(Pulling Strings, México, 2013) Clasificación México ‘A’ / EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
A ver, haga usted la suma: el muchacho guapo conoce a la muchacha bonita; se caen mal al principio; por azares del destino se siguen tratando, enfrentan juntos algunas complicaciones, se conocen mejor y ya no se caen tan mal, pero luego se descubre un obstáculo para que el romance prospere… ¿qué cree usted que pase? Efectivamente, esta es la fórmula para todas las comedias románticas que nos hemos recetado los cinéfilos desde las épocas doradas del cine del siglo XX. En esta ocasión toca el turno a Jaime Camil, como “el muchacho”, recorrer ese caminito que todos caminaremos, como decía aquella vieja solterona.
Camil interpreta a un triste chilango viudo, dedicado a cantar con mariachi en fiestas privadas, para mantener a su pequeña hija en un caro colegio particular, mientras consigue enviarla a vivir con los abuelos maternos a Arizona. Así, acude a la embajada de los Estados Unidos a tramitar las necesarias visas pero, como bien sabemos quienes vivimos en la frontera, al no poder justificar legalmente sus ingresos, carecer de propiedades y en general, no poder demostrar que no tiene intenciones de brincarse el cerco para quedarse del otro lado, la visa le es negada por la joven y guapa Rachel, oficial de la embajada, una güerita (la importada Laura Ramsey) que, cansada de oír las explicaciones de todos los mexicanos que entrevista diariamente, tiene los ojos puestos en una relocalización a la embajada en Londres.
A los muchos problemas del deprimido mariachi que, por cierto, se llama Alejandro Fernández, lo cual, nos podemos imaginar, de vez en cuando provoca malos entendidos con sus posibles contratantes, se suma el haber perdido la oportunidad de la preciada visa. Pero su trabajo lo lleva a cruzarse nuevamente con Rachel. Ante una forzada situación, Alejandro logra que Rachel lo acompañe en una travesía por algunos pintorescos lugares de la ciudad de México, con el pretexto de recuperar un objeto perdido, propiedad de la embajada. El plan de Alejandro es que, en dos días, Rachel se dé cuenta de que es un hombre responsable, trabajador y con ingresos suficientes para merecer la visa.
Por supuesto, la fórmula obliga a que Alejandro mienta en algunas cosas, o más bien en todas, a Rachel, quien cae redondita en la mentira, pero no para darle la visa (después de todo, Alejandro debería saber que ese asunto ya no está en las manos de ella), sino para enamorarse de este grandote y apuesto mariachi y, de paso, reconsiderar todo lo que había pensado acerca de México y los mexicanos. La película es lo suficientemente ligera para que no estorbe el reducir el conocimiento de la mexicanidad a que Rachel coma tostadas de tinga, tome tequila en el Tenampa y dé serenata con mariachis, mientras atestigua (y participa de) nuestro gusto por la ilegalidad a cada paso que damos. La magia de la comedia romántica funciona, Rachel olvida sus tristezas y Alejandro no se hace del rogar.
A pesar de los deprimentes problemas personales que el director Pedro Pablo Ibarra y sus ¡cuatro! guionistas (entre ellos, Issa López, de Casi Divas y Efectos Secundarios) insisten en cargarle a la pareja, casi todas las situaciones en las que se involucran son lo suficientemente simpáticas para hacer sonreír a lo largo de la historia. Además, varios momentos logran carcajadas, generalmente cortesía del Canicas, amigo incondicional de Alejandro, interpretado por Omar Chaparro como una especie de Tin-Tán venido a menos. Lamentablemente algunos otros salen sobrando, en particular la participación de la veterana Stockard Channing, en el ingrato papel de la opresiva (y depresiva) pero voluble mamá de Rachel. Y no es culpa de Channing, sino de los guionistas que metieron esa inútil subtrama. Aún con estos lastres, me encontré deseando que las cosas salieran bien para Alejandro y Rachel, hija o no hija, visa o no visa, mariachi o no mariachi, canciones "playbackeadas" de Jaime Camil o no. Viva el romance.
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Hace 1 semana
2 comentarios:
Hermano , aclarame please, un triste chilango, en despectivo, o un chilango triste, en calificativo?
Aunque parece que estuvieras parafraseando al profe Hank, no hay doble sentido y es en calificativo, Sergio: el bato es viudo y se carga una tristeza que no puede con ella.
Bueno, hasta que le hace ojitos la gringa.
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