jueves, 19 de septiembre de 2013

Parque Jurásico 3D ***1/2

(Jurassic Park 3D, EUA 1993/2013) Clasificación México ´A´/EUA ´PG-13´
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

¿Realmente se necesitan pretextos para ir al cine a ver el reestreno de Parque Jurásico? No sé usted, pero yo no tengo en casa una pantalla lo suficientemente grande para acomodar a un hambriento Tiranosaurio Rex a punto de devorar a sus aterradas víctimas, que huyen en un pequeño jeep. Bueno, en comparación, cualquier cosa es pequeña junto a un T-Rex. Volver a ver en una pantalla gigantesca esa sola escena, con todo y la imagen en el retrovisor advirtiendo “Los objetos en el espejo están MÁS cerca de lo que aparecen” para mí vale la pena el boleto y, por cierto, la molestia de los lentes para el efecto tridimensional, que es como se ha escogido reestrenar Parque Jurásico en su vigésimo aniversario.

Estamos ante el décimo tercer largometraje de Steven Spielberg, que en 1993 sorprendió nuevamente al mundo, como lo había hecho desde 1975 con el terror de Tiburón, la fantasía científica de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), la conmovedora E.T. El Extraterrestre (1981) y las aventuras a la antigüita de Los Cazadores del Arca Perdida (1982). En Parque Jurásico seguimos a un paleontólogo (Sam Neill) en su increíble visita a las instalaciones de un zoológico altamente tecnificado, donde se ha logrado la proeza de clonar dinosaurios a partir de gotas de sangre atrapadas en ámbar. Al principio maravillado, el paleontólogo empieza a tener dudas sobre el rigor científico del proyecto, particularmente en cuanto a las medidas de seguridad para contener en un espacio cerrado (el zoológico está en una isla no habitada) a las gigantescas criaturas.

Y, como dice la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, seguro saldrá mal; muy pronto el paleontólogo y sus acompañantes, dos niños que son los nietos del dueño del Parque Jurásico, se encontrarán corriendo como posesos para escapar del mentado Tiranosaurio Rex.

A diferencia de Tiburón y Encuentros Cercanos, donde el voraz pez y los extraterrestres no aparecen sino casi hasta el final, en Parque Jurásico Spielberg no se anda por las ramas. Nos promete dinosaurios y eso es lo que nos entrega a unos minutos de iniciada la película. Y de qué manera. Nunca antes una película había mostrado animales de este tipo con tal perfección de imagen y movimiento en un franco triunfo de la tecnología, a manos del equipo de efectos especiales del ahora legendario Stan Winston, que antes había estado a cargo de los monstruos en Aliens y Terminator 1 y 2. Combinando marionetas con dibujos y animación computarizados, en la mayoría de las escenas es imposible decidir si lo que estamos viendo es real o no. Por supuesto, sabemos que los dinosaurios de Parque Jurásico sólo son reales en la fantasía de la película pero en pantalla se ven tan reales como el paleontólogo y los niños o el bosque y los prados en los que se mueven.

Ahora, por supuesto y tratándose de Spielberg, en Parque Jurásico (la película, no el zoológico dentro de la película) la tecnología no es nada si no está al servicio del arte. Con todo lo que nos impresionan los dinosaurios en cada escena en que aparecen, la solidez de la historia contada por Spielberg está en la relación del renuente paleontólogo con los dos inquietos e indefensos niños.

Si en sus películas anteriores el héroe se despega completamente de hijos y familia para abrazar la aventura (el policía que se hace a la mar para cazar al Tiburón, el electricista que abandona todo en Encuentros Cercanos, el propio Indiana Jones, ajeno a cualquier lazo familiar), Parque Jurásico se convierte en una especie de redención del Spielberg adolescente, ahora convertido en padre en su vida fuera del cine, que finalmente reconoce que todas sus habilidades no sirven para nada si no tiene a alguien por quién velar, alguien de quién procurar el bienestar. El enfrentamiento del paleontólogo con las terribles lagartijas no es nada, pues, comparado con el reconocimiento de que la verdadera aventura está en ser responsable de alguien más, de esos hijos postizos con los que se ve forzado a sobrevivir en el terrible zoológico. Si Spielberg hubiera hecho Parque Jurásico unos cuantos años antes, júrelo usted que los niños se habrían despedido en la entrada del parque y no los habríamos vuelto a ver en toda la película.

También por ello mi renovada emoción por ver Parque Jurásico en la pantalla grande. En su momento, mis ímpetus veinteañeros se parecían más a los del aventurero que va solo en pos de los tiranosaurios y compañía. Veinte años después (dijera Alejandro Dumas)  ya no es lo mismo: si enfrento monstruos, lo hago por y con compañía propia. No puedo esperar a ser testigo de los ojos maravillados de mis hijos al ver en ese retrovisor, “más cerca de lo que aparece”, al gigantesco y todavía increíblemente real Tiranosaurio Rex.

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