(Cinderella, EUA 2015)Clasificación México´A´/EUA´PG´
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Bueno, tal parece que la casa Disney está decidida a dejar las películas de animación a su filial Pixar, y enfocarse en producir nuevas versiones de sus clásicos de princesas, ahora con actores de carne y hueso. El año pasado lo hicieron con Maléfica, reelaboración de la película de dibujos animados La Bella Durmiente y este año toca el turno a La Cenicienta, con mejores resultados, pero sin igualar ni superar al original animado de 1950.
La buena noticia es que, a diferencia de lo hecho en Maléfica, en esta nueva versión de La Cenicienta, encargada al director Kenneth Branagh, las cosas no difieren mucho de la caricatura de hace 65 años. Cenicienta es el sobrenombre puesto a la huérfana Ella (pronúnciese “Ela”) por su madrastra y sus hermanastras, que se burlan de que duerma junto a las cenizas del fogón, al haber sido echada de su propia habitación por las ventajosas mujeres. Como en la caricatura, los únicos amigos de Cenicienta son los ratoncitos que viven en la casa y como en la caricatura, cuando llega el momento de ir al baile donde el Príncipe elegirá a su prometida, son los ratoncitos quienes consuelan a Cenicienta y le ayudan a salir de su encierro. También aparece el Hada Madrina que convierte a los ratones en caballos y la calabaza en carroza. Por supuesto, convierte los trapos de Cenicienta en un primoroso vestido y sus viejas chanclas en las proverbiales zapatillas de cristal, una de las cuales Cenicienta perderá al salir corriendo del baile y dejar al Príncipe plantado, antes de que suenen las 12 de la noche y se rompa el encanto. En otras (y pocas) palabras, el director Branagh no arriesga nada en cuanto a historia.
La mala noticia es que en esta ocasión no se trata de un musical y esa es, en mi opinión, una pérdida para las nuevas generaciones de cinéfilos. Especialmente le duele a la película la ausencia de canciones en la escena donde el Hada Madrina entra en acción. Baste ver el clásico animado de 1950 o cualquier especial de David Copperfield para entender lo que digo: la magia se lleva muy bien con la música.
Otra mala noticia es, precisamente, el apego a la original en cuanto a historia. Sí, ya sé que líneas arriba decía que esa era la buena noticia, pero el contexto es lo hecho con Maléfica en 2014, que cambió completamente las cosas y convirtió a la mala del cuento en una pobre víctima, para terminar con una película blanda en exceso. En la nueva Cenicienta la mala sigue siendo mala y los buenos siguen siendo buenos. Pero no hay ninguna propuesta original en el guión de Chris Weitz (autor, junto con su hermano Paul, de la comedia American Pie, de 1999) que justifique esta nueva producción, como no sea el darle trabajo a todas las personas que se emplearon en la nueva Cenicienta, empezando por el excelente reparto, sobresaliendo, como de costumbre, Cate Blanchett, aquí como la perversa madrastra. La bonita y jovial Lily James cumple como Cenicienta y el apuesto Richard Madden sólo necesita su perfecta sonrisa para conquistar a cualquier doncella del reino y a las pruebas me remito: conozco a cierta niña de ocho años que sucumbió a ese particular encanto del Príncipe.
Por mí, en vista de los resultados, hubiera preferido volver a ver en la pantalla grande a los ratones cantar “¡Le haremos el vestido a Cenicienta!”
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>>>CINE EN CASA<<<
Por siempre ***1/2
(Ever after, EUA 1998) Clasificación México ‘A’/EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Una mejor adaptación del cuento de la Cenicienta, sin relación con Disney y con actores de carne y hueso, se estrenó hace diecisiete años, con Drew Barrymore como una vivaracha Cenicienta, Dougray Scott como un divertido Príncipe y la cereza del pastel: Anjélica Huston como la madrastra, llevándose de calle cada escena en la que aparece.
El director Andy Tennant, a partir de un guión de Susannah Grant (que en 2000 escribió la película Erin Brockovich) cuenta la historia de la Cenicienta como si hubiera ocurrido realmente, en la Europa del siglo XVII, usando la fórmula de la comedia romántica como motor. Así, la Cenicienta y el Príncipe se conocen, se caen mal al principio y poco a poco se van enamorando (mucho antes del baile triunfal); aparece el obstáculo melodramático que los separa y, entonces sí, durante el baile se dan cuenta de lo que todos ya sabíamos: son el uno para el otro y, ni modo, vivieron felices para siempre. Pero, más importante, como propone el director Tennant es que, precisamente, vivieron, ya que la historia es contada en el siglo XIX a los Hermanos Grimm, nada menos que por la tataranieta de la Cenicienta.
Además de la novedad de la comedia romántica, otro elemento a favor es la sustitución de la magia de un hada madrina, por la presencia de Leonardo Da Vinci, que reconoce y auspicia el espíritu animoso e independiente de Cenicienta, y sirve de cupido para que el Príncipe gane en su visión del mundo fuera del castillo. Es Leonardo, a través de la magia real del arte y la ciencia, quien hace posible que la Cenicienta acuda al baile y cierre su compromiso con el Príncipe, no sin antes perder su zapatilla de cristal. Qué más se puede pedir.
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