victoria y Lilly son dos hermanitas que, tras una tragedia familiar, se ven abandonadas en una cabaña en lo profundo del bosque. Ahí las niñitas sobreviven de una forma bastante silvestre, aparentemente cuidadas por un ser sobrenatural a quien ellas terminan llamando “mamá”. Cinco años después son encontradas por un tío, quien las rescata y lleva a vivir con él y su novia, ambos un par de ninis. Todo va aparentemente bien, hasta que la mamá del bosque se aparece, literalmente, para reclamar a sus hijas postizas, usando contra los acomedidos ninis, todos los recursos que se acostumbran en este tipo de películas: ruidos extraños, insectos que salen de la nada, paredes sangrantes, sorpresivas imágenes fantasmagóricas, etc.

Naturalmente, las víctimas del ser sobrenatural harán todo lo que no debe hacerse en estas situaciones, para nuestro horror o susto, según sea el gusto de cada quién. Usted sabe: meterse en lugares oscuros nomás para ver quién anda ahí; quedarse solo en una casa donde las paredes sangran; dejar abiertas las ventanas para ver si se mete el monstruo; ir al bosque a media noche cuando se pudo haber ido de día; como dije antes: etc.

Pero no es que me queje. Todo lo contrario. La puesta en imágenes del director Muschietti no defrauda al ligar esas típicas escenas de sustos, una tras otra, colgadas de una historia trillada pero contada de una forma en que la tensión se va acumulando, para ser liberada con cada susto de los personajes y de nosotros. La fotografía del mexicano Antonio Riestra crea un pesado ambiente en el que abundan las sombras y claroscuros, usualmente propicios para un mayor efecto de las terribles apariciones. El complemento sonoro es la música del español Fernando Velázquez, que, al igual que en El Orfanato (también producida por Guillermo Del Toro, en 2007), nos envuelve en un mundo en el que no hay salida sino hasta el final.

Y el final es lo que sorprende más en Mamá, que hasta ese momento ha sido un buen ejercicio de cine de terror tradicional, pisando correctamente todas las bases reglamentarias y hasta resbalándose en algunas otras cuando no se necesitaban, como ciertos sueños de algunos personajes. Y es que todo se compensa en la secuencia final que, más que atar todos los cabos sueltos, como normalmente ocurre en el cine hollywoodense, desamarra varios de los elementos presentados y nos da un último jalón de extremidades inferiores, pero de una manera en que dejamos de lado los brincos, los gritos y la risa nerviosa, para sumergirnos en una, si me permite la expresión, tensa serenidad y en las imágenes e ideas más bellas de toda la película.

Mejor dicho y considerando que todo el rato estuvimos apretados en el asiento, el desenlace/enlace nos deja soltarnos, ver la historia y sus personajes con calma y darnos cuenta que, en efecto, no podía ser de otra forma. Bueno, sí pudo ser de otra forma, pero entonces Mamá se habría quedado en el montón.

viernes, 8 de febrero de 2013

¡Me Muero Bichi! / IV: Una oferta que no puedo rechazar...


Porque el arte no necesita de estrellitas ni calificaciones, sigue mi batalla personal contra la estupidez de los destruibuidores de cine en México, desde la comodidad de mi sala. En cueros.

El Padrino
(The Godfather, EUA 1972) Clasificación México ´B-15´/´R´

Un hombre maduro, con fuerte acento italiano, se confiesa frente a nosotros, dicendo contundentemente: “Creo en los Estados Unidos. Los Estados Unidos me dieron mi fortuna y he criado a mi hija al estilo americano…“ El hombre, visiblemente perturbado, procede a contarnos cómo dos pelafustanes “no italianos”  golpearon a la muchacha. “Acudí a la policía, como buen estadounidense…” Los muchachos recibieron una sentencia suspendida por un juez y salieron libres: “Me quedé parado ahí, en la corte, como un tonto. Entonces le dije a mi esposa, para tener justicia, iremos con Don Corleone.” Así se nos presenta el dilema central de El Padrino: creemos en las leyes mientras nos convenga y la verdadera justicia no tiene nada que ver con ellas, sino con la del más fuerte.
 
El Padrino es la historia de dos hombres estadounidenses a mediados del siglo XX: Don Vito Corleone (Marlon Brando, en el papel que lo volvió legendario), un veterano jefe mafioso italo-americano que es empujado a dejar el poder ante los negocios cada vez más cambiantes; el otro, Michael Corleone (Al Pacino, prácticamente en su debut), joven hijo de Don Vito, criado “al estilo americano”, incluso héroe de la Segunda Guerra Mundial, que toma la decisión de caminar por la senda de su padre, al reconocer dos cosas, de acuerdo a su percepción. Primero, la justicia se la busca uno mismo y segundo, nada debe ser personal. Todo es estrictamente por negocio.
 
El absorbente relato presentado en 1972 por el entonces joven director Francis Ford Coppola, a partir de una novela de Mario Puzo, muestra desde adentro, como no se había hecho antes, la vida de los mafiosos italianos en los Estados Unidos, con sus negocios ilícitos, manipulando oficiales del gobierno, jueces y jefes de policía, mientras mantienen a toda costa la unidad de la familia, siempre y cuando los negocios no se vean afectados. En ese sentido, quienes ayuden a continuar el negocio, son considerados parte de la familia y así queda claro en las primeras escenas, en que Don Vito atiende asuntos no personales en medio de un suntuoso festín de bodas de su hija.
 
Para Michael, su hijo, la realidad es contundente: el país en el que cree, al que ha defendido en la guerra, está plagado de autoridades corruptas que permiten y hasta propician la fortuna de gente como los Corleone. Si todo es negocio, tal vez no haya diferencia entre estar de un lado o del otro de la ley, mientras se esté con la familia.
Las narraciones paralelas de la caída de Vito y el surgimiento de Michael son puestas en pantalla  por el director Coppola, usando como fondo y subtexto el periodo de la posguerra en los Estados Unidos, en que la economía nacional empezaba a crecer y los negocios ilícitos “tradicionales”, como el juego, ya no daban tantos dividendos. El mercado de las drogas se vislumbraba en el horizonte. La lealtad a la familia, las tradiciones italianas y “el estilo americano” cada vez significan menos cuando el dinero toma precedencia y el mensaje de la película resuena más fuerte ahora, cuarenta años después, a la luz de las realidades de los Estados Unidos y México. Michael descubre, pues, que cree en los Estados Unidos, mientras los Estados Unidos sirvan a su familia… a sus negocios.
 
El Padrino se reestrena en cines mexicanos, durante una semana, por su 40 aniversario, cargando la pesada etiqueta de "la mejor película de la historia", otorgada unánimemente por la crítica internacional a través de los años. Finalmente el público es quien decide y hasta el día de hoy no he conocido a nadie que no sea cautivado por la historia de los Corleone, una absorbente metáfora del capitalismo en los Estados Unidos, que sigue haciéndonos esa oferta que, pues sí, no podemos rechazar.