(Gloria, México 2014)
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
“Gloria”, la película, resume en sus primeros minutos lo que veremos durante dos horas: en 1984, Gloria Treviño, de dieciséis años, conoció en el D.F. al productor musical Sergio Andrade, para iniciar su exitosa carrera y quince años después fue arrestada junto a Andrade en Brasil, por cargos relacionados con la corrupción de menores. Contar algo tan conocido no es empresa fácil y la escritora Sabina Berman se echó el trompo a la uña de crear un guión que fija sus límites temporales (1984 a 1999) en esos primeros minutos y va moviendo, hasta juntarlas, ambas historias: la de la Trevi adolescente que va cosechando éxito tras éxito de la mano de Andrade, y la de la Trevi adulta, siempre junto a Andrade y metida hasta el cuello en los delitos que la llevaron a prisión.
El guión de Berman es llevado a la pantalla por el debutante suizo Christian Keller, con mano segura a la hora de intercalar los tiempos y, de forma sorpresiva, convertir partes de la historia, al menos en tres momentos, en cine musical, sin que la película realmente pertenezca al género (es decir, los personajes no se cantan sus líneas unos a otros). En retrospectiva, es curioso cómo algunas de las canciones más famosas de Gloria Trevi sirven para contar su historia: la inexperta adolescente audicionando para Sergio Andrade y, aunque seductora, le reclama “ya no me mire más las piernas”; luego, atestiguando cómo Andrade crea a la ficticia Gloria Trevi para asegurar el éxito mediático, ella declara que “con los ojos cerrados yo le creo”. Gloria crece y su apego a Andrade se mantiene, aunque la deje “como papa sin cátsup”.
El planteamiento de la fidelidad de Gloria a Andrade se hace creíble, en gran medida, debido a la actuación de Marco Pérez (el hermano de Gael en Amores Perros) como Sergio Andrade y, sobre todo, la de Sofía Espinosa como Gloria Trevi. No es sólo que Sofía Espinosa se parece, habla, se mueve y canta como la Trevi: vemos en pantalla en todo momento a una jovencita ilusionada en que su talento la llevará al estrellato y que, por esa misma ilusión, no pone en duda las formas ni los métodos de Andrade. Espinosa logra también, con su buen oficio de actriz (hace unos años la ví como una niña traviesa despuntando a la adolescencia en “El Brassier de Emma”), que creamos que esa jovencita sumisa es la misma que, sobre los escenarios, domina al público y parece dueña de una libertad y un libertinaje desenfrenados.
Hablando de actuaciones, la mayor debilidad de “Gloria” está en dos personajes secundarios: una fugaz aparición de Raúl Velasco, representado ridículamente por un actor sin gracia, igual que la actriz que hace a una telenovelesca Paty Chapoy. En estos dos lamentables puntos es donde se rompe la ilusión de verosimilitud creada por el director Keller durante toda de la película. En cuanto al resto del reparto, cumplen bien su función, destacando Tatiana del Real como “Mary Boquitas”, compañera de escenarios de Gloria Trevi.
Ignoro si lo narrado en “Gloria” es cierto o no. La película es congruente de principio a fin; no maltrata a su protagonista y tampoco, para jugar con el nombre, la glorifica. Pero sí complementa muy bien, ahora en cine, esa “verdad” mediática que todos conocimos, para bien o para mal, los últimos veinticinco años.
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