(Harry Potter and the Sorcerer’s Stone, EUA 2001) Clasificación ‘A’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Generalmente las películas basadas en novelas exitosas sufren de la inevitable comparación del público: “el libro estuvo mejor”. Harry Potter y la Piedra Filosofal, sorprendentemente, muestra que su director Chris Columbus y su equipo hicieron la tarea y se sentaron verdaderamente a leerlo. La adaptación, a cargo de Steven Kloves (quien también entregara, a partir de una novela, la inspirada Wonder boys, EU 2000, rebautizada en México como Loco fin de semana en este 2001), explota con muy buenos resultados la riqueza de los personajes y situaciones creados por la -ahora legendaria- señora Rowling, en una historia donde lo sobrenatural es norma y la magia es ley.
Lo confieso: fui a ver Harry Potter y la Piedra Filosofal sin haber leído la novela homónima, y por lo tanto sabiendo absolutamente nada acerca del personaje. Además, no me entusiasmó mucho enterarme de que la cinta, enfocada principalmente al público infantil de entre los 7 y 12 años, dura 142 minutos. Como decía Buñuel (palabras más, palabras menos): nadie tiene derecho a quitarle a nadie más de hora y media para contarle una historia. Y menos cuando quien lo hace es Columbus, muy lejos ya de sus exitosas Mi pobre angelito (EU ‘90) -y su no tan lograda secuela en ‘92- y Papá por siempre (EU ‘93, donde Robin Williams se convertía en una dulce y graciosísima niñera inglesa).
La verdad sea dicha, Columbus no ha vuelto a presentar un producto realmente efectivo desde las dos ya mencionadas. O por lo menos no lo había hecho, hasta que “descubrió” a Harry Potter. El reto y el riesgo eran muy grandes: dar vida a las aventuras de un pequeño mago de 11 años, conocidas y seguidas por millones de admiradores alrededor del mundo, desde que en 1997 apareció la primera novela de la serie. En consecuencia, las expectativas creadas en el público por el aparato mercadológico, se ven multiplicadas por los deseos de los lectores, que en su mente ya han dado forma a personajes y lugares mágicos, incluso mucho antes de haber visto los primeros cortos a inicios de este año.
Las emociones resultantes se deben no sólo a los impresionantes efectos especiales utilizados para hacer realidad las maravillas descritas en el papel. Aquí, Harry y sus amigos dependen más de su inteligencia, valor y buen corazón para salir airosos, que de cualquier movimiento de sus varitas. Por ejemplo, está la escena de la dramática batalla en un tablero gigante de ajedrez, donde Harry, junto con otros dos pequeños hechiceros, literalmente se la juega, enfrascándose en una feroz partida en que la magia nada puede hacer contra las milenarias reglas. Las piezas, de tamaño natural, me remiten a los ídolos, también pétreos, que espada en mano “amenazaban” por fracciones de segundo a Lara Croft este verano en Tombraider (EU 2001), para ser despedazados instantáneamente de un balazo, sin mayores consecuencias: efectos visuales como fin único. Aquí Columbus hace crecer la tensión, al dejar muy en claro que la suerte de Harry y sus amigos está ligada a su habilidad en el tablero, pero aún más a su valentía y arrojo. Realmente nos convencemos de que una jugada equivocada puede ser fatal.
Después de salir del cine, no necesariamente convertido, pero sí con la suficiente curiosidad, conseguí la novela de marras e inicié su lectura. Al momento de escribir esta reseña y después de haber leído de un tirón los primeros tres capítulos (y hojear rápidamente pasajes salteados), casi puedo asegurar que cada escena parece corresponder a las páginas de donde sale. De más está mencionar ahora los otros elementos que la hacen exitosa (grandes y veteranos actores británicos, niños simpáticos, diseño de arte efectivo para dar pie a la irreal atmósfera, etc.): el libro está en la pantalla.
Quienes lo hayan leído antes tendrán, seguramente, una mejor opinión. Mientras tanto, revivo, capítulo tras capítulo, la aventura. Afortunadamente para mí, al terminar me esperan, no sólo en las letras, sino también en cine, el año entrante, las sorpresas de la segunda parte (Harry Potter y la Cámara de los Secretos). ¿Estaremos ante una nueva franquicia hollywoodense? ¿James Bond para niños? Es hora de sacar la mágica bola de cristal.
(Publicada originalmente en La Voz de la Frontera, el 28 de Noviembre de 2001.)
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