(México/Francia, 2015) Clasificación México ‘C’ / EUA ‘R’
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Una cruda historia sobre ilusiones y desilusiones, con el difícil tema de la trata de blancas como marco, es la segunda película escrita y dirigida por David Pablos, que sitúa a sus personajes en Tijuana y al mismo tiempo rompe el molde del cine nacional, tan dado a usar esta ciudad para exponer la visión centralista de “tan lejos de México y tan cerca de Estados Unidos”. Los hechos presentados en Las elegidas ocurren en Tijuana sólo porque sus personajes son de Tijuana, pero esta historia bien podría haber sido contada en Tapachula, en Iguala o en el DF; Pablos no fuerza (ni culpa) a la frontera en la mente del espectador.
Sofía es una niña de 14 años y Ulises un chamaco de 17. Son novios. Sus encuentros amorosos y paseos en bicicleta por las calles y playas de Tijuana, mezclados con una vida pobre junto a su mamá y su hermanito, llenan a Sofía de ilusiones acerca de Ulises, quien la invita a una carne asada en su casa clasemediera, con el papá como amable anfitrión. Corte directo a Ulises siendo aleccionado por el hermano mayor, para hablarle bonito a la novia, de modo que eventualmente caiga víctima del negocio familiar y se convierta en prostituta, junto con varias jovencitas cautivas en alguna casa de Tijuana.
Si bien Las elegidas exhibe los detalles de la operación de la familia de Ulises, el director Pablos no cae en el cine de denuncia sistemática: esto es lo que hace esta familia de delincuentes y estas son sus víctimas. Las elegidas más bien muestra, por un lado, cómo se destruye a una niña, a una persona, a base de engaños y sin ningún remordimiento por parte de los victimarios. Y por el otro lado, con la historia de Ulises, justamente muestra el génesis de un nuevo criminal que, no hay duda, seguirá los pasos de padre y hermano.
La selección y dirección de actores hace completamente creíbles a estos personajes tijuanenses, empezando por los adolescentes Nancy Talamantes y Óscar Torres como la pareja protagónica. La encarnación que hace Edward Coward del criminal papá de Ulises me dejó helado; en contraste, en una historia periférica a la de Sofía aparece el camarada Felipe Tututi como un descorazonado padre en busca de su hija perdida, mientras que tuve la sorpresa de ver a mi amigo Chuy Padilla en un breve pero significativo cameo, en la que creo fue su actuación final en cine, después de su éxito en Workers.
La narración es reforzada por una contrastante fotografía artística de la vida urbana; si no supiéramos lo que en realidad hace Ulises, podríamos estar ante un realista romance juvenil. Igualmente, las escenas en el prostíbulo son crudas por lo que sugieren, no por lo que muestran. Las imágenes son fáciles de ver; lo que nos dicen es difícil de superar.
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