La Dictadura Perfecta *1/2
(México, 2014) Clasificación ‘C’
La idea no es mala, al contrario: es buenísima. Satirizar la maquinaria de la sucesión presidencial, echando mano de la vox pópuli de que Televisa acomodó en el puesto al actual presidente, da para mucho. Simplemente satirizar a los políticos siempre ha sido terreno fértil, incluso para la propia televisora de San Angel, especialmente en los sexenios de Fox y Calderón. El director Luis Estrada, que hace quince años hizo historia fílmica y de taquilla con “La Ley de Herodes”, no hace nada nuevo aquí; si acaso y para tomar como ejemplo la multimentada representación, en cine mexicano, del presidente en funciones, lo más notorio que tiene es poner en boca de un presidente guapo y copetón, que habla en un fluido Inglés con mucho acento, aquello de los trabajos “que ni los negros quieren hacer”. Pues sí: anécdota doce años vieja, remachada y mal contada.
Lo malo es que Estrada parece esperar que nos dé risa (¿o nos haga reflexionar?) el reconocer estas situaciones, sin presentarlas de una manera graciosa o incisiva realmente. Ninguna situación puesta en pantalla es desconocida (que si el video de un político recibiendo dinero, que si el góber precioso, que si no encuentran a Paulette, que si… etc.); los diálogos carecen de chispa, las escenas son innecesariamente largas y, al menos en la función en que la ví, el público se reía nomás cuando el gobernador interpretado por el actor de cabecera de esta serie, Damián Alcázar, soltaba con mucha enjundia algún “hijo de su rep… madre”.
Algo muy notorio en las películas de Estrada es su uso de la música. Aquí, las selecciones se limitan a tres y las repite hasta el cansancio: la cómica pieza de Rossini “La Urraca Ladrona”, cada vez que los de la televisora urden una nueva jugada con y contra los políticos; el idílico inicio de la "Obertura de Guillermo Tell", también de Rossini, cada vez que aparecen las bonitas gemelitas perdidas y, cuando todo sale bien para todos, el "Himno a la Alegría", de Beethoven. En cuanto a la partitura (supongo) original, parece puesta por algún musicalizador de telenovelas, anunciando lo que va a ocurrir y diciéndonos qué sentir en momentos “clave” (es un decir).
Es notorio el uso de actores de Televisa en esta película que busca satirizar el poder político de esa televisora. El protagonista, Alfonso Herrera, tiene un estilo fresco para entregar sus líneas, lo cual resulta completamente discordante en sus escenas con Damián Alcázar o con Joaquín Cosío, que suenan y aparecen, raro en ellos, acartonados, tal vez por los reiterativos diálogos. El resto de los actores realmente parece estar en una telenovela: Saúl Lisazo haciendo las veces de López Dóriga, Osvaldo Benavides inspirado tal vez en Loret de Mola y Silvia Navarro como la sufrida mamá de las niñas perdidas.
Posiblemente la idea de llevar su sátira al punto exacto, hizo decidir a Estrada tener conocidos actores de tele en los papeles de los empleados de la maligna televisora TV MX. El problema es que el chiste no cuajó y la mayor parte del tiempo realmente parecemos estar viendo un programa producido, por quién más, por Televisa.
Qué decepción. La Dictadura Perfecta, muy anticipada sexta película de Luis Estrada y cuarto episodio de su tetralogía sobre el sistema político mexicano, resultó no ser más que un larguísimo refrito pasado por agua de La Ley de Herodes, la ahora legendaria cinta con que Estrada iniciara su versión fílmica de la mexicanísima máxima: “por eso estamos como estamos…” Mejor... la hubiera dejado en trilogía.
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