(Madagascar 3: Europe's Most Wanted. EUA 2012) Clasificación México 'AA', EUA 'PG'.
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Lo cierto es que la serie de Madagascar no podría interesarme menos. La primera película me entretuvo medianamente pero las peripecias de los animales del zoológico han quedado opacadas en mi mente por los disparates del rey lemur y las ocurrencias de los pingüinos. Hombre, creo que no soy el único, dado que estos mismos personajes aparecen cada semana en su propia serie de televisión, por cierto sin el león, la cebra, el hipopótamo y la jirafa. Tanta indiferencia me llevó a saltarme la segunda parte pero la curiosidad me hizo entrar al cine esta semana. Claro que esperaba reírme y sí, me reí. Aunque no mucho y sólo con dos o tres secuencias como la del Vaticano.
Hay una persecución extendida por las calles de Monte Carlo en la que las pocas risas se deben a un personaje humano (una mujer policía obsesionada con cazar a los animales sueltos, que tararea canciones de Edith Piaf y eventualmente tiene su momento de gloria cinematográfica animada, parodiando a ese ícono de Francia), al rey lemur y, nuevamente, a los pingüinos.
Después de esta corretiza, que ocurre temprano en la historia y se resuelve después de varios obstáculos aparentemente insalvables, los animales se involucran con un grupo de animales cautivos en un circo viajero. Aquí la película entra en una cadena de conflictos que en realidad no lo son, por lo que termina uno por dejar de invertir en los personajes. Así es como llegamos a las escenas del lemur y la osa, cuya gracia radica en el hecho de que la bestia se comporta como una osa de verdad, es decir, un animal salvaje sin personalidad, contrastando con el lemur, que básicamente es un humano peludo con un tornillo suelto. El lemur está convencido de que un romance es posible entre ellos y además, de que la osa le corresponde. Estas escenas me recordaron a Buck, la comadreja chiflada de La Era de Hielo 3, que vivía en su propio mundo, a pesar de los protagonistas.
Además de las escenas del lemur y la osa, hay un par de momentos sobresalientes sobre un tigre cirquero con un trauma sicológico que le impide volver a ser una estrella. Las imágenes de la tragedia del tigre, presentadas en flashback, resultan interesantes y graciosas pero les sobra la narración encimada de una foca. Todo el asunto del circo itinerante culmina con una presentación que se supone muy espectacular en Londres, en la que todos los animales participan en una secuencia de actos circenses estilizados, a la Cirque Du Soleil, que a mí me pareció que ocurrían como una fantasía romántica de los personajes más que en la realidad de la película. Creo que no fui el único que pensó así: mi hijo de siete años me preguntó "¿está ocurriendo eso de verdad o es un sueño de alguien?"
Sí, la curiosidad y la paternidad responsable me hicieron meterme al cine acompañado de dos críos. Hombre, estos niños se han reído más, mucho más, con otras películas este año. No se diga en otros años. No se diga... con los pingüinos de Madagascar. En su propia serie de tele. Sin el león, la cebra, el hipopótamo y la jirafa.
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