jueves, 24 de enero de 2013

Presunto Culpable ****

(México, 2009) Clasificación 'B'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

(Publicada originalmente el 3 de marzo de 2011. Republicada hoy, a raíz del más reciente desliz público del sistema judicial penal mexicano que llena temporalmente los medios mexicanos: el caso Cassez.)
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A Jesús Domínguez, futuro abogado.

(-"¿Por qué me acusa?")
La agente del Ministerio Público: - "Porque's mi chamba."

La historia es archiconocida para cualquier cinéfilo: el hombre acusado de un crimen que no cometió, que intenta desesperadamente demostrar su inocencia. Muchas películas se han hecho con esta premisa, unas buenas, otras malas. Uno las ve desde la comodidad de la butaca, palomitas de maíz y coca-cola de por medio. Al terminar la película salimos satisfechos, divertidos por la aventura recién vista y ya. A otra cosa. En Presunto Culpable, Toño, el hombre (falsamente) acusado es real. Roberto Hernández, director de la película es, además, el abogado defensor y la historia se queda con nosotros mucho más allá del desenlace. Las autoridades que acusan y encarcelan a Toño (porque's su chamba) son las nuestras. La historia, archiconocida en el cine, también es archiconocida para muchos. Ah, sí: el país es el nuestro. México.

En 2006, Roberto Hernández y Layda Negrete, jóvenes abogados mexicanos, produjeron "El Túnel" un corto documental sobre el estado del sistema judicial mexicano; en particular, sobre los casos no resueltos de gente encarcelada de manera injusta. Ese trabajo los llevó a conocer el de Toño, joven veinteañero, comerciante de la Ciudad de México, encerrado en el Reclusorio Oriente y sentenciado a veinte años por homicidio calificado. Al estudiar el caso, los abogados Layda y Roberto descubren graves inconsistencias que apuntan a un proceso judicial mal llevado y a la inocencia de Toño. Seguramente por su inclinación cinematográfica pero también como herramienta de formación del nuevo expediente del caso, los abogados graban en video todas las entrevistas con la novia y los familiares de Toño y, previo reclutamiento de un experimentado abogado penalista, quien de paso ofrece sus servicios sin cobrar, consiguen un segundo juicio para el acusado, siempre filmando todo el proceso.

Lo que vemos en Presunto Culpable nos deja con la boca abierta. La historia, sí: archiconocida. Todos los clichés están ahí y hasta parecen escritos por algún veterano guionista que se ensaña con el injustamente acusado: policías corruptos, testigos mentirosos, chambistas agentes del ministerio público incompetentes, jueces indiferentes. Pero también están la novia incondicional, los jóvenes abogados idealistas, el veterano abogado que se enfrenta al "sistema" y, sobre todo, el carismático acusado. Toño es un articulado joven que explica su situación en la cárcel y en el juicio, en términos del baile "break" que parece practicar dentro de la cárcel como una forma de mantener su espíritu libre de las rejas, de la pocilga en la que tiene que dormir en el piso, entre cucarachas y podredumbre humana.

Lo que vemos nos deja con la boca abierta porque, sí, la historia es archiconocida pero la forma en que nos la cuentan Roberto Hernández y su codirector, el documentalista Geoffrey Smith, nos impacta en más de una manera. La impotencia, la rabia ante la injusticia, ante la mentira y la corrupción, llegan duro al espectador. Llega duro también el miedo al darse cuenta que esos mentirosos y cínicos policías judiciales no se tentarían el corazón para defender "su chamba" y silenciar a Toño y/o a sus abogados. Llega duro porque nos damos cuenta que él no es el único caso así y cualquiera de nosotros podría correr la suerte de Toño.

Hernández y Smith van hilando el documental a partir de algunas entrevistas, pocas cabezas parlantes y breves narraciones fuera de cuadro, sobre imágenes surtidas y algunas gráficas explicativas que, en conjunto, logran hacernos entender hasta cierto punto el proceso de Toño y también lo necesario del sistema judicial mexicano, para que cuando llegue el centro dramático (en más de un sentido) de la película, es decir, el propio segundo juicio, resulte tan emocionante como cualquier jucio cinematográfico que pudiéramos haber visto antes en las referidas películas que usted y yo hemos conocido, aplaudido y después olvidado.

Aquí, nuevamente, es donde está la clave y el valor del cine documental como el que Roberto Hernández Y Geoffrey Smith han hecho en Presunto Culpable. La película es excelente por su narrativa, por sus imágenes, incluso por varios momentos genuinamente cinematográficos, todos ellos de Toño en la cárcel, buscando conservar su serenidad bailando en el patio del penal, o enfocado en el juicio, enfrentando a sus acusadores y al propio juez. Pero sobre todo, la película es excelente porque logra contarnos, interesarnos, ponernos del lado de una historia de inocencia sospechada y luego demostrada. De una historia que es la de Toño pero, como nos lo dicen Hernández y Smith en las breves pero desgarradoras estadísticas que presentan, también es la historia de miles de sentenciados que no saben de qué se les acusó, por qué se les acusó ni por qué se les sentenció. De una historia que es la de Toño pero que también puede ser la suya, estimado lector. O la mía. Ah, sí: porque es nuestro país. Es México.

Al momento de escribir esta reseña, la exhibición de Presunto Culpable en las pantallas nacionales y su posterior distribución en video están en veremos, por causa de una orden judicial que las suspende indefinidamente. El único testigo de cargo, que aparece en el documental, ha promovido un juicio que lo proteja de daños a su persona, alegando que se usa su imagen sin su consentimiento (el juicio en el que aparece el testigo en la película es de carácter público, por cierto).

7 comentarios:

@duendecallejero dijo...

Al paso que vamos, menos me decido a ver la película. Por cierto, tanto como los productores como la SeGob, más Cinépolis se pasaron por el arco del triunfo la orden judicial y la siguieron pasando enredándose en la bandera de "mi película cambiará a México". Lo digo pues, fuera de que sea un interesante documental que además esté bien realizado, el hecho de que viva en un país en el que una película sea capaz de volverse materia jurídica me deja pensando que qué bueno que Oliver Stone o Michael Moore no sean mexicanos. Entonces sí, señoras y señores, viviríamos en el puto caos.

Yo sigo con lo mío: lo que está sucediendo es más sano que perjudicial puesto que, legalmente, todo lo referente a la intimidad y la vida privada es un "veremos" o "creo que...", si la tirada es hacer más películas como esta (o mejor, más trabajos de investigación como estos), lo mejor sería contar con un marco jurídico que verdaderamente determine dimes y diretes (a fin de cuentas, trabajé seis años en esa materia y en ese inter me di cuenta que los que más violan las leyes son los que más se ofenden de la corrupción, sean o no luchadores sociales, políticos de pseudo-izquierda o reporteros que se creen periodistas, no los políticos bueyes que ni esa gracia tienen), nomás pa' no tener otros espectáculos como este.

Por ahí publiqué algo al respecto. Y sí, me llovieron preguntas y mentadas, pero simplemente respondo lo siguiente: el rapero este, el presunto culpable ¿Qué pudo hacer luego de ser declarado "inocente"? Sólo este documental. Pensar una demanda contra todo aquel que lo acusó, nanai. Esto es México, y el sólo hecho de señalarte como culpable es violar mis derechos y ni pedo.

Y mediáticamente (¿mesiánicamente?), nadie le interesa eso. Seguimos buenos VS malos y un presidente borracho y enano, viendo lejos.

Joel Meza dijo...

Había escrito un comentario muy chilo acerca de lo que dices, Duende, aquí y en tu claridoso artículo de El Debate
(http://www.debate.com.mx/eldebate/articulos/ArticuloGeneral.asp?IdCat=6116&idart=10691397)
pero cuando piqué el botón de "Publicar", blogger me regresó un mensaje diciéndome que no había podido publicar mi comentario.
Ni hablar (¿censura?).

En suma decía que la película vale mucho, independientemente del tema tratado, por la forma en que lo trata. En otras palabras, es cine de verdad. Y decía también que estoy de acuerdo contigo, el caso debe servir para sentar los rpecedentes que tanto necesitamos para mejorar cómo hacemos las cosas legales en este país, pero decía también que mi experiencia de vida me indica que no pasará de ser el mitote del momento y las leyes seguirán conociendo esas bajas regiones que apuntas, de autoridades y ciudadanos.

@duendecallejero dijo...

En efecto Joel, comienza una semana y ya estamos buscando el mitote que llenará el lugar del mitote de PC. Quizá sea lo de Slim VS Televisa & TV Azteca (nuestro propio "Eje del Mal"). Ya veré la película, que fuera de todo mitote, debe estar buena.

Y lo del Debate, es problema de la página. Regularmente mejor me mandan el comentario al correo.

Rafa Ibarra dijo...

Yo, la verdad, a pesar del final feliz, salí asqueado y encabritado de ver cómo, ante nuestros ojos, se mostraba la bazofia que es ese juez inepto, la abogada acusadora sin criterio (¿Qué por qué te acuso? Pus porque's mi chamba), el acusador manipulado, y la prepotencia del comandante de policía y sus elementos, dignos de recibir todo el desprecio que pueda existir, ante la injusticia que estaban realizando, todos en común acuerdo.

Después de ver la película salí tan encabritado que tuve que conseguirme una cerveza bien fría para "enfriar" el coraje y la indignación que sentí.


Ah, por cierto. Es la primera vez que le hallo sentido a las canciones de rap; en este caso, las que el mismo Toño escribió e interpretó en el soundtrack de la cinta. Ahora sí las sentí.

Saludos.

Joel Meza dijo...

Rafa, el final podrá ser feliz pero el epílogo es vuelta la burra al trigo. Así que creo que vamos a necesitar, al menos, una cheve más.
¡Salud!

Carl Zand dijo...

Este país es un nido de ratas, como se llama en español una película muy conocida. Sin más palabras, como diría un viejo conocido: "Vamos a necesitar un barco más grande" para seguir navegando en este mar de mierda. Salud.

Joel Meza dijo...

Yo me apunto para dispararle al tiburón, mi estimado Zand.