(Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, EUA 2004) Clasificación ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Dicen que las comparaciones son odiosas y aquí va la mía: ésta es la primera película de Harry Potter que disfruto verdaderamente. La historia, como en las dos anteriores, vuelve a ser lo suficientemente interesante para mantener la atención del público por más de dos horas y la estructura es básicamente la misma. Harry vuelve a ser miserable durante las vacaciones escolares en casa de sus tíos, para luego volver a Hogwarts, la escuela de hechiceros, donde, a la manera de James Bond, recibirá un resumen del nuevo misterio por resolver, al lado de sus inseparables amigos Hermione y Ron. A saber, un terrible mago, prisionero en la cárcel de Azkaban desde hace 15 años, se ha escapado. El que el fugitivo esté ligado a Voldemort, enemigo mortal de Harry, y que el joven mago esté en grave peligro, no es sorpresa, preparados como estamos por las dos películas anteriores.
Lo que hace más disfrutable este nuevo episodio de Harry Potter, es la narrativa y estilo visual elegidos por su director, el mexicano Alfonso Cuarón, fresquecito de su paseo por los Oscares con el guión de Y tu mamá también (México/EUA, 2001). Cuarón se estrena en la serie, después de que el director norteamericano Chris Columbus nos recetara las adaptaciones de las primeras dos novelas, en sendas películas que básicamente no querían dejar ninguna página sin filmar en aras de complacer a los millones de seguidores de las novelas en todo el mundo. El resultado, para el resto de nosotros, fueron dos larguísimas cintas llenas de detalles que, aunque curiosos y entretenidos, realmente no aportaban nada a la trama principal y, por lo tanto, terminaban por aburrir. Alfonso Cuarón, de la mano del guionista Steven Kloves, quien también escribiera las adaptaciones para las dos primeras aventuras fílmicas de Harry, se centra, más o menos de forma constante, en una sola idea, la amenaza del fugitivo de Azkaban y sus consecuencias en la vida en Hogwarts. Sin tanta presión, la historia se sucede en escenas episódicas más relajadas que en las dos cintas anteriores, y Cuarón, a diferencia de Columbus, se da el tiempo de crear un ambiente tangible para Hogwarts y sus alrededores que, aunque conservan las líneas básicas del diseño de producción anterior, en esta ocasión han sufrido cambios notables para mejorar. Por primera vez siento que no me perdería en un paseo por la escuela y sus alrededores, además de bellos, se sienten reales. Elementos como el juego de quidditch y las distintas sesiones escolares vuelven a aparecer, ahora en función de la trama principal y no como un agregado espectacular pero inútil.
El reparto principal es básicamente el mismo, tres años después, con Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint en los roles principales. El irlandés Michael Gambon reemplaza al fallecido Richard Harris como Dumbledore y repiten Maggie Smith, Robbie Coltrane y Alan Rickman, que hace las delicias de todos como el antipático profesor Snape. Siguiendo la tradición, los nuevos profesores este año son interpretados por lo mejor de la escena y pantallas británicas. Toca el turno a Emma Thompson como una distraída pitonisa y a David Thewlis como un amable y enigmático mentor para Harry. Timothy Spall aparece, literalmente, robando la atención sobre Gary Oldman, el peligroso fugitivo de Azkaban. Y entre tanta atmósfera, diversión e intriga, a ratos uno piensa que a Cuarón se le olvidó llamar a escena a Oldman, junto con la trama principal del peligroso prisionero, pero las ideas se cierran perfectamente y Harry queda listo para su siguiente aventura. Y esta vez sí quiero verla.
(Publicada originalmente el 6 de Junio de 2004 en La Voz de la Frontera.)
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