jueves, 30 de octubre de 2014

Lo que el viento se llevó

(Gone with the wind, EUA 1939)
Creo firmemente que no puede uno llamarse a sí mismo cinéfilo y no sentir que se le acelera el pulso ante el anuncio de la exhibición, en pantallas locales, de “Lo que el viento se llevó”, en gira por su 75º aniversario.

Me confieso: nunca he visto “Lo que el viento se llevó”. Y no por falta de oportunidades de verla en la tele en las cinco décadas que he andado por aquí. Simplemente hasta ahora me he negado a limitarme a la pantalla chica. La historia de la obstinada Scarlett O´Hara (la hermosa actriz inglesa Vivien Leigh) y su tórrido romance con Rhett Butler (la estrella hollywoodense y galanazo Clark Gable), durante la sangrienta Guerra Civil de los Estados Unidos, con todas sus imágenes icónicas del cine: Atlanta en llamas, rojos atardeceres en las plantaciones, Scarlett y Rhett fundidos en un abrazo y luego ese beso… en fin, todo eso merece ser visto en el cine, no en una tele o, peor aún, en una pantallita de dos pulgadas en un celular moderno.

Así que esto no es una reseña sino una declaración de admiración anticipada por esta leyenda del séptimo arte, de la que tanto he oído hablar toda mi vida y que por fin llega, restaurada, a un cine en mi ciudad. Me disculpo y, con el permiso de ustedes, me voy al cine este fin de semana, a mi cita con la septuagenaria que he esperado… casi cincuenta años.

jueves, 23 de octubre de 2014

La Dictadura Perfecta *1/2

La Dictadura Perfecta *1/2
(México, 2014) Clasificación ‘C’
La idea no es mala, al contrario: es buenísima. Satirizar la maquinaria de la sucesión presidencial, echando mano de la vox pópuli de que Televisa acomodó en el puesto al actual presidente, da para mucho. Simplemente satirizar a los políticos siempre ha sido terreno fértil, incluso para la propia televisora de San Angel, especialmente en los sexenios de Fox y Calderón. El director Luis Estrada, que hace quince años hizo historia fílmica y de taquilla con “La Ley de Herodes”, no hace nada nuevo aquí; si acaso y para tomar como ejemplo la multimentada representación, en cine mexicano, del presidente en funciones, lo más notorio que tiene es poner en boca de un presidente guapo y copetón, que habla en un fluido Inglés con mucho acento, aquello de los trabajos “que ni los negros quieren hacer”. Pues sí: anécdota doce años vieja, remachada y mal contada.

Lo malo es que Estrada parece esperar que nos dé risa (¿o nos haga reflexionar?) el reconocer estas situaciones, sin presentarlas de una manera graciosa o incisiva realmente. Ninguna situación puesta en pantalla es desconocida (que si el video de un político recibiendo dinero, que si el góber precioso, que si no encuentran a Paulette, que si… etc.); los diálogos carecen de chispa, las escenas son innecesariamente largas y, al menos en la función en que la ví, el público se reía nomás cuando el gobernador interpretado por el actor de cabecera de esta serie, Damián Alcázar, soltaba con mucha enjundia algún “hijo de su rep… madre”.

Algo muy notorio en las películas de Estrada es su uso de la música. Aquí, las selecciones se limitan a tres y las repite hasta el cansancio: la cómica pieza de Rossini “La Urraca Ladrona”, cada vez que los de la televisora urden una nueva jugada con y contra los políticos; el idílico inicio de la "Obertura de Guillermo Tell", también de Rossini, cada vez que aparecen las bonitas gemelitas perdidas y, cuando todo sale bien para todos, el "Himno a la Alegría", de Beethoven. En cuanto a la partitura (supongo) original, parece puesta por algún musicalizador de telenovelas, anunciando lo que va a ocurrir y diciéndonos qué sentir en momentos “clave” (es un decir).

Es notorio el uso de actores de Televisa en esta película que busca satirizar el poder político de esa televisora. El protagonista, Alfonso Herrera, tiene un estilo fresco para entregar sus líneas, lo cual resulta completamente discordante en sus escenas con Damián Alcázar o con Joaquín Cosío, que suenan y aparecen, raro en ellos, acartonados, tal vez por los reiterativos diálogos. El resto de los actores realmente parece estar en una telenovela: Saúl Lisazo haciendo las veces de López Dóriga, Osvaldo Benavides inspirado tal vez en Loret de Mola y Silvia Navarro como la sufrida mamá de las niñas perdidas.

Posiblemente la idea de llevar su sátira al punto exacto, hizo decidir a Estrada tener conocidos actores de tele en los papeles de los empleados de la maligna televisora TV MX. El problema es que el chiste no cuajó y la mayor parte del tiempo realmente parecemos estar viendo un programa producido, por quién más, por Televisa.

Qué decepción. La Dictadura Perfecta, muy anticipada sexta película de Luis Estrada y cuarto episodio de su tetralogía sobre el sistema político mexicano, resultó no ser más que un larguísimo refrito pasado por agua de La Ley de Herodes, la ahora legendaria cinta con que Estrada iniciara su versión fílmica de la mexicanísima máxima: “por eso estamos como estamos…” Mejor... la hubiera dejado en trilogía.

jueves, 16 de octubre de 2014

Perdida ***1/2

(Gone Girl, EUA 2014) Clasificación México 'B-15' / EUA 'R'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
"Una moneda por tus pensamientos, querida / Estoy en deuda por tu amor / Estoy en deuda por tu amor..."
- Fish (cantante de Marillion)

¿Qué tiene nuestra pareja en la cabeza? ¿Qué tanto de lo que somos se debe a nuestra idea de lo que nuestra pareja piensa de nosotros? Visto así, el matrimonio puede ser un campo de batalla constante, donde los esposos van cambiando su estrategia y sus acciones, dependiendo de lo que creen que el otro está pensando.

El director David Fincher nos cuenta la historia de un matrimonio perfecto: Nick y Amy, encarnados respectivamente por los actores Ben Affleck y Rosamund Pike. Pike y Affleck hacen un excelente trabajo de representar el deseo de complacer lo que cada uno piensa que el otro tiene en la cabeza, al punto de que su romance nos parece y suena casi irreal. Y un buen día, Amy desaparece. ¿Es Nick culpable?

La estrategia narrativa de Fincher, a partir del guión escrito por Gillian Flynn, autora también de la exitosa novela Gone Girl en la que está basada (y que no he leído aún), es manejar la historia como una intriga. Como espectadores, no sabemos más que los personajes, a quienes vamos conociendo y entendiendo (o eso creemos) a medida que seguimos a Nick, desde el momento en que desaparece su esposa, al inicio de la cinta. De hecho, algo similar pasa con la misma película: por un buen trecho de la primera mitad, pareciera que estamos ante una historia más de intriga y eventual suspenso, en la que finalmente el culpable (quien quiera que sea) se echará solito de cabeza ante la eficiencia de los detectives asignados al caso.

Justamente el éxito de “Perdida” está en jugar con nuestra idea de quiénes son esta pareja perfecta, moviéndonos el tapete varias veces a lo largo de la trama. Es un hecho que uno no puede evitar identificarse con ciertos personajes en una película y ésta no es la excepción. Pero esas sacudidas de tapete sirven para que nuestra empatía cambie tan repentinamente como cambiarle de canal a la tele, para ver ya sea un noticiero respetable o un programa de escándalos tipo “reality”, omnipresentes en este siglo y que, por lo mismo, forman parte de la narración de “Perdida”.

Y, justamente como estar cambiando de canal por mero entretenimiento, así pasa con “Perdida”. Fincher hace su absorbente historia tan entretenida, hombre, tan divertida, que cada vez, incluso ya cuando aparentemente el juego ha sido destapado, queremos saber más de Nick y de Amy. Entre lo pasado y lo presente, ¿qué tienen en la cabeza? ¿Qué se deben el uno al otro?

jueves, 9 de octubre de 2014

El Bolero de Raquel **

No me quise quedar con las ganas de revisar la primera película mexicana en color de Cantinflas, estrenada justo un año después del exitazo “La Vuelta al Mundo en 80 Días”. Ambas están disponibles en tiendas de video y en internet.

El Bolero de Raquel **
(México, 1957)
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Los mexicanos que crecimos viendo cine de Cantinflas (en mi caso, en la tele y algunas en el cine, durante los 1970s y ´80s) estamos de acuerdo en una cosa: sus películas en blanco y negro son mucho más chistosas que sus cintas a colores. ¿Es con “El Bolero de Raquel” donde empezó el declive?

En un excelente inicio, Cantinflas en plena forma del enredista por excelencia, bolea los zapatos y se cuentea de lo lindo a un turista gringo en el Castillo de Chapultepec. Luego, en el velorio de su compadre (que, razona Cantinflas para su pequeño ahijado, se habrá ido al Cielo, pero de rebote al caer de un edificio en construcción), hace honor a su fama de pelado gandalla, gozando la arrimada mientras consuela a la comadre recién enviudada (guapota Flor Silvestre) y de paso, ya entrado en gastos, con las mujeres de buen ver en la tumba vecina. Ese es el Cantinflas que nos hace reír a carcajadas, igual que en sus exitosas películas blanquinegras de las dos décadas anteriores, como “Ahí está el detalle”, “A volar, joven” o “El gendarme desconocido”, por mencionar tres emblemáticas.

La comedia, una vez que Cantinflas se hace cargo de su ahijado Chavita, va de bajada, con anécdotas rutinarias y poco graciosas, que reciclan ideas de “El Chico”, aquel primer largometraje de Chaplin, donde el vagabundo también cría un chamaco ajeno. “El Bolero de Raquel” regresa a un punto alto, con diálogos enredistas y comedia física, en el episodio del baile que ejecuta Cantinflas sobre el Bolero de Ravel, para volverse a caer y nuevamente volver por sus fueros a una escena de comedia visual, cuando Chavita sube a la Quebrada de Acapulco, sin que el padrino se dé cuenta, rematando con el famoso grito de "¡Padrinooooo!" que convierte a Cantinflas en un intrépido clavadista accidental.

En otras palabras, después de ese fabuloso inicio donde Cantinflas da rienda suelta a lo que mejor hacía, hablar sin parar, sacando ventaja de la confusión en que deja a su interlocutor, la comedia se mueve hacia un terreno menos arriesgado, con rutinas de pastelazo o excesivamente melosas. Y el saqueo/homenaje a Chaplin continúa en el final, lacrimógeno a fuerzas pero efectivo para cerrar el asunto, con todo y epílogo de beso obligado con la profesora Raquelito (guapa maniquí Manola Saavedra).

Cantinflas y su director, Miguel M. Delgado, con “El Bolero de Raquel” se encontraban más allá de la mitad de un largo camino (hicieron juntos una treintena de películas) y algo en el trabajo de ambos ya estaba dando de sí, definitivamente. “El Bolero de Raquel” se siente fracturada en dos partes desiguales: la del peladito de antaño, que se ganó a todo tipo de público con sus cantinfleadas, y la del Cantinflas que eventualmente trataría de ser el redentor de los pobres, ganando en estatus de exponente popular de las bondades del sistema político mexicano, pero perdiendo toda su gracia en el afán.

Para rematar, la fotografía en color de Gabriel Figueroa resultó completamente innecesaria, sin diseño de arte que diera lucimiento ni propósito aparente al uso del color, acentuando, como decía al principio, la idea de que una vez que conocimos Cantinflas en brillantes colores, las risas se opacaron.

jueves, 2 de octubre de 2014

¡Me Muero Bichi! / VII: ¡Chúpale Pichón!

Porque el arte no necesita de estrellitas ni calificaciones, sigue mi batalla personal contra la estupidez de los destruibuidores de cine en México, desde la comodidad de mi sala. En cueros.
Nosferatu (Alemania, 1922) - Dirigida por el maestro del expresionismo fílmico alemán, F. W. Murnau, Nosferatu es muy probablemente la primera película adaptada de la novela de Bram Stoker, pero... sin el permiso de sus herederos, por lo que el Conde Drácula se convirtió en el Conde Orlok y la acción ocurre en Alemania, no en Inglaterra. La familia Stoker ganó la demanda legal y todas las copias en Europa fueron destruidas. Eventualmente aparecieron algunas copias "piratas" y el afortunado resultado es que hoy en día podemos disfrutar esta joya del cine silente.

Aunque la historia horroriza por sí misma, nadie va a brincar del susto con esta película. Más bien, las ideas presentadas, al seguir de cerca la novela de Stoker, son muy inquietantes (la misma palabra "nosferatu" es introducida en la novela Drácula como sinónimo de "vampiro"); una diferencia importante es que el repugnante Conde Orlok (el excéntrico y feo actor Max Schrek) no convierte a sus víctimas en vampiros, solamente chupa su sangre y los lleva a la muerte. Sobre todo, muchas de las imágenes se quedan en la cabeza del espectador, para alimentar más de una pesadilla. En YouTube y otros sitios.

Drácula (EUA, 1931) - La primera película de los Estudios Universal sobre el monstruo, encarnado por el legendario actor Bela Lugosi, que sentaría las bases para la imagen de Drácula durante el resto del siglo XX. Al igual que Nosferatu, la historia está adaptada de la novela de Bram Stoker e incluso varias de las secuencias parecen inspiradas, por no decir copiadas, de esa cinta alemana.

El toque ganador es el personaje creado por Lugosi, elegante, encantador y repugnante a la vez (hay que verlo alegrarse con los aullidos de “los niños de la noche”, por ejemplo). Con efectos especiales austeros pero efectivos, la atmósfera de miedo a lo sobrenatural sigue funcionando, especialmente en la versión musicalizada en 1999 por el maestro Phillip Glass y su cuarteto Kronos. En YouTube se encuentra una buena copia de esta edición y la recomiendo muy por encima de la original de 1931, carente de música.

Drácula (EUA, 1992) - Cuando Francis Ford Coppola era buen cineasta, dirigió esta adaptación de la novela, que aunque en Inglés se titula “Drácula de Bram Stoker”, en realidad se aleja del libro al incorporar el elemento del origen de Drácula y de paso cambia radicalmente al personaje central, que ahora es un mártir del amor, renegando de Dios al morir su amada. Así, el miedo y la repugnancia que podamos sentir por Drácula son atenuados por nuestra lástima, en una especie de “yo… soy rebelde porquelmundomehahechoasí…” de las películas de terror.

El diseño de producción, con todas sus maquetas, es una delicia; la música, una maravilla, así como la interpretación de Gary Oldman como el Conde, que aquí, al igual que en la novela, cambia gradualmente de un anciano a un seductor joven que, en todo caso, es una pantalla para su depravación. Anthony Hopkins se luce como Van Helsing, pero Winona Ryder como una aguada Mina y especialmente Keanu Reeves como su enamorado salvador se vuelven un lastre que hay que sobrellevar.
Se encuentra en YouTube y otros sitios.

La Sombra del Vampiro (RU/EUA/Luxemburgo, 2000) - Para reírse de lo lindo con la historia (inventada, por supuesto) detrás de la filmación de Nosferatu, la adaptación alemana de Drácula, de 1922. Aquí, la propuesta es que el director F. W. Murnau (John Malkovich, desatado como de costumbre) contrata a un verdadero vampiro para interpretar al chupasangre Conde Orlok. Así, el físicamente grotesco actor Max Schrek (Willem Dafoe aún más feo de lo que es) en realidad no es un excéntrico artesano que siempre está en su papel, aunque no estén filmando, sino un vampiro que sólo trabaja de noche y poco a poco se va merendando, literalmente, a los miembros del equipo de producción.

Conforme van desapareciendo los trabajadores, el choque entre Murnau y su estrella Schrek va creciendo a niveles igualmente alarmantes e hilarantes: “¡Eres un monstruo! ¿Por qué te quieres comer al escritor? ¡Mejor cómete a la ayudante del escritor!”.
Disponible en YouTube y otros sitios.