Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
En 2008, al inicio de la película Búsqueda Implacable, Liam Neeson advierte por teléfono a un incauto secuestrador: ”si no sueltas a mi hija, te buscaré, te encontraré y te mataré”. Y lo que siguió fue una emocionante y frenética búsqueda por las calles parisinas, en la que el personaje de Neeson hizo gala de todos sus recursos como ex agente de la CIA, para encontrar y matar, uno a uno, a los miembros de la banda de plagiarios que osaron llevarse a su querida hijita. Uno esperaría que una persona normal, después de un trauma como ese, en la siguiente película no dejaría salir a su hija ni a la esquina, por años. Pero como Liam Neeson y su hija (sus personajes pues) no son nada normales, sólo queda preguntar “¿no me digas que te volvieron a secuestrar?”
Pues sí, qué le vamos a hacer. Esta vez, durante unas vacaciones familiares a Estambul, Neeson se topa con el papá de los secuestradores originales, que busca venganza contra el desalmado gringo asesino de su docena de chamacos (aproximadamente: no llevé la cuenta de los muertos en la primera película), que son enterrados en su pueblo albanés y llorados por toda la familia, como si hubieran sido unas blancas palomitas. El patriarca albanés usa sus corruptas influencias en suelo turco, para capturar a Neeson y familia, ya que, además de la hija adolescente (la veinteañera Maggie Grace, que tiene la gracia de seguir aparentando 18 años), lo acompaña su ex esposa. Si usted recuerda la primera película, pensará que no hay razón para llevar de vacaciones a la ex esposa, que básicamente era una odiosa arpía. Bueno, considere usted que la ex esposa sigue siendo la hermosísima Famke Jannsen y no hay que buscarle más. Y así, con los criminales amenazando a sus dos mujeres, Liam Neeson tiene el pretexto perfecto para volver a dejar una estela de muerte autojusticiera.
El problema es que, a diferencia de la primera película, en que el personaje de Neeson presumía de una gran imaginación para ir matando al bruto que se le ponía enfrente, en esta segunda parte las ejecuciones se limitan al uno-dos del madrazo y el balazo. Igualmente, en la primera cinta Neeson echaba mano de sus recursos de espía para ir armando el rompecabezas que le permitiría llegar hasta su hija cautiva, enfrentándose incluso a las corruptas autoridades francesas. Ahora, en suelo turco, tal vez no desea meterse en problemas diplomáticos y, fuera de dos entretenidas secuencias en que le da metódicas instrucciones a su hija para localizar el escondite de los malos, su modo de operar se vuelve rutinario, al grado de confesar, ya con otra docena de muertitos a cuestas, que todo el asunto le resulta cansado. Creo que aquí tenemos al escritor y productor, el francés Luc Besson, confesando y dándose cuenta de lo que permea desde la pantalla hacia el público: a nosotros también nos cansa. Si no fuera porque albergo la esperanza de que en la siguiente película Neeson y familia se vengan de vacaciones a México, para que se eche al plato a una docena de secuestradores nacionales, yo diría que mejor ahí le paren.
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