viernes, 1 de marzo de 2013

Lincoln ****


(EUA, 2012) Clasificación México ´B´ / EUA ´PG-13´
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Es 1865, hacia el fin de la guerra de secesión de los Estados Unidos. Luchas como la vivida por Lincoln y sus contemporáneos no se dan solamente por discrepancias entre la gente. Se requiere de férreas convicciones y gran fortaleza moral para tomar decisiones que llevan a una nación a una cruenta guerra de cinco años y más de 600,000 muertos, en la defensa de sus ideas: la igualdad de todos los hombres ante la ley. Y contar historias así en una película hollywoodense no es cualquier cosa.

Primero, el problema de cómo mostrar a personajes de talla mítica, de modo que el público no perciba una estatua o una caricatura (recordemos, el año pasado, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros). Segundo, qué tanto abarcar de los hechos, para que sean significativos para el público. Y tercero, cómo presentarlos.

El director Steven Spielberg resuelve con la maestría de treinta películas y nos trae los últimos cuatro meses de la vida de un Lincoln que, cansado y avejentado a sus cincuenta y tantos, en todos sus momentos como presidente muestra sabiduría y fé en sí mismo y en Dios para imponer la justicia en las leyes de su país. Vemos al estadista, al jefe de las fuerzas armadas y sobre todo al extraordinario político que supo allegarse de mentes brillantes y convicciones, si bien no las mismas, sí igual de sólidas que las suyas. Y también vemos al hombre de familia, esposo de la sufrida Mary Todd, padre del impaciente veinteañero Robert y el travieso niño Tad, sufriendo juntos la muerte de Will, su otro hijo, ya en la Casa Blanca.

El actor Daniel Day-Lewis desaparece completamente en Lincoln y su Oscar como mejor actor esta vez es merecido como pocos. El resto de un extenso reparto tiene menos con qué trabajar por parte de los guionistas, con personajes más bien unidimensionales (aunque es una delicia ver, por ejemplo, a un rechoncho James Spader como un taimado cabildeador comprando votos demócratas), así que el mérito es de Spielberg al interesarnos en ellos a través de su incidencia en la vida de Lincoln o bien, por sus méritos en el fin buscado, como en el caso del Congresista Thaddeus Stevens, interpretado por Tommy Lee Jones con una profundidad que se adivina en sus controlados gestos y la sobria entrega de sus líneas.
 
El paquete termina de armarse con la siempre bella fotografía atmosférica de Janusz Kaminski, la música de John Williams y el ritmo impuesto a la película por el editor Michael Kahn: todo el equipo de cabecera de Spielberg, que han logrado esa fórmula que nos absorbe desde los primeros minutos, nos entretiene por dos horas y media y nos estruja el corazón en los momentos justos. Lincoln, la película, no es historia. Es el personaje.

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