sábado, 25 de julio de 2015

Ant-Man El Hombre Hormiga ***

(Ant-Man, EUA 2015) Clasificación México ‘B’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

La casa Marvel /Disney una vez más demuestra que lo que mejor sabe hacer es presentar nuevos super héroes en la pantalla grande. El Hombre Hormiga es una divertida película en la que un ratero se hace de un traje que le permite encogerse al tamaño de un insecto y no se anda con cosas: lo usa para cometer un gran robo, en una de esas clásicas tramas en las que se nos explica con todo detalle cómo se realizará el golpe y luego veremos el plan siendo ejecutado por todos los involucrados. La fórmula da pie al lucimiento de sus principales: Paul Rudd como el ratero; el veterano Michael Douglas como el científico creador del traje y Michael Peña como el amigo tracalero y, sobre todo, dicharachero.

Esperemos que estos personajes tan simpáticos y terrenales no sean aplastados… como hormigas… en alguna próxima película de los Vengadores, tan dados a elevar y luego dejar caer ciudades enteras nomás para impresionar a los espectadores.

Minions **

(Minions, EUA 2015) Clasificación México ‘AA’/EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

En mi brevísima reseña de Mi Villano Favorito 2 hacía patente mi exigencia de que se le diera más espacio a los Minions. Como dicen: cuidado con lo que deseas.

Y es que en lugar de aprovechar al máximo la característica principal de los monitos amarillos, que es echar relajo en todo y por todo, los directores Pierre Coffin y Kyle Balda los encasquetaron en una historia bastante estándar, donde tenemos que chutarnos los deseos de una villana por conquistar (o destruir, según aplique) el mundo y uno de los Minions se conviertirá en el héroe estándar que salva a todos. Es tan evidente que la historia es lo de menos para el público, que nuevamente las mayores carcajadas están en las escenas marginales a la trama y sobre todo al final, con el número musical que no tiene nada que ver con el resto de la película.

En las cosas sobresalientes, el doblaje al Español, por Thalía para la villana, Ricky Martin para su esposo y Martha Debayle para la Reina Isabel de Inglaterra, sí abreva de ese relajo que se espera en general del concepto de los Minions y resulta muy divertido y diferente a lo que le habíamos oído a cada uno de ellos.

jueves, 16 de julio de 2015

¡Me Muero Bichi! / IX: Experimenta mi teoría.

Porque el arte no necesita de estrellitas ni calificaciones, sigue mi batalla personal contra la estupidez de los distribuidores de cine en México, desde la comodidad de mi sala. En cueros.

Locos por las partículas
(Particle Fever, EUA 2013)

Quién hubiera imaginado que la vida de los físicos es tan emocionante, como nos muestra el director Mark Levinson en el documental “Locos por las partículas”, filmado a lo largo de 7 años de seguir el trabajo de varios físicos teóricos y experimentales.

Con testimonios de los propios científicos, mezclados con bellas animaciones y editado por el veterano Walter Murch (de quien recientemente vimos su trabajo en “Tomorrowland”), “Locos por las partículas” se centra en el proceso que llevó, en 2012, al descubrimiento del bosón de Higgs, una partícula subatómica calculada hace casi 50 años por el físico teórico Peter Higgs, que básicamente explica el origen de la masa en toda la materia existente (el lector lo recordará tal vez por el apodo “partícula de Dios”, usado insistentemente por los noticieros en 2012).

El director Levinson, él mismo un científico convertido en cineasta, nos presenta a dos grupos de físicos: en esta esquina, los teóricos, que formulan en pizarrón, papel y computadoras de sus universidades, los modelos que explican el universo. En la otra esquina, los prácticos, trabajando en el CERN (la legendaria Organización Europea de Investigación Nuclear, donde, entre otras cosas, se inventó hace más de 20 años la ahora indispensable web mundial), al pie de los Alpes suizos, con el Gran Colisionador de Hadrones, un gigantesco anillo de metal superconductor de 27 km de diámetro, en el que se hacen chocar rayos de protones a velocidades cercanas a la luz, para medir las partículas resultantes. En otras palabras, los físicos prácticos se dedican a demostrar o destruir, literalmente, el trabajo de los teóricos.

Esto queda claro cuando vemos el desenlace, el 4 de julio de 2012: emociones desbordadas de todos los científicos involucrados que aplauden, se abrazan, se secan las lágrimas y están listos para continuar explicando de qué estamos hechos.

Terminator: Génesis **

(Terminator: Genisys, EUA 2015) Clasificación México ‘B-15’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

“Terminator: Génesis”, la quinta entrega de la serie, inicia básicamente como las dos primeras (Terminator, EUA 1984 y Terminator 2: Día del Juicio, EUA 1991). En Los Ángeles, en el año 2029, un robot Terminator es enviado a 1984 para matar a Sarah Connor antes de que sea mamá de John, el líder de la resistencia en la guerra de humanos contra máquinas pensantes. John Connor (ominoso Jason Clarke) contraataca, enviando también al pasado a un soldado para proteger a Sarah. Sólo que esta vez, cuando Kyle Reese, el soldado, llega a 1984, el pasado no es como se supone que era. Sarah no sólo lo está esperando y sabe todos los detalles de la futura guerra y la misión de Kyle (que incluye, por cierto, ser el papá biológico de John); también tiene su propio Terminator particular, un avejentado robot con piel de Arnold Schwarzenegger, que la ha cuidado desde niña, esperando el momento en que pasado, presente y futuro se junten para prevenir la guerra de robots contra humanos.

¿Qué ocurrió? ¿Por qué Sarah Connor y su historia no son como en las cuatro películas anteriores? El director Alan Taylor, a partir de un guión de Laeta Kalogridis y Patrick Lussier, nos pone al tanto de las razones, haciendo que el personaje de Schwarzenegger, “el Terminator bueno”, se convierta también en un experto en viajes en el tiempo, que da largas explicaciones sobre pasados y futuros cambiados, con líneas temporales alternas, en las que Kyle se encuentra atrapado. Para enderezar las cosas, ahora Sarah y Kyle tendrán que viajar al futuro, donde los espera el mismo Terminator bueno, más viejo y con más explicaciones.

Para que todo el desorden, los brincos temporales y las extensas exposiciones de Arnold no nos hagan pensar que entramos por error a “Volver al futuro 2” (Arnold como el “Doc. Brown”, en este caso), no puede faltar un Terminator malo que quiere despacharse a Sarah (una divertida Emilia Clarke) y a Kyle (desabrido Jai Courtney). Así que nuevamente se recicla al robot de metal líquido del segundo episodio y, de la misma manera, se recicla una y otra vez a lo largo de la película, el inútil método de tratar de detenerlo disparándole con armas comunes, haciéndole chicos hoyotes que se cierran solitos, muy impresionantes cuando los vimos la primera vez en 1991 pero a estas alturas, la verdad, resultan muy aburridos.

Creo que ése es el principal problema de “Terminator: Génesis”: las insistentes referencias a las dos primeras películas de la serie (alguien diciendo “ven conmigo si quieres vivir”, el aferrado Terminator malo, los malos chistes del Terminator bueno, el famoso “I’ll be back”) que no sirven sino para hacernos recordar que, al menos con el Terminator, todo tiempo pasado fue mejor.

jueves, 2 de julio de 2015

Hombres de acero ***

(Pumping iron, EUA 1977)
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Con el estreno de “Terminator: Génesis” y el regreso de Arnold Schwarzenegger a la franquicia de las máquinas genocidas, vale la pena revisar sus inicios en el cine, hace cuarenta años, con un documental sobre fisioculturismo, disponible en disco y en internet.

Cuando fui al cine a ver Terminator, hace treinta años, lo primero que me llamó la atención fue una palabra en la parte superior del póster, en letras mayúsculas: SCHWARZENEGGER. Esta extraña palabra, desconocida para mí, aparecía más grande que el título de la película anunciada. Como tampoco sabía nada acerca de la cinta que iba a ver (recordarán los fieles lectores de esta columna que odio ver trailers, o cortos, como les decíamos en ese tiempo), no estaba seguro de si la película se llamaba SCHWARZENEGGER o TERMINATOR, o las dos palabras juntas. En pocas palabras, no tenía la menor idea de quién era Arnold Schwarzenegger.

Y aquí la omisión era completamente mía: Los cinéfilos de México y el mundo ya conocían al musculoso actor austriaco avecindado en Hollywood, a raíz de su papel estelar en el díptico Conan El Bárbaro (1982) y Conan el Destructor (1984), que por alguna ya olvidada necedad adolescente mía, no ví en su momento. Pero resulta que Arnold no sólo era conocido por sus películas de fantasía; también era famoso por su exitosa carrera en el físico culturismo, que en la década de los 1970s lo llevó a ganar seis años consecutivos y una vez más en 1980, el título Mr. Olympia, a la sazón, el máximo galardón del deporte de esculpir los músculos a base de ejercicios extremos. Claro que a su servidor, un flacucho adolescente apenas interesado, como espectador, en el beisbol y el futbol americano, esta fama de Arnold tampoco me sonaba.

Afortunadamente los documentalistas Robert Fiore y George Butler tuvieron la buena idea de filmar el proceso que llevó a Arnold a ganar su sexto Mr. Olympia en 1975 y el resultado, estrenado en 1977, es el documental “Hombres de acero”. La película sigue durante varias semanas a Arnold, mientras entrena y confiadamente bromea, junto con algunos de sus colegas en el mítico y soleado Gold’s Gym de Los Ángeles, para el campeonato Mr. Olympia a celebrarse en Sudáfrica. Por otro lado, el documental nos muestra, en un oscuro y reducido gimnasio de Brooklyn, el duro entrenamiento de un alto muchacho neoyorkino de 24 años, que sueña con arrebatarle el título a Arnold. Este joven de Brooklyn, de nombre Louis y de apellido Ferrigno, sería mejor conocido algunos años después como el gigantesco hombre verde en que se convertía Bill Bixby, en el célebre programa de televisión, basado en la historieta de Hulk el Increíble.

“Hombres de acero” tiene una premisa muy sencilla: a los 28 años, Arnold es la superestrella del físico culturismo, a quien los demás competidores admiran y desean abiertamente desbancar. Lou Ferrigno, por su parte, a los 24 años es entrenado por su padre, que no cesa de decirle que tiene todo lo que se necesita para ganarle a Arnold. Tanto se remacha el punto, que incluso en las extenuantes sesiones de levantamiento de pesas, Ferrigno no cuenta las repeticiones sino que grita una y otra vez: “¡Arnold! ¡Arnold! ¡Arnold!”

En graciosa contraposición, los cineastas entrevistan a Arnold, que cándidamente describe sus técnicas sicológicas no solamente para enfocarse en su propio entrenamiento, sino para destantear a los contrincantes. Y por lo que se ve en “Hombres de acero”, no es muy difícil hacer desatinar a estos atletas: el documental los presenta como jóvenes que crecieron en ambientes más o menos hostiles, objeto de burlas y con algún tipo de limitación física. Arnold era el enclenque hijo de un estricto policía austriaco; Ferrigno creció parcialmente sordo y sobreprotegido por sus padres; por ahí aparece un fornido italiano chaparrito a quien, de chamaco, su italiana mamá no bajaba de flojonazo (hasta que empezó a llevar al pueblo el dinero que ganaba en las competencias); otro más dedicó sus años de secundaria a desarrollarse como futbolista para evadir a los abusones de la escuela y así por el estilo.

Al final, ya en el concurso de Mr. Olympia, queda claro que la estrella es Arnold Schwarzenegger. Incluso, el maestro de ceremonias no puede evitar anteponer “el único e inigualable” a cada mención que hace de Schwarzenegger. El propio Arnold está convencido de su estatus de leyenda imbatible y casi casi por inercia usa su guerra sicológica sobre el nervioso Lou Ferrigno, aún minutos antes de la competencia. Eso sí, una vez repartidos los premios, las cosas cambian totalmente: Arnold, cigarro y copa de vino en mano, dirige a todos los atletas para cantar el “Happy Birthday” a Ferrigno, le hace ver que todo es parte del ambiente de competencia pero no lo deja ir sin un trancacito sicológico más, cuando se da el gusto de soltarle el típico: “me saludas a tu hermana…” ¿Cómo la ve usted, apreciado lector, tener al Terminator de cuñado?