(The Hobbit: An Unexpected Journey, NZ/RU/EUA 2012) Clasificación México ‘B’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
No cabe duda: al director neozelandés Peter Jackson le gusta hacer las cosas en grande. Cuando, hace 11 años, adaptó para la pantalla grande el primer libro de El Señor de los Anillos, nos presentó una película de tres horas, con un extenso reparto multinacional, increíbles imágenes repletas de efectos especiales, personajes fantásticos dibujados y animados por computadora que se veían casi tan reales como los humanos en pantalla y, sobre todo, una excelente historia, que tomaba lo mejor de la novela y, como es costumbre en estos casos, condensaba, cambiaba, eliminaba o de plano inventaba escenas, siempre en beneficio de la narrativa fílmica. El que, después de tres horas en el cine, con salas llenas, el público salimos pidiendo más es testamento del, repito, gran trabajo de Jackson. En 2002 y en 2003 acudimos en masa al cine a ver las también excelentes adaptaciones de las dos novelas siguientes. Todo mundo feliz. Pues bien, ahora Jackson nos entrega, también en grande, la primera parte de tres de la adaptación de El Hobbit, la novela anterior a la trilogía del Anillo. Y nuevamente el resultado de la película es proporcional a su tamaño. Una falla descomunal.
Antes de continuar, quiero hacer una aclaración, estimado lector. Sí, leí la novela, hace años y sí, la disfruté enormemente. No recuerdo todos los detalles pero sí tengo muy presente la fascinación por Bilbo, ese pequeño personaje que, literalmente sacado de su zona de confort, se convierte en uno de los héroes más grandes de la Tierra Media, ese mundo inventado por J.R.R. Tolkien, habitado por humanos, hechiceros, duendes, elfos, enanos, dragones y demás monstruos de las mitologías europeas. Así que puedo reconocer algunas de fallas que tiene la película respecto a la historia que busca contar.
El primer problema es querer ser una “precuela” (que debería ser mala palabra) de la trilogía fílmica de El Señor de los Anillos. Esto a pesar de que han pasado 9 años desde el estreno de la tercera cinta y por lo tanto, existe ahora toda una nueva generación de niños que aún no ha visto El Señor de los Anillos y no necesita recordar glorias pasadas en una sala de cine. Pues bien, o mal, mejor dicho: desde el inicio de El Hobbit y durante sus 170 minutos, Jackson nos presenta hechos y personajes salidos o inspirados de escenas de El Señor de los Anillos.
Bueno, esto se entiende, dado el éxito de esas películas. Excepto que Bilbo, el Hobbit del título, prácticamente no aparece en El Señor de los Anillos (conste, estoy hablando de las películas pero también aplica a las novelas). Tampoco aparece ninguno de los enanos que forman la compañía a la que se une Bilbo para tener la aventura de su vida. En todo caso, de este grupo sólo hemos visto antes al hechicero Gandalf. Sin embargo, Jackson dedica todo un prólogo de unos diez o quince minutos a describirnos la vida de los enanos de la Tierra Media y las desgracias de Thorin, el destronado príncipe que busca volver a dar gloria a su gente, a través de recuperar el tesoro robado por el dragón Smaug. Más o menos en el estilo del prólogo y las historias de los reyes humanos en El Señor de los Anillos. Por cierto, un momento: ¿no se llama la película “El Hobbit”? Aparentemente Jackson piensa que Bilbo no tiene la fuerza, como personaje, para llevar toda la historia, ya que Thorin es en quien descansa el peso dramático y Bilbo es relegado, la mayor parte del tiempo, al papel de observador.
Igualmente, las distintas escenas “de acción” y de batalla terminan recordando a las que vimos en El Señor de los Anillos, intercaladas con largas y aburridas exposiciones de planes y motivos por parte de enanos, elfos y hechiceros, que se explican unos a otros sus razones para dejar de lado sus diferencias y firmar el Pacto por la Tierra Media. Nuevamente, el peso de Bilbo es hecho a un lado, a favor de presentar extensamente a cada personaje que veremos en pantalla. Estéticamente, las escenas de batalla y persecuciones molestan por el hecho de que los encuadres se mueven bruscamente de un lado a otro, de modo que uno termina cansado y confundido después de tanta sacudida.
Siendo justos, la película tiene su mejor momento, de hecho un momento excelente, en el encuentro de Bilbo con el Gollum, junto a un lago en el oscuro interior de la montaña. Bilbo, actuado por Martin Freeman, actor británico principalmente televisivo, y el Gollum, nuevamente interpretado con captura de movimientos y voz por el genial Andy Serkis, se podrían llevar la película en ese duelo de acertijos. Desgraciadamente, el magnífico episodio termina siendo aplastado por más de dos horas de rutinarias secuencias de exposición tediosa y acción vertiginosa y confusa.
Decía que cuando leí la novela, la disfruté enormemente, al grado de que no la pude soltar hasta que la terminé. No podía esperar a saber qué iba a pasar con Bilbo y compañía. Ahora, después de ver este bodrio que es la primera parte de la adaptación, no puedo ver cómo alguien quiera esperar a estar sentado otras seis horas en el cine. ¿9 horas en total? Hombre, leí el libro en menos tiempo.