(Finding Nemo, EUA 2003) Clasificación México 'AA' / EUA 'G'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Mucho antes de los días del cine en video, Walt Disney tenía la consigna de reestrenar sus películas cada siete años, para dar la oportunidad a cada nueva generación de niños, de disfrutar joyas pasadas como Blanca Nieves, Bambi, Peter Pan o Pinocho. Y, de paso, agenciarse unos cuantos milloncitos más para la casa Disney con cada reestreno, por qué no.
Y aunque la tecnología ahora nos permite ver cine hasta en los teléfonos, hay películas que merecen ser vistas, al menos una vez, en la pantalla grande. Buscando a Nemo es una de ellas. La quinta película de Disney-Pixar aborda de una manera divertida, inteligente y, sobre todo, conmovedora, la relación de un padre con su hijo y no al revés, como usualmente ocurre en los filmes de la casa del ratón Miguelito. Marlin es un pez payaso, sobreprotector con su hijo Nemo, a raíz de una tragedia familiar que dejó solos a padre e hijo. Al llegar a la edad escolar, Nemo comienza a resentir los exagerados cuidados de su padre y, en un arranque de rebeldía, Nemo termina viviendo en una pecera en Sidney, Australia, mientras Marlin se queda en algún lugar del océano Pacífico. A partir de ese momento, la película intercala la historia de crecimiento de Nemo, con las aventuras de Marlin y aquí es donde Pixar vuelve a demostrar por qué sus propuestas se distinguen de las de la casa Disney.
La premisa central de Buscando a Nemo está perfectamente expresada en su título. ¿Qué más descriptivo de la continua angustia de ser padre, que tener un hijo perdido? Buscando a Nemo guarda algunas similitudes con el clásico de Disney, Pinocho, particularmente en la rebeldía del hijo que provoca la separación y el viaje de búsqueda.
Pero mientras Pinocho se mantiene en el crecimiento del niño de madera, que finalmente se gana el ser un niño de verdad, en Buscando a Nemo, Marlin es el verdadero protagonista, que tiene que sobreponerse a los obstáculos a los que ha temido toda su vida, con tal de encontrar a su hijo perdido.
Aún así, y aunque la búsqueda es lo que mueve la historia, en realidad es la expiación de los pecados de Marlin lo que le da sentido a la película. No por nada termina en la panza de una ballena, más que como Gepetto, como Jonás, esperando ser regresado a la vida que tanto tiempo ha eludido, sin importar las consecuencias para él y su relación con Nemo, de quien ni siquiera sabe si está vivo todavía.
Por su parte, Nemo tiene que pasar por su ritual de crecimiento en la pecera/cárcel a la que ha sido confinado por sus travesuras. Y aunque el episodio de su bautizo como "Tiburoncín" es de una comedia desbordada, el verdadero ritual se da en el momento en que Nemo toma la decisión de romper con lo establecido en la prisión y busca ser libre. Otro de los temas recurrentes en las obras de Pixar, por cierto.
En cuanto a los logros visuales, Pixar ya nos ha acostumbrado a la excelencia en dibujos e imagen, al grado en que es difícil recordar que al momento de su estreno original, Buscando a Nemo nos dejó boquiabiertos con las escenas bajo el agua y toda la vida marina mostrada en pantalla. A ratos uno podía asegurar que simplemente habían sumergido una cámara en medio del océano.
¿Por qué verla en 3D? Debo decir que no me entusiasman las películas en 3D, en primer lugar por lo molesto de los anteojos especiales y en segundo lugar, porque el truco de hacer que las cosas salgan de la pantalla me parece innecesario. Además, con los lentes la imagen se oscurece notablemente, lo cual es un crimen para películas tan coloridas como ésta. Sin embargo, recuerdo que en su momento, en el reestreno en 3D de Toy Story 2, el uso de la profundidad de campo para acentuar la sensación de abandono del muñeco Woody me sorprendió gratamente. Tal vez la tragedia de Marlin pueda beneficiarse de este efecto visual, así que ya veremos.
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