(The Hobbit: The Desolation of Smaug, EUA/NZ 2013) Clasificación México ‘B’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Un año después del estreno de la primera parte de El Hobbit, llega La Desolación de Smaug, mostrando en su breve escena inicial, de apenas unos cinco minutos, por qué la película anterior fue, quitando la secuencia de Bilbo con Gollum, completamente inútil. En esos primeros cinco minutos de El Hobbit 2, el director Peter Jackson nos pone al corriente de qué andan haciendo Bilbo, Gandalf y la banda de enanos, encaminados por la Tierra Media hacia la Montaña Solitaria, donde descansa el terrible dragón Smaug, resguardando el maravilloso tesoro del que despojó a los enanos y sus ancestros.
Pues bien, resulta que El Hobbit 2 sí es mejor que su predecesora pero, al igual que aquella, le siguen sobrando un par de tramas que de cuando en cuando interrumpen la emoción y el ritmo de la historia principal, aunque en esta ocasión esas pausas consisten de secuencias de acción bastante entretenidas, como la de los elfos enfrentando orcos durante el escape en barriles, por aguas turbulentas, de Bilbo y compañía. Aún así, sigo pensando que no era necesario que el elfo principal fuera Légolas, el héroe transplantado de El Señor de los Anillos, ahora reducido a preapratoriano enamorado de una elfa que, por lo demás, es tan valiente y tan hábil con el arco como el ojiazul elfo.
No sé usted, pero yo creo que si una película tan larga como la primera se puede resumir en cinco minutos de pantalla, no hay razón para que en La Desolación de Smaug tengamos que esperar dos horas para la escena triunfal de Bilbo y el dragón Smaug. La divertida escena, con Martin Freeman como Bilbo y Benedict Cumberbatch como el gigantesco dragón (voz y movimientos capturados), vale por sí sola el boleto, así que si se llega tarde al cine, digamos… dos horas, no se habrá perdido mucho.
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