Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Al Ingeniero Retamoza, el maestro que hace veintitantos años hizo posible que yo disfrutara TRON al máximo.
O casi nadie. A decir verdad, la historia no es nada del otro mundo. El director de un corporativo de tecnología se apropia de las creaciones de Flynn, el mejor programador de la compañía. Cuando Flynn quiere recuperar sus programas (juegos de video que la compañía vende como pan caliente), literalmente es atrapado por las computadoras y, desde adentro, "escaneado" por un rayo láser, tiene que enfrentarse a un malévolo Programa de Control Maestro, que es quien roba todo tipo de programas (juegos, programas de contabilidad, hojas de cálculo, etc.). Este mundo computarizado parodia al régimen totalitario de la extinta URSS, donde la libertad de acción, de pensamiento y hasta de religión (los programas "creen" en sus Usuarios -los humanos- y se refieren a ellos como si fueran deidades). Y por supuesto, Flynn es el típico rebelde estadounidense que se enfrenta al dictador para salvar a todo mundo. Qué quiere usted, vivíamos en la Guerra Fría.
Entonces, ¿por qué nadie la entendió? Bueno, creo que los problemas empiezan cuando los personajes, que son programas de cómputo, hablan entre sí de bits, puertos de E/S, ALUs, simuladores y otras lindezas. En 1982 poca gente estaba familiarizada con el uso de computadoras y mucha menos gente entendía cómo funcionan estos aparatos y sus programas. ¿Veintiocho años después, con las computadoras prácticamente como un electrodoméstico más, la entenderían los millones de usuarios en todo el mundo? Yo creo que no. La tecnología se ha movido en estas tres décadas desde TRON, hacia una mayor facilidad de uso, donde incluso no es necesario leer, mucho menos saber programar, sino simplemente seleccionar dibujitos para obtener lo que uno necesita de una computadora. Así que los detalles de TRON siguen siendo lengua extraña para cualquiera.
Entonces, si no se entiende, ¿vale la pena? Para mí, sí valió la pena en su momento y sigue valiendo la pena ahora que la he vuelto a ver en DVD. La inventiva de los dibujantes y animadores para crear ese mundo dentro de la computadora resultó tan emocionante como lo que La Guerra de las Galaxias nos había mostrado cinco años antes. TRON pisó terrenos nuevos para los cineastas y para los cinéfilos y eso era y sigue siendo digno de verse. La dirección de arte y los efectos especiales para mezclar actores con escenarios y utilería dibujados por computadora (mezcla realizada usando efectos fotográficos, no computarizados) nos muestra un mundo extraño donde todo es prácticamente monocromático, excepto por delgadas y coloridas líneas de luz neón sobre los trajes de los personajes (los malos de rojo, los buenos de azul), además de los espectaculares vehículos: tanques de guerra, torres de vigilancia móviles, mariposas electrónicas y, por supuesto, las motocicletas de luz. Tal vez la imagen más icónica de TRON sea la de estas motocicletas dejando tras de sí estelas de colores.
¿Otra razón para ver TRON? Un joven Jeff Bridges, encarnando al rebelde héroe humano que salva los programas "buenos" de los programas "malos". Y como buen rebelde, se brinca, literalmente, las trancas, enfrenta a los malos, empujando al líder a cumplir su destino y de paso, casi bajándole la novia, para luego dejarla ir en nombre de la causa (¿Casablanca, alguien dijo?).
Hace veintiocho años, decía, casi nadie entendió los MUCHOS detalles técnicos y la película pasó con más pena que gloria por la taquilla. Y cuando digo "casi", lo digo con conocimiento de causa. En ese tiempo su servidor, un adolescente preparatoriano, formaba parte de la primera (y pequeña) generación, en mi escuela, de estudiantes de Electrónica Digital (computadoras, pues) y tuve la suerte de ver TRON mientras aprendía sobre Arquitectura de Computadoras y Programación. Eramos unos 5 o 6 muchachos, pelando chicos ojotes en el cine, emocionados de entender por qué uno de los personajes sólo dice "SI" y "NO"; de saber de la importancia del puerto de E/S, las ALUs, los programas de control y del significado de los discos voladores. Nos reíamos también de varias incongruencias, como el que los programas se cargaran de energía, como si fueran lámparas de baterías. Volteando a la sala semivacía, podíamos ver cómo el resto del público simplemente parecía estar esperando a que volvieran a salir las motos de luz.
Supongo que ésa es la verdadera razón de que Disney haya hecho, tres décadas después, una segunda parte: por fin tenemos, de nuevo, las motos de luz. Y adivine usted quién va a estar en primera fila para verlas.