(El Crimen del Cácaro Gumaro, México 2014) Clasificación ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ya he comentado en este espacio que el director Emilio Portes gusta de echar relajo en sus películas (Conozca la Cabeza de Juan Pérez, 2008 y Pastorela, 2011), lo cual le ha dado muy buenos resultados cómicos, pero al mismo tiempo ha provocado que en algún punto esas películas se le descarrilen y dejen de ser, ya no digamos buenas, sino algo peor: entre tanto relajo, dejan de ser divertidas. Lo bueno es que, en esas dos cintas, el desliz llega casi al final y no le da (tanto) al traste a todo lo bueno que se vio antes.
Pero hay un dicho que dice “la tercera es la vencida” y, pues para eso me gustaba Emilio Portes: en su tercera película, El Crimen del Cácaro Gumaro, el descarrilamiento ocurre desde el principio y lo que nos entrega es una mala serie de sketches bastante relajientos, algunos chistosos, la mayoría no, todo apenas hilvanado por una trama igualmente relajienta que nunca cuaja como comedia, a pesar de lo prometedor de la historia. Escrita por el propio Emilio Portes junto con el Güiri Güiri Andrés Bustamante y, de paso, con Armando Vega Gil, del grupo rockero Botellita de Jerez, ocurre en el ficticio pueblo de Güépez, donde el dueño del único cine deja como herencia el destartalado local a sus dos hijos, Archi y Gumaro, con instrucciones precisas y secretas para cada uno. Lo que sigue es hora y media de situaciones donde Archi (Alejandro Calva) y Gumaro (Carlos Corona) se dan literalmente en la torre el uno al otro, tratando de cumplir las últimas instrucciones que su padre les confió por separado y que parecen ser mutuamente excluyentes: Gumaro busca revivir el viejo cine mientras que Archi lo quiere tumbar para poner un Oxxo.
En medio del pleito de los hermanos (y alrededor también) están la voluptuosa enfermera Claudianita (Ana de la Reguera), novia de Archi y el pequeño Memito (Oscar González), leal ayudante de Gumaro. Ambos toman partido y hacen lo que está en sus manos por que cada hermano cumpla su promesa al difunto. Echándole leña al fuego del pleito, tenemos a Don Cuino, presidente municipal de Güépez, interpretado por Andrés Bustamante en el estilo del clásico caudillo de pueblo provinciano, que podrán identificar los seguidores del monero Rius, como un clon de Don Perpetuo, de aquella historieta setentera Los Agachados, también llevada al cine en 1974 por Alfonso Arau en Calzonzin Inspector.
Y ya mencionado Don Perpetuo, empieza la cascada de referencias fílmicas nacionales con las que Emilio Portes decide vestir su relajienta película. Prácticamente cada escena contiene alguna cita a obras del cine nacional, algunas conocidísimas, como el overol y la camiseta de Gumaro, que recuerdan a Pepe El Toro y otras, no tanto, como la parodia de una película “de arte” de Carlos Reygadas, que se exhibe ante un dormido público en el rehabilitado cine de Gumaro. Otras parodias, algunas más, otras menos efectivas, están en los títulos de los pósters colgados en las paredes del cine o en las leyendas de las camisetas de Memito.
Estas referencias, fuera de ser curiosas, no resultan lo divertidas que podrían haber sido y eventualmente dejaron de interesarme, al igual que las continuas escenas de pleitos en los que Gumaro y Archi se atacan físicamente sin ninguna consecuencia cercana a la realidad, como si fueran personajes de caricaturas. ¿Cuántas veces se puede un personaje golpear, quemar, dejar caer, para tratar de hacernos reír? Aquí parece que no hay medida, ya que los intentos están ahí pero las risas del público, no. Aunque siendo justo, debo decir que estas escenas sí provocaron la risa de varios de los asistentes en la sala donde la ví, pero a medida que avanzaba la historia, noté que las carcajadas eran menos sonoras y más esporádicas.
Uno de los problemas de El Crimen del Cácaro Gumaro, creo, está en esa combinación de parodias y humor físico que ha sido explotada hasta el cansancio por series como las de Scary Movie, con un público muy definido, pero que al resto de los cinéfilos nos tiene sin cuidado o de plano, nos aburre soberanamente. Y el otro problema está en la gracia que puedan tener los actores para hacer este tipo de comedia. Carlos Corona y Alejandro Calva no están tan mal como los hermanos rivales, pero ninguno tiene el carisma suficiente para que nos encariñemos con ellos y nos riamos con todos sus dichos y todos sus tropezones. El Güiri Güiri sale bien librado como Don Cuino, pero estoy seguro que me he reído mucho más con algunos de sus personajes y sketches de televisión. Quien sí es todo un caso para reevaluar como actriz de comedia es Ana de la Reguera, que no parece ser capaz de entregar sus líneas de una forma que realmente lleve a la risa al respetable. El niño que hace de Memito tiene más gracia que de la Reguera, para acabar pronto.
Qué lástima que una película tan esperada haya resultado así de mala, a diferencia del corto que la anunciaba y que es genuinamente gracioso, aún después de verlo varias veces. Hombre, hasta el anuncio de Cinépolis en que Andrés Bustamante, interpretando a Don Cuino, invita al publico a ver cine mexicano, sirve como ejemplo de que sí se puede hacer reír al público con la misma idea y el mismo personaje.
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Hace 6 días
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo! Muy atinada tu critica. No se como se pudo catalogar en una de las mejores diez peliculas del 2014.
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