(EUA, 2010) Clasificación México 'AA', EUA 'G'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Seguramente habrá oído usted esa frase "sólo porque creciste con La Guerra de las Galaxias, no esperes que La Guerra de las Galaxias crezca contigo", que más o menos se popularizó cuando se estrenó la infantiloide y a ratos aburrida segunda trilogía de George Lucas. Pues bien, como yo ya estaba bastante grandecito cuando se estrenó Toy Story (ni qué decir de Toy Story 2), lo último que hubiera esperado es que pasara eso con la saga de los juguetes: que creciera. Y sin embargo, creció.
Han pasado unos diez años desde que vimos a Woody, Buzz y compañía y, aparentemente, los mismos han pasado desde que Andy, el niño dueño de los juguetes, los desempolvó por última vez para jugar con ellos. Listo para irse a la universidad, el greñudo Andy recibe el ultimátum de su mamá: o los viejos juguetes se van donados a la guardería, o son arrumbados en el ático o de plano a la basura. Por el mismo tipo de malos entendidos que en los dos episodios anteriores, Woody y sus amigos terminan en una guardería donde, además de decenas de niños que jugarán con ellos, conocen a nuevos juguetes, lidereados por un viejo oso de peluche, que desde su primera escena nos recuerda al viejo capataz de Toy Story 2. Y justo como en las dos películas anteriores, durante el resto de la historia los juguetes tratarán de encontrar su camino de regreso a Andy.
¿Puede Pixar volver a contar exitosamente la misma historia de los juguetes perdidos y recuperados? ¿Puede Pixar sorprendernos nuevamente elevando la barra narrativa en el cine de animación? La respuesta corta a ambas preguntas: sí y sí.
Pixar, a través del director Lee Unkrich (codirector de Toy Story 2) y con un guión del propio John Lasseter y Michael Arndt (escritor de Little Miss Sunshine) se puede salir con la suya y contarnos la misma historia simplemente porque queremos tanto a estos personajes, que nos importa, y mucho, lo que les pase. Y los conocemos tan bien, que esperamos verlos resolver sus problemas en formas que nos divierten y emocionan. Así que Pixar no nos falla y nos regresa a estos personajes y sus conocidas aventuras que todos atesoramos.
Además, Lasseter y compañía escogen sorprendernos en esta ocasión... haciendo que Toy Story crezca. Pixar parece haber decidido reconocer a ese público infantil que creció en los últimos quince años queriendo a estos personajes: para contar una tercera aventura se ha puesto a tono con los gustos de ese público fiel. Así que las aventuras han aumentado en un elemento apenas rozado en los dos primeros episodios: el terror.
Toy Story 3 tiene tres escenas que apelan a las emociones a través del miedo y al menos una de ellas es lo suficientemente larga como para que niños pequeños (menores de 6 años en la función a la que asistí) terminen abrumados. Por supuesto que al público adolescente y adulto las imágenes y la forma como se trata el tema nos remiten a parodias de películas de suspenso y terror, pero para asimilarlas en una comedia como Toy Story hay que tener ciertas referencias y/o experiencia en la vida. Algo que no se puede esperar de un niño de cinco años que hace seis meses, sin embargo, pudo disfrutar como el que más los dos primeros episodios. El resultado: llanto en el cine.
Para no regar el tepache, sólo diré que tales escenas están más calibradas en el tono de Los Increíbles, también de Pixar. Usted recordará que Los Increíbles parodia exitosamente las películas del 007, con todo y escenas de tortura, aunque con un enfoque humorístico y familiar pero definitivamente para un público mayor de ocho años, a diferencia de Toy Story 1 y 2, que sí pueden ser vistas sin mayor problema por niños de cuatro años en adelante, en mi opinión.
Ernesto Diezmartínez decía, a raíz del estreno, que tal vez estemos ante la mejor trilogía fílmica de la historia y hasta el momento concuerdo. Si con el díptico original de Toy Story continúa el debate de cuál es mejor, la 1 o la 2, agreguemos ahora esta tercera entrega, que tiene el mismo nivel de excelencia en historia, comedia, emotividad, narrativa e imágenes. El único pero que tengo es el que apunté arriba. Toy Story creció con Andy dejando, en cierta forma, fuera a nuevos admiradores, que la propia película reconoce hacia el final. Afortunadamente ese es un problema que se cura. Con qué más, con la edad.
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